Causa de nuestra alegría

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a) “Mi alma se ha alegrado en Dios, mi Salvador” (Lc. 1,47) canta nuestra Madre Santísima. Con un saludo de alegría comenzó nuestra salvación: “Alégrate la llena de gracia” fue la primera palabra del Arcángel S. Gabriel. Y cuando ascendió el Salvador a los cielos, les dejó a sus discípulos “con gran alegría” (Lc. 24,52). Después, San Pablo 
repite una y otra vez a los cristianos: “alegraos siempre” (Fil. 3,1; 4,4; 1Tes. 5,16). Ni aún cuando ayunemos hemos de estar tristes (Mt. 6,16). Los justos se alegran, se regocijan y saltan de júbilo pensando en la Providencia y bondad de Dios (Salm. 32, 33, 99). Si no vivo alegre, es que en mi vida falta que Dios entre más. 
b) “En cuanto oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre” (Lc. 1,44). Las palabras de la gracia plena, siempre son causa de alegría. Para quienes la meditan en el Evangelio, para tantos santos a quienes ha hablado, para el mundo actual que escucha sus mensajes de Lourdes, Fátima, etcétera. Ahora nos pide oración y penitencia, la oración del Rosario y la penitencia de cumplir nuestro deber. Así vendrá la conversión del mundo, con paz y gozo. Buscas tú en las palabras de la Virgen lo que, si quieres, causará tu alegría?

Fuente: cristorey.org