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La Guadalupana, tu Madre
Padre Mariano de Blas, L.C.
El
nombre más repetido en las mujeres mexicanas es el de GUADALUPE. Por eso
muchas celebran su santo el 12 de Diciembre, fecha en que una mujer vestida de
princesa, se le apareció a un natural de esta tierra, a Juan Diego, en la
Colina del Tepeyac.
Santa María de Guadalupe es el nombre de la celestial Señora. Ella pidió
que se construyera un templo, y el templo se construyó. Más aún, hace
algunos años se construyó un nuevo santuario más grande y moderno para dar
cabida a un número mayor de peregrinos.
Hoy se encuentran muchísimos templos en todo México dedicados a la Virgen de
Guadalupe. Casi todas las ciudades tienen el suyo.
¿Para qué pidió un templo? Para que todos nos sintiéramos en su casa
cuando fuéramos allí a rezar, para poder decir a cada habitante de nuestro
país las mismas palabras que dirigió a Juan Diego: “No temas, ¿no esto yo
aquí que soy tu Madre?”
Hermosas palabras que nos quiere decir a cada uno todos los días, pero sobre
todo en esos días amargos, días de dolor y desesperanza.
“No temas, ¿no esto yo aquí que soy tu Madre?...” Tenemos miedo de
tantas cosas, miedo de perder la salud, el dinero, a que nos roben, miedo al
futuro. Existe mucho miedo en el ambiente. “No temas...”, nos dice Ella.
El 12 de Diciembre hasta los más duros se ablandan, van de rodillas ante la
Guadalupana.
Santos y pecadores, borrachos y mujeriegos, quizá hasta le juren a la
Virgencita que van a cambiar para siempre, y al día siguiente vuelven a ser
los mismos. Pero hicieron el intento, y cualquier intento es bueno. Ella se
los toma en cuenta. Después de tantos intentos fallidos, basta que uno de
esos esfuerzos de resultado.
Yo me pregunto si México sería el mismo si no hubiera intervenido en su
historia la Reina del Cielo.
Me impresiona que los mismos inicios de México como nación, interviniera tan
amorosamente esa Persona a quién con santo orgullo se le llama “Reina de México”.
En aquel momento era necesaria la ayuda y protección de la Madre de Dios. Hoy
es mucho más necesaria. Los males de México son tantos y tan duros que se
necesita la ayuda del cielo para remediarlos. Creo que no bastan los buenos
políticos y los buenos economistas.
¡Reza, México, a tu Reina!, para que puedas ser liberado de este naufragio.
Esa Reina no ha devaluado su amor a México ni a los mexicanos, hoy los quiere
como entonces, pero se necesitan millones de manos alzadas al cielo, millones
de rodillas que toquen la tierra rezando, millones de lenguas y corazones que
unan su voz y su amor en una oración gigantesca y sonora a la Reina de México,
para que venga a auxiliarnos en esta hora difícil.
Para los que tienen fe, hay un faro de esperanza en la Colina del Tepeyac que
se llama Santa María de Guadalupe.
El tesoro más rico que México tiene es una tilma sencilla donde la Madre de
Dios se pintó a sí misma para que al contemplarla oyéramos todos su dulce
mensaje: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”
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