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Nuestra Señora de Guadalupe.
Andrea Cordero Ramón
En 1531 una Señora del Cielo se apareció a un
pobre indio en un cerro al noroeste de la actual ciudad de México; se
identificó como la Madre del verdadero Dios, le encargó que hiciera que el
obispo construyera un templo en ese lugar y dejó una imagen de sí misma
impresa milagrosamente en su tilma, un tejido de cactus de poca calidad que
se debió haber deteriorado en 20 años pero que no muestra señales de
corrupción 469 años después y aún desafía toda explicación científica sobre
su origen.
Y hasta parece aún reflejar en sus ojos lo que tenía frente a ella en 1531.
Su mensaje universal de compasión y amor, y su promesa de ayuda y protección
para toda la humanidad, se encuentra relatado en el "Nican Mopohua",
documento escrito en el siglo 16 en el lenguaje nativo, Nahuatl.
Hay razones para creer que en el cerro Tepeyac María vino en su cuerpo
glorificado, siendo sus manos físicas las que acomodaron las rosas en la
tilma de Juan Diego, lo que hace a esta aparición muy especial.
Una increíble lista de milagros, curas e intervenciones se le atribuyen. Se
estima que cada año más de 10 millones visitan su Basílica, haciendo de su
casa en la ciudad de México el Santuario Mariano más popular en el mundo, al
igual que la iglesia católica más visitada después del Vaticano.
La Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe es celebrada el 12 de diciembre .
En 1999, su santidad Juan Pablo II, en su homilía durante la Misa Solemne en
la Basílica de Guadalupe durante su tercera visita al santuario, declaró la
fecha del 12 de diciembre con el rango litúrgico de Fiesta para todo el
continente de las Américas.
El Simbolismo que encierra la imagen
A continuación describimos brevemente algunos de los símbolos que encierra
la imagen de Guadalupe, y que podemos identificar claramente con la cultura
indígena predominante en la región (el pueblo Azteca) en la época de las
apariciones en el Tepeyac:
En la Imagen milagrosa del ayate, la Virgen lleva el cabello suelto, lo que
entre los aztecas era señal de virginidad. Es la figura de una Virgen y al
mismo tiempo de una madre.
Su rostro es moreno, ovalado y en actitud de profunda oración. Tiene un
semblante dulce y amable que refleja el amor, la ternura y la gran fortaleza
característica de las madres latