El mensaje de la Virgen de la Caridad

Mons. Eduardo Boza Masvidal


Una vez más nos trae el calendario una fecha que no pasará inadvertida para ningún buen cubano como no pasa inadvertido para ningún buen hijo el día del santo de la madre. Esta fecha es el 8 de Septiembre, la fiesta de Nuestra Señora de la Caridad, Madre y Patrona del pueblo cubano. Y es conveniente que en estos dias penetremos en todo lo que de mensaje interno, de hondura espiritual y de valores fundamentales del hombre, está encerrado en esa devoción tan querida de nuestro pueblo, pero cuyo intimo y riquísimo sentido quizá muchos no han llegado aún a comprender. La Virgen de la Caridad representa
para nosotros un valor humano, un valor cristiano, un valor patriótico.

VALOR HUMANO

La Virgen de la Caridad es una mujer y es una madre. Es precisamente la Mujer por excelencia, bendita entre todas, en la cual se realiza el ideal supremo de la feminidad y la criatura humana llegó hasta alturas que la enlazan con lo divino. Mirándola y amándola a Ella la mujer adquiere gracia, pureza y belleza y el hombre respeto y caballerosidad, es decir la mujer se hace más
mujer y el hombre más hombre, y esto es lo que hace falta para que el mundo ande al derecho y no al revés. La mujer tiene los mismos derechos humanos que el varón porque ambos tienen la
misma dignidad humana y son igualmente hijos de Dios, pero pretender una igualdad absoluta de los sexos, aun en las ocupaciones y en su papel en la sociedad, es un absurdo biológico y psicológico. Dios hizo al hombre y a la mujer física y
psíquicamente distintos y les dio cualidades distintas para que mutuamente se completaran en la unidad familiar y social. A cada uno le señaló una misión distinta en la vida: a la mujer la hizo para madre, y por eso se ha dicho muy bien que "toda mujer, porque así Dios lo ha querido, lleva dentro del corazón un niño dormido".
Eva significa "madre de los vivientes" y aun la mujer que se consagra a Dios, está cumpliendo esta misión en una forma sublimada y ampliada, está siendo madre de muchos hijos a los que
va a enseñar o a cuidar o por los que va a orar y a sacrificarse para llevarlos al buen camino. El lugar de la mujer es, pues, el hogar, donde tiene una misión altísima y nobilísima que desempeñar, y si
la necesidad de ganar el sustento la obliga a trabajar fuera, no debe ser en un trabajo incompatible con su misión de mujer y de madre.
Al hombre en cambio Dios lo hizo para ser el sostén de su compañera y de sus hijos. Lo puso en el paraíso, dice el texto sagrado art operaretur illud, para que lo trabajase y le hiciera producir a la tierra sus frutos y sostuviera el hogar, y para eso le
dio la energía y la fuerza que necesitaba.
Después del pecado Dios no le cambió a ninguno su misión, sino que esa misión se hizo penosa. A la mujer le dijo "darás a luz con dolor', lo cual no se refiere tanto al dolor mismo del alumbramiento, que puede lícitamente evitarse en cuanto sea
posible, como pueden evitarse o aliviarse todos los dolores humanos, sino a que su misión de madre iba a ser misión muy sacrificada y que requeriría mucha abnegación. Al hombre le dijo
"la tierra te será dura y ganarás el pan con el sudor de tu frente" porque su trabajo de cualquier clase que fuera, manual o intelectual, humilde o brillante, iba a ser también duro y penoso.
La perfección de cada sexo está en realizar plenamente su misión. Es, pues, más hombre el que realiza una labor social más útil y fecunda. Por eso dice muy bien Marañón en su libro "Por la
higiene de la raza", que el tipo del Don Juan, que carece de ideales grandes y de realizaciones fecundas y sólo piensa en amoríos y en placeres, es un tipo poco viril y es más mujer la que sabe ser más madre de sus propios hijos o de los ajenos. Sería un grave error creer que la mujer gana con igualarse al hombre. La mujer vestida de hombre y con un revólver en la cintura pierde en su feminidad y no llena plenamente la función del uno ni la de la otra. En la devoción a la Virgen de la Caridad debe beber pues la mujer cubana ese ideal de feminidad que une a la ternura más exquisita, la capacidad de sacrificio y de trabajo que caracterizan a la "mujer fuerte" de que nos habla la Sagrada Escritura. Y allí debe encontrar también el hombre la fuente del respeto caballeresco a la mujer en la que verá un reflejo de la pureza y de la belleza de María, y el concepto puro y noble del amor, que elevando los
instintos primarios de un plano animal a un plano humano, le hace a él también más hombre.

