Nuestra Señora de Copacabana

Padre Sergio Rosiles L.C


Este santuario forma parte del grupo de los santuarios que fueron testimonio de la primera evangelización de América Latina, con una característica peculiar, ya que se levanta sobre un antiguo templo dedicado al Sol y a la Luna, al que acudían los peregrinos.

Continuamos nuestra peregrinación espiritual por nuestra querida América, tierra de María. El rumbo que tomaremos en esta ocasión serán las cumbres de los Andes. Visitaremos el Santuario de Nuestra Señora de Copacabana en Bolivia. Nos detendremos en una península del gran lago de Titicaca a venerar a la Virgen de la Candelaria.

Este santuario forma parte del grupo de los santuarios que fueron testimonio de la primera evangelización de América Latina, con una característica peculiar, ya que se levanta sobre un antiguo templo dedicado al Sol y a la Luna, al que acudían los peregrinos Coyas e Incas.

Después de la cristianización surgieron problemas entre las diversas clases sociales, los cuales se resolvieron gracias a que un indio de nombre Francisco Tito Yupanqui talló una imagen de la Candelaria, la cual, junto con la creación de la Cofradía de la Candelaria provocó la unidad en la fe común.

Es ante la imagen de la Candelaria donde, desde entonces, se vive la fraternidad de las gentes que habitan las diversas regiones de Bolivia, y de donde se sale con la ilusión y el compromiso de construir una familia, un pueblo, y una nación cristiana. Es centro de unidad para todo el pueblo boliviano; prueba de ello es la práctica común de que toda la familia se congregue bajo el manto de María para rezar una oración pidiendo la unidad y paz de la familia.

El trabajo realizado por Tito Yupanqui fue toda una aventura. Decidió tallar una imagen de la Candelaria, que resultó un poco burda, pero que el párroco decidió colocar a un lado del altar. Al año siguiente el párroco fue trasladado a otro lugar, y el recién llegado decidió removerla dadas sus condiciones. El hecho hizo que Tito Yupanqui se sintiera humillado y decidiera aprender a esculpir imágenes sagradas, para lo cual marchó a Potosí.. Poco después elaboró otra imagen en pintura, pero tampoco resultó algo que se pudiese considerar una obra de arte. El obispo, al verla, le prohibió que hiciera más imágenes.

Pero ello no impidió que con el paso del tiempo, la Providencia decidiera que fuera esta imagen la que se venerara en el santuario. Su belleza radica en el proyecto divino de honrar a la Madre de Dios valiéndose de medios desproporcionados, destacando la intervención sobrenatural y premiando el amor filial de un indígena para con la Virgen María.

El Santuario de Copacabana tiene un gran valor como custodio de los valores que forjaron la nación y pueden continuar haciéndola grande; como lugar de encuentro y unión para todo el país. El templo actual, amplio y majestuoso, comenzó a construirse en 1605, y ha sido recientemente restaurado, con el fin de satisfacer las exigencias religiosas de los muchos romeros, sobre todo de Bolivia y de Perú, que allí acuden devotamente para implorar la protección de María.

Es la Santísima Virgen María quien desde los orígenes del cristianismo en el continente ha intercedido ante Dios para que la fe cristiana conserve su pureza, a pesar de los numerosos embates que ésta ha sufrido y sigue sufriendo por parte de las sectas que buscan destruirla.

La religiosidad de nuestro pueblo tiene una marcada devoción en la invocación frecuente de María, y se dirige a Ella para pedir los favores que más necesita. Pidamos a la Madre de Dios que, al acercarnos al jubileo del año 2000, nos acompañe en el camino de la Nueva Evangelización de América, como lo hizo con los primeros misioneros que allí llegaron.

Hacen falta evangelizadores que impregnen profundamente las culturas con el fermento vivificante del mensaje cristiano. Es esto lo que requiere la América Latina de la Iglesia, una Evangelización; pero no una Evangelización decorativa y superficial, sino una Evangelización que penetre en lo hondo, en la raíz, en la cultura del pueblo.