Virgen de la Caridad: para Cuba que sufre, tu bendición

Dagoberto Valdés Hernández


“Para Cuba que sufre mi primera palabra…” Esta frase, pronunciada por José Martí hace más de un siglo, conserva hoy toda su vigencia y urgencia. 

Al celebrar la Fiesta de Nuestra Reina y Patrona, la Virgen de la Caridad, cada cubano experimenta de una manera muy sentida esa comunión entre la Patria y la Fe; entre la Virgen y la vida de los cubanos que están dentro de la Isla y dispersos por el mundo; entre la pequeña imagen de la Madre de Dios y la imagen sufriente de su pueblo. De modo que no es posible celebrar la fiesta de la Madre como si nada pasara a sus hijos.

Cuba sufre: acudamos a la Virgen Mambisa para que consuele, sane, cure y anime a su pueblo.

Nuestra mirada recorre el año trascurrido desde su última fiesta y no podemos dejar de poner en su regazo nuestras heridas:

El empeoramiento de la ya larga crisis económica, llamada eufemísticamente “período especial”.

La violencia que se incrementa y el desorden social que crece.

Los secuestros de naves y embarcaciones que demuestran la desesperación y el deseo de escapar de muchos cubanos, y el uso de los medios más inadecuados para emigrar.

Las largas e injustas condenas a 75 disidentes, y su encarcelamiento lejos de sus familias.

La aplicación sumaria de la pena de muerte a tres jóvenes en un proceso que duró una semana.

La confrontación con la Unión Europea por las medidas casi simbólicas que aquélla tomó ante las circunstancias descritas.

Éstas son sólo algunas huellas del sufrimiento padecido por nuestro pueblo durante este año. Son señales en la noche. Signos de un proyecto en descomposición.

Hay también señales de algo que va naciendo, de luces en la tiniebla, de brotes de semilla que es fecundada en el silencio del surco. Por eso son menos visibles, pero no menos existentes. Y es seguro que esas señales que apenas se ven, son las más importantes. En esas simientes está todo el futuro, toda la vida nueva, todos los proyectos potenciales. Es lo que no se ve. Pero es lo único que sostiene nuestra esperanza y lo único que tiene futuro. 

No nos debemos dejar confundir por las apariencias, ante un viejo tronco hueco y carcomido y un pequeño brote pegado a la semilla. Lo más grande y que más se ve, no es siempre lo más importante y lo que verdaderamente cuenta hacia delante. Así está Cuba, en esta Fiesta de la Caridad de 2003, entre el hueco tronco que cae por su peso sobre la hierba nueva y el renuevo de futuro que, bajo su mole, crece, imparable, en la oscuridad.

Ponemos esa semilla y su renuevo, bajo los ojos de la Reina de Cuba. A ella dirigimos nuestra plegaria:

Virgen María de la Caridad:
Tú, que fecundaste en tu seno
el renuevo del tronco de Jesé, 
infunde la vida de tu Hijo 
en las semillas de la nueva Cuba.
Tú, que eres el Rocío de la mañana,
no dejes que se marchite
el brote de nuestra libertad.
Tú, que eres la Rosa mística,
enséñanos a cultivar, 
en julio como en enero,
el perdón y la misericordia.
Tú, que eres la Puerta del cielo,
que nunca se cierre el paso al cambio en paz
para que jamás la violencia y la muerte 
clausuren el camino de la vida de tu pueblo.
Tú, la más pequeña entre las hijas de Israel
y la más bendita entre todas las mujeres,
haz que creamos en la fuerza de lo peque

Fuente: vozcatolica.org