La Virgen de la Caridad, un símbolo de identidad

Beatriz Suárez


En época tan temprana en la historia de la Isla de Cuba, como fue el siglo XVII, la imagen de Nuestra Señora de la Caridad de El Cobre, comenzó a acompañar a sus habitantes en cada momento de su vida; en sus sueños, anhelos, esperanzas, dolores y tristezas, como una madre amorosa a la que recurren sus hijos en busca de amparo, protección, ayuda y amor. Desde los hombres y mujeres más humildes, los ricos y famosos, pasando por nuestros próceres del siglo XIX, fundadores de la Patria, la han identificado como un símbolo que representa al pueblo cubano. Su Santuario en el poblado de El Cobre, se convirtió rápidamente en lugar de peregrinación, a donde con el corazón lleno de amor hacia la Madre de Cristo, llegan de disímiles lugares del país y del extranjero millares de sus hijos, a poner a sus pies las ofrendas, muestras de amor y fe. Basta visitar la Capilla de los Milagros para comprobarlo.

Cada ocho de Septiembre los templos católicos se engalanan y desde horas tempranas son visitados por sus fieles, pero también por peregrinos, que sin ser asiduos, vienen de lejos a honrar a nuestra madre la Virgen de la Caridad. Así ha sido desde siempre, desde que su imagen fuera hallada flotando en el mar, cerca de las costas holguineras; pero dejemos que sea el propio Juan Moreno, el niño negro que viajaba en la frágil embarcación, quien nos cuente como sucedió el hallazgo:

“...siendo de diez años de edad fue por ranchero a la Bahía de Nipe, que es en la banda norte de esta Isla de Cuba, en compañía de Rodrigo de Hoyos y de Juan de Hoyos, que los dos eran hermanos y indios naturales, los cuales iban a coger sal y habiendo rancheado en Cayo Francés, que está en medio de dicha Bahía de Nipe, para con buen tiempo ir a la salina, estando una mañana la mar en calma salieron de dicho Cayo Francés antes de salir el sol los dichos, Juan y Rodrigo de Hoyos y este declarante. Embarcados en una canoa para dicha salina y apartados de dicho Cayo Francés, vieron una cosa blanca sobre la espuma del agua que no distinguieron lo que podía ser, y acercándose más les pareció pájaro y ramas secas. Dijeron dichos indios, parece una Niña, y en estos discursos, llegados reconocieron y vieron la imagen de Nuestra Señora de la Virgen Santísima con el Niño Jesús en los brazos sobre una tablita pequeña una letras grandes las cuales leyó dicho Rodrigo de Hoyos y decían: “Yo soy la Virgen de la Caridad” y siendo sus vestiduras de ropaje se admiraron que no estaban mojadas. Y en esto llenos de gozo y alegría, cogiendo solo tres tercios de sal se vinieron para el Hato de Barajagua donde estaba Miguel Galán, Mayoral de dicho Hato y le dijeron lo que pasaba, de haber hallado a Nuestra Señora de la Caridad. Y el dicho mayoral muy contento y sin dilación envió luego a Antonio Angola con la noticia de dicha Señora al Capitán Francisco Sánchez Moya, que administraba las minas de dicho lugar, para que dispusiese lo que había que hacer, y mientras llegaba la noticia pusieron en la casa de vivienda de dicho Hato un altar de tablas, y en él a la Virgen Santísima, con luz encendida...”

Y desde entonces así ha estado la imagen de la Virgen en los altares, con luz encendida, esperando la visita de sus hijos, que unas veces con alegría van a compartir con ella el motivo de su gozo, otras llenos de pesar buscan su comprensión, apoyo o su intersección ante Dios. Ella siempre ha estado con nosotros, con todos los cubanos, y ha compartido nuestros afanes individuales y de pueblo, como lo hizo cuando el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, en noviembre de 1868 fuera a presentar sus armas y a poner a sus pies la justa lucha que los cubanos habían iniciado y que él encabezaba; o cuando el General Calixto García mandó a su Estado Mayor a celebrar el triunfo cubano sobre España, con una misa solemne y un “Te Deum” de Acción de Gracias ante la imagen de la Virgen de la Caridad en El Cobre. Y precisamente fueron los veteranos del Ejército Libertador encabezados por Jesús Rabí los que enviaron una carta al Papa Benedicto XV en 1915, pidiéndole su proclamación como Patrona de Cuba; o cuando se celebró en 1959 la Peregrinación Nacional que culminó en La Habana con una Santa Misa presidida por la imagen de Nuestra Señora de la Caridad en la Plaza “José Martí”, hasta el día de hoy, en que pedimos a ella por el mejoramiento del destino de nuestra patria.

El 8 de septiembre para los cubanos de la Isla.

A pesar de los muchos años en los que en la Isla se ha escondido la fe, la semilla que habían puesto en el corazón de muchos no ha muerto, y de distintas maneras es alimentada. Algunos, al modo de los católicos, otros según los cultos sincréticos, y muchos, aunque se hacen llamar ateos, en lo más intimo de sus corazones mantienen ocultas sus creencias; los mas jóvenes, con menos formación religiosa, ignorantes de los preceptos cristianos católicos, muchas veces reciben la influencia de los mayores o llevados por una intuición se acercan a la imagen de la Virgen.

Así, al acercarse esta festividad, los templos en Cuba comienzan a llenarse de rostros nuevos, que se unen a las comunidades los días del novenario, algunos van esporádicamente, otros cada uno de los nueve días. Cuando llega el día 8 los templos desbordan de una multitud de hombres y mujeres, jóvenes y viejos que quieren participar de la misa y la procesión, con flores, velas encendidas en las manos y un motivo en su corazón, son la expresión de la fe y el amor de un pueblo que pese a todo lo vivido sigue amando a la Virgen.

Es muy frecuente oír entre ellos decir: "Yo no creo en Dios, pero... la Virgen es otra cosa" o "Yo no voy a la Iglesia pero...la Virgen es la Virgen", o "Yo no creo en nada pero le tengo mucha fe a la Virgen". Frases como éstas son una muestra de la poca formación religiosa que ha caracterizado las ultimas décadas del pueblo cubano. Conocedores de esta realidad los sacerdotes hacen de esta misa una catequesis, que despierta en muchos el deseo de profundizar en la fe católica y se incorporan a los grupos de catecúmenos.

La Virgen nunca ha dejado de estar en el corazón de los cubanos aunque muchos no sepan que ella es María, la Madre de Jesús, la joven virgen que Dios escogió para darnos a su Hijo. Su devoción es un elemento importante de nuestra identidad. Por eso en la Isla ésta es la celebración del calendario litúrgico que tiene mayor participación de pueblo, y de seguro llegará el día en que todos los que participen de ella lo hagan sabiendo que nuestra Virgencita de la Caridad del Cobre no es otra que la Virgen Maria, la que nos trajo a la luz en Belén a nuestro Señor Jesucristo.

Este 8 de Septiembre acerquémonos a María de la Caridad con corazón sencillo y lleno de amor, a pedirle que siga acompañándonos como hasta hoy, que ponga en nosotros el gozo y la alegría que sintieron Juan Moreno, Rodrigo y Juan de Hoyos ante su imagen, que interceda por nuestras intenciones ante Dios, para que cada uno de nosotros en lo individual reciba su Gracia, pero también pidámosle que como pueblo escuche nuestras suplicas y nos conduzca por los caminos de la fe, la esperanza, el amor y la reconciliación.

Fuente: Revista Ideal, Miami, Fl. USA