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María
Auxiliadora
EWTN
Historia
de la devoción a María Auxiliadora en la Iglesia Antigua.
Los
cristianos de la Iglesia de la antigüedad en Grecia, Egipto,
Antioquía, Efeso, Alejandría y Atenas acostumbraban llamar a
la Santísima Virgen con el nombre de Auxiliadora, que en su
idioma, el griego, se dice con la palabra "Boetéia",
que significa "La que trae auxilios venidos del
cielo". Ya San Juan Crisóstomo, arzobispo de
Constantinopla nacido en 345, la llama "Auxilio potentísimo"
de los seguidores de Cristo. Los dos títulos que más se leen
en los antiguos monumentos de Oriente (Grecia, Turquía, Egipto)
son: Madre de Dios y Auxiliadora. (Teotocos y Boetéia). En el año
476 el gran orador Proclo decía: "La Madre de Dios es
nuestra Auxiliadora porque nos trae auxilios de lo alto".
San Sabas de Cesarea en el año 532 llama a la Virgen
"Auxiliadora de los que sufren" y narra el hecho de un
enfermo gravísimo que llevado junto a una imagen de Nuestra Señora
recuperó la salud y que aquella imagen de la
"Auxiliadora de los enfermos" se volvió sumamente
popular entre la gente de su siglo. El gran poeta griego Romano
Melone, año 518, llama a María "Auxiliadora de los que
rezan, exterminio de los malos espíritus y ayuda de los que
somos débiles" e insiste en que recemos para que Ella
sea también "Auxiliadora de los que gobiernan"
y así cumplamos lo que dijo Cristo: "Dad al gobernante lo
que es del gobernante" y lo que dijo Jeremías: "Orad
por la nación donde estáis viviendo, porque su bien será
vuestro bien". En las iglesias de las naciones de Asia
Menor la fiesta de María Auxiliadora se celebra el 1º de
octubre, desde antes del año mil (En Europa y América se
celebre el 24 de mayo). San Sofronio, Arzobispo de Jerusalén
dijo en el año 560: "María es Auxiliadora de los que están
en la tierra y la alegría de los que ya están en el
cielo". San Juan Damasceno, famoso predicador, año 749, es
el primero en propagar esta jaculatoria: "María
Auxiliadora rogad por nosotros". Y repite: "La "Virgen
es auxiliadora para conseguir la salvación. Auxiliadora para
evitar los peligros, Auxiliadora en la hora de la muerte".
San Germán, Arzobispo de Constantinopla, año 733, dijo en un
sermón: "Oh María Tú eres Poderosa Auxiliadora de los
pobres, valiente Auxiliadora contra los enemigos de la fe.
Auxiliadora de los ejércitos para que defiendan la patria.
Auxiliadora de los gobernantes para que nos consigan el
bienestar, Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu
ayuda".
La
batalla de Lepanto.
En
el siglo XVI, los mahometanos estaban invadiendo a Europa. En
ese tiempo no había la tolerancia de unas religiones para con
las otras. Y ellos a donde llegaban imponían a la fuerza su
religión y destruían todo lo que fuera cristiano. Cada año
invadían nuevos territorios de los católicos, llenando de
muerte y de destrucción todo lo que ocupaban y ya estaban
amenazando con invadir a la misma Roma. Fue entonces cuando el
Sumo Pontífice Pío V, gran devoto de la Virgen María convocó
a los Príncipes Católicos para que salieran a defender a sus
colegas de religión. Pronto se formó un buen ejército y se
fueron en busca del enemigo. El 7 de octubre de 1572, se
encontraron los dos ejércitos en un sitio llamado el Golfo de
Lepanto. Los mahometanos tenían 282 barcos y 88,000 soldados.
Los cristianos eran inferiores en número. Antes de empezar la
batalla, los soldados cristianos se confesaron, oyeron la Santa
Misa, comulgaron, rezaron el Rosario y entonaron un canto a la
Madre de Dios. Terminados estos actos se lanzaron como un
huracán en busca del ejército contrario. Al principio la
batalla era desfavorable para los cristianos, pues el viento
corría en dirección opuesta a la que ellos llevaban, y detenían
sus barcos que eran todos barcos de vela o sea movidos por el
viento. Pero luego - de manera admirable - el viento cambió de
rumbo, batió fuertemente las velas de los barcos del ejército
cristiano, y los empujó con fuerza contra las naves enemigas.
Entonces nuestros soldados dieron una carga tremenda y en poco
rato derrotaron por completo a sus adversarios. Es de notar, que
mientras la batalla se llevaba a cabo, el Papa Pío V, con una
gran multitud de fieles recorría a cabo, el Papa Pío V, con
una gran multitud de fieles recorría las calles de Roma rezando
el Santo Rosario. En agradecimiento de tan espléndida victoria
San Pío V mandó que en adelante cada año se celebrara el
siete de octubre, la fiesta del Santo Rosario, y que en las
letanías se rezara siempre esta oración: MARÍA AUXILIO DE LOS
CRISTIANOS, RUEGA POR NOSOTROS.
El
Papa y Napoleón.
El
siglo pasado sucedió un hecho bien lastimoso: El emperador
Napoleón llevado por la ambición y el orgullo se atrevió a
poner prisionero al Sumo Pontífice, el Papa Pío VII. Varios años
llevaba en prisión el Vicario de Cristo y no se veían
esperanzas de obtener la libertad, pues el emperador era el más
poderoso gobernante de ese entonces. Hasta los reyes temblaban
en su presencia, y su ejército era siempre el vencedor en las
batallas. El Sumo Pontífice hizo entonces una promesa: "Oh
Madre de Dios, si me libras de esta indigna prisión, te honraré
decretándote una nueva fiesta en la Iglesia Católica". Y
muy pronto vino lo inesperado. Napoleón que había dicho:
"Las excomuniones del Papa no son capaces de quitar el
fusil de la mano de mis soldados", vio con desilusión que,
en los friísimos campos de Rusia, a donde había ido a
batallar, el frío helaba las manos de sus soldados, y el fusil
se les iba cayendo, y él que había ido deslumbrante, con su
famoso ejército, volvió humillado con unos pocos y maltrechos
hombres. Y al volver se encontró con que sus adversarios le habían
preparado un fuerte ejército, el cual lo atacó y le proporcionó
total derrota. Fue luego expulsado de su país y el que antes se
atrevió a aprisionar al Papa, se vio obligado a pagar en triste
prisión el resto de su vida. El Papa pudo entonces volver a su
sede pontificia y el 24 de mayo de 1814 regresó triunfante a la
ciudad de Roma. En memoria de este noble favor de la Virgen María,
Pío VII decretó que en adelante cada 24 de mayo se celebrara
en Roma la fiesta de María Auxiliadora en acción de gracias a
la madre de Dios.
San
Juan Bosco y María Auxiliadora.
El
9 de junio de 1868, se consagró en Turín, Italia, la Basílica
de María Auxiliadora. La historia de esta Basílica es una
cadena de favores de la Madre de Dios. su constructor fue San
Juan Bosco, humilde campesino nacido el 16 de agosto de 1815, de
padres muy pobres. A los tres años quedó huérfano de padre.
Para poder ir al colegio tuvo que andar de casa en casa pidiendo
limosna. La Sma. Virgen se le había aparecido en sueños mandándole
que adquiriera "ciencia y paciencia", porque Dios lo
destinaba para educar a muchos niños pobres. Nuevamente se le
apareció la Virgen y le pidió que le construyera un templo y
que la invocara con el título de Auxiliadora.
Empezó la obra del templo con tres monedas de veinte centavos.
Pero fueron tantos los milagros que María Auxiliadora empezó a
hacer en favor de sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo
terminada la gran Basílica. El santo solía repetir: "Cada
ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima
Virgen". Desde aquel santuario empezó a extenderse por el
mundo la devoción a la Madre de Dios bajo el título de
Auxiliadora, y son tantos los favores que Nuestra Señora
concede a quienes la invocan con ese título, que ésta devoción
ha llegado a ser una de las más populares.
San Juan Bosco decía: "Propagad la devoción a María
Auxiliadora y veréis lo que son milagros" y recomendaba
repetir muchas veces esta pequeña oración: "María
Auxiliadora, rogad por nosotros". El decía que los que
dicen muchas veces esta jaculatoria consiguen grandes favores
del cielo.
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