VALOR CRISTIANO

Pero hay un segundo valor, aún más importante, en la devoción a la Virgen de la Caridad. Ella es el símbolo de la fe cristiana de nuestro pueblo. Somos un pueblo que cree en el espíritu, en el mundo de lo sobrenatural, que sabe que hay un Dios
y un Padre en los cielos que nos ama, y que está convencido de que el hombre no está hecho para los estrechos horizontes de este mundo material porque aunque los cosmonautas surquen el
espacio sería demasiado poco, pues el hombre está hecho para otro mundo superior y para pensar en el futuro con visión de eternidad.
La devoción a la Virgen de la Caridad es para nuestro pueblo el encuentro con Cristo que se hizo hombre para injertar al hombre en Dios, que nos ofrece el más noble ideal de amor y de
sacrificio por los hombres, sus hermanos, y que nos ha incorporado a su Iglesia, su Cuerpo Místico, para que nosotros junto con El construyamos un mundo señalado con la Cruz: un brazo vertical hacia lo alto, hacia el Infinito, por la fe y el amor a Dios; y dos brazos horizontales que se abren, tan anchos como la tierra, para abrazar a todos los hombres, aun a los enemigos, en un abrazo de hermanos.
Si amamos a la Virgen de la Caridad, esa fe la sentiremos tan hondamente. que nadie nos la podrá arrancar jamás y la viviremos plenamente haciendo de ella la realidad de nuestra vida.

VALOR PATRIÓTICO

La Virgen de la Caridad es la Patrona de Cuba. Esto la enlaza muy profundamente con los cimientos de nuestra nacionalidad. Fue allá por el mil seiscientos cuando Ella sentó sus reales entre nosotros, y desde entonces, como una cubana más, ha vivido con nosotros todas nuestras alegrías y todas nuestras penas.
A su calor se forjaron los ideales patrios y Ella ha estado en las luchas clandestinas y en los campos de batalla, en las cárceles y en los hospitales, en los hogares y en los templos. Ella sabe de cosas
que nadie sabe, de angustias muy secretas y de penas muy hondas.
Ella ha escuchado oraciones que salían de tiernas gargantas infantiles o de voces roncas de nuestros guajiros o de nuestros soldados. Su imagen bendita se transparenta en los pliegues de nuestra bandera, la de las franjas color de pureza y color de cielo,
y la del triángulo color de amor. Como en los orígenes de nuestra historia Ella estuvo con los tres pescadores que encontraron su imagen en un mar tranquilo, calmada ya la tempestad, así Ella está
también con nosotros hoy, cuando la tormenta azota y se nubla de espumas la ruta a seguir y Ella bendecirá nuestros esfuerzos por orientar, en medio de las alas deshechas, la proa hacia Cristo, y
con Cristo hacia la verdadera paz que no puede estar en la imposición de unos sobre otros, en la dictadura del capitalismo ni en la dictadura del proletariado, sino en la unión de todos en un
ideal de Verdad, de Justicia y de Amor, como su nombre.

Nuestra Señora de la Caridad. Habana
3 de Septiembre de 1961

Fuente: Libro: Voz en el destierro. Editado por la Revista Ideal, Miami, Fl. USA