Tiempo de gracia  

Santiago Martín

 

La muerte de Sor Lucía, no por lógica y esperada debido a su edad, ha sido menos impactante. La beatificación de sus primos y la vida de santidad que ella ha llevado, así como la extraordinaria importancia del mensaje que la Virgen les reveló en Fátima, habían hecho de esta monja buena y humilde un icono de santidad, una referencia obligada a creer en la intervención de Dios y de María en la historia del hombre.
Sin embargo, con ella me pasa igual que con otros grandes personajes, sobre todo con los santos. Siempre que se les alaba, me pregunto si los elogios que les dedicamos les estarán agradando. Porque creo que el verdadero aplauso del que disfruta un santo es el de la imitación, el de hacer caso de su mensaje y aplicar sus enseñanzas a la propia vida.
El mensaje de Lucía, el mensaje de Fátima, es muy sencillo. Es una historia de amor. Es una prueba más de que Dios existe y se interesa por el hombre, dándole advertencias oportunas para que corrija su comportamiento y evite desgracias. La cuestión está en si creemos hoy en que Dios interviene en la historia. O, dicho de otro modo, la cuestión está en si seguimos teniendo fe en Dios, en el poder de Dios, en el amor de Dios. Ya sé que muchos no, pero los que -por la gracia de Dios- sí creemos, tendríamos que ser coherentes con nuestra fe. Coherentes como lo fue Juan Pablo II, consagrando el mundo al Inmaculado Corazón de María, poco tiempo después de lo cual cayó el muro y se derribó el comunismo.
Esa coherencia pasa, por ejemplo, por creer en la importancia de la oración. Pasa por volver a la práctica -tan insistentemente recomendada por la Virgen a Sor Lucía- de consagrar los cinco primeros sábados de mes al Inmaculado Corazón a través de la comunión eucarística. Pasa por poner en práctica lo que ha pedido el Papa para este año de la Eucaristía: celebración digna de la misa y adoración del Santísimo en todas las iglesias. Han pasado ya cuatro meses de este año litúrgico tan especial y en muchas parroquias todavía no hay adoración eucarística. En muchísimas no se ha informado a los fieles de la indulgencia plenaria concedida a los que participen en ella. ¿Será que hemos perdido, en el seno de la Iglesia, la fe?
Escuchemos las advertencias de María, sus ruegos. Aún es tiempo de gracia.

Fuente: Foro Loiola