Guadalupe y la formación de México

Carlos Astudillo

 

El 12 de diciembre celebramos la fiesta de la Virgen de Guadalupe. Desde el punto de vista histórico, la presencia de Guadalupe en la formación de la Nación Mexicana ha sido fundamental. Independientemente del credo religioso que cada mexicano actual profese, es indispensable tener una noción clara de su importancia para la conformación de nuestra identidad cultural.
Los mexicanos son poco concientes de que la mayor parte del actual México fue integrado en un solo país a partir del siglo XVI, en un proceso de mestizaje racial, pero sobre todo cultural, que involucró a personas de muy distintos orígenes y características. Españoles, mexicas, tlaxcaltecas, otomíes, africanos, chinos y filipinos partieron hacia el norte de Mesoamérica, y fueron integrando nuevas regiones al país que se iba construyendo. Ciudades que nunca habían existido, como Querétaro, San Miguel de Allende, Zacatecas, Guanajuato, Saltillo y muchas más surgieron de esta marcha hacia el norte.

¿Cuál fue el principal elemento de solidaridad, de cohesión, de integración, de identidad, de pertenencia, que pudo abrazar a tantas raíces culturales distintas, e integrarlas en una nueva nación, pluricultural, mestiza y variada?

Guadalupe. Testimonios históricos del siglo XVII indican que para entonces los nacidos en México se reconocían distintos y originales, y eso era motivo de orgullo y satisfacción. Se mencionaban los caballos que esta tierra daba, la hermosura de las mujeres, el clima benigno, la grandiosidad del paisaje, la corrección y dulzura del idioma, los grandes palacios e iglesias. Todo eso era mencionado, pero había algo más que ostentaban los mexicanos con una gran alegría, casi con un sentido de revancha frente a los nacidos en otras tierras: la Madre de Dios había tenido una especial consideración con esta región del mundo, y como prueba de su especial favor les había hecho don de su propia imagen, impresa en la tilma de un natural del país.

Los criollos presumían a Guadalupe frente a los españoles peninsulares, los cazcanos y los otomíes celebraban la paz tomando como testigo a la Virgen morena, los tlaxcaltecas y los huachichiles fundaban nuevas ciudades y se hermanaban bajo la protección de la Guadalupana.

Guadalupe era Madre y protectora de los nuevos mexicanos, mestizos como ella. Esto es algo difícil de entender en un mundo contemporáneo devorado por el odio racial, o por las diferencias religiosas. En Madrid, Londres, Berlín o Milán, estamos asistiendo al fenómeno de la integración cultural en toda su complejidad, fenómeno en el que los mexicanos tenemos cinco siglos de experiencia. La integración no está exenta de lágrimas y dificultades. Los extremismos religiosos que devienen en terrorismo brutal y torpe no son sino síntomas de las dificultades a que se enfrentan las sociedades modernas. Los mexicanos generamos una cultura, que a pesar de defectos y deficiencias, alcanzó grandes aciertos, y uno de ellos sin duda es que supo integrar creativamente a sus raíces diversas. No por nada se dice hoy en día que Guadalupe es uno de los símbolos de identidad cultural más importantes del mundo, tanto en Los Angeles, San Francisco o Chicago, como en Culiacán, Guanajuato o Mérida.
El cholo fronterizo, la señora de Puebla, el indígena tzeltal de Chiapas, la niña regiomontana de colegio de monjas o el hombre de los Altos de Jalisco, el pescador de Tuxpan o el jugador de fútbol de la ciudad de México, el empresario de Jalapa, el albañil de Toluca, y muchos mexicanos más, comparten la devoción guadalupana y son depositarios de una vivencia religiosa que se va enriqueciendo a través de los siglos y sigue resonando en el alma de México.

Fuente: yoinfluyo.com