Coronación de Nuestra Señora de Aparecida, Patrona y Reina de Brasil

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Juan Pablo II envió un mensaje a Mons. Raymundo Damasceno Assis, arzobispo de Aparecida, en Brasil, en ocasión del centenario de la coronación de la estatua de Nuestra Señora de la Concepción de Aparecida. El Santo Padre se une espiritualmente al querido pueblo brasileño en este homenaje a la que es su Reina y Protectora, y ha mandado como su enviado especial a los ritos y a las celebraciones de este significativo evento, que tendrá lugar en el Santuario Nacional de Nuestra Señora Aparecida, al cardenal Eugenio Araujo Sales. 

“Hace casi tres siglos - explica el Santo Padre - que la Virgen tuvo un encuentro singular con el pueblo brasileño de este lugar”. De hecho, “los orígenes del santuario están relacionados con el descubrimiento, por parte de tres pescadores, de una pequeña imagen de Nuestra Señora, de color negro y con el rostro sonriente, que vieron surgir de entre las aguas, pescada en una red, con la cual pudieron después recoger una pesca muy abundante”. 

Los tres pescadores reconocieron en esta acción una señal de protección especial de la Virgen. Y a partir de este remoto mes de septiembre de 1717, “creció, en el pueblo, un culto por la imagen, a la que comenzaron a llamar ‘Aparecida’. La multitud inmensa de personas y fieles que acuden al santuario de su Reina y Protectora, obedece - escribe el Papa -, a un conmovedor y sincero llamamiento al alma de este pueblo brasileño en su búsqueda de Dios a través de Nuestra Señora”.

“En el transcurso de la historia de esta imagen morena de Reina y Madre tan amada - prosigue el Pontífice -, multitud de hombres y mujeres de todas las culturas y condiciones la han proclamado ‘Soberana’. Por eso mi venerable predecesor, Pío X, sensibilizado por la solicitud los hijos devotos de la Virgen Aparecida, coronó a Nuestra Señora como Reina del Brasil en el año 1904”. 

“La certeza de que Nuestra Señora, por un lado, se encuentra siempre junto a Dios donde aboga por la causa de sus hijos, fue la causa para que fuera denominada ‘omnipotente y suplicante’”. Por otra parte, “es de nuestra misma estirpe, hija de Eva, nuestra verdadera hermana que compartió plenamente, como mujer humilde y pobre, nuestra misma condición”. 

Juan Pablo II confía a cada una de las Comunidades Eclesiales brasileñas la protección de Nuestra Señora Aparecida, para que permanezca sus hijos fieles en la pureza de la fe, colaboradores de la esperanza y generosos en la caridad. A Ella, el Papa suplica para que les infunda un mayor dinamismo, haciendo de cada cristiano un verdadero apóstol.