Nuestra Señora de las Siete Alegrías

Padre Tomás Rodríguez Carbajo

 

Toda nuestra vida está entretejida de dolor y alegría, pero nuestra condición humana inclinada al mal por el pecado nos hace ser más proc1ives al dolor, a la pena y amargura, que a la alegría. Esto denota nuestra falta de espíritu cristiano, que imbuido del mensaje evangélico debe ser optimista y alegre, como fruto de la fe.
Una de las imágenes que más se reproduce en el arte acerca de María es la de la Dolorosa. Nuestra devoción a Cristo crucificado nos hace acercarnos a su Madre dolorosa y apenada por el sufrimiento del Hijo.
Nuestra piedad se alimenta muchas veces del dolor y amargura sin sabérnoslo explicar, nos quedamos en este estado, impidiendo que sea atractiva nuestra religiosidad. ¿Por qué no damos el paso siguiente a la contemplación del dolor? ¿Por qué no contemplamos a Cristo con el trasfondo de los resplandores de la Resurrección? ¿Por qué no vemos el anverso de la vida de María para contemplar siete alegrías de su vida en contraposición de los siete dolores? No vayamos a creer ingenuamente que éstas son las únicas que María disfrutó, si estrujamos su vida aparecen éstas de manera más sobresalientes.
Junto a cada alegría disfrutada encontramos una virtud que le sirve de apoyo:

1. - El ángel le anuncia que ha sido elegida para ser la Madre del Mesías, Ella acepta la voluntad de Dios (Lc. 1,38). Había ofrecido libre y alegremente su virginidad, esto no va a impedir el que se le una el gozo de ser madre. La base de la elección por parte de Dios y de la aceptación por parte de Maria fue su humildad.

2. - La visita a su prima Isabel produce una mutua alegría. María se alegra, porque el oporbio de la esterilidad ha de.¡¡aparecido de su parienta, y ésta por la visita inesperada y tan honrosa de la Madre del Salvador. (Lc. 1,43). Maria estaba poniendo en práctica lo que después sería el distintivo cristiano:
No se puede amar a Dios, si no se ama al prójimo.

3.- Da a luz a su Divino Hijo.
Su alegría es equiparable a la de cualquier madre que ve llegada la hora del nacimiento de su hijo esperado, añadiendo además la condición única de ser el tan deseado por todo el Pueblo de Dios.
El bien que le ofrece a su Hijo es el de la riqueza de su pobreza, pues, de esta manera está disponible totalmente en las manos de Dios.

4. - Presentó a su Hijo, para que lo adorasen los Magos. Toda madre se enorgullece de su hijo y disfruta, cuando lo presenta a conocidos y familiares, ya que lo ve como una proyección de su persona. Maria a la condición de madre añadía la característica única de Madre del Mesías, por eso aprovechaba cualquier circunstancia para hacer apostolado, es decir, para llevar al conocimiento de los demás, el Salvador del mundo, no quería guardarse para sí a quien venía a redimimos a todos

5.- Encontró a Jesús en el templo.
En proporción al amor que se tenga viene el disgusto por la pérdida del bien querido; también resulta a la inversa: la alegría de un bien recuperado será tanto mayor, cuanto sea la estima en que se tiene 

¿Cómo medir el amor de María a su Hijo? Ella no cesa de buscarlo hasta que lo encuentra, los ineficaces resultados de unos días no le debilitan su constancia, su paciencia en la tarea emprendida de volver a estar otra vez con su Hijo. 

6.- Vio Resucitado a Jesús.
Esta alegría nos es inimaginable para nosotros. Habría que pasar por los tragos amargos de los dolores de María para poder vislumbrar el gozo y alegría de la Madre del Resucitado. La fe fue la que le guió en las duras pruebas y ahora comprendía ya a la luz de Cristo Resucitado lo que hasta entonces le había sido incomprensible y había guardado en su corazón. (Lc. 2,1 y 51).

7.- Subió en cuerpo y alma al Cielo .
Toda obra coronada produce una gran satisfacción. María ve su esperanza colmada, se despojará de ella para disfrutar de una manera visual nueva, constante e imperecedera de la visión de Dios Padre como Hija predilecta, de la de su Hijo glorificado como Madre preferida, y de la del Espíritu Santo como Esposa amantísima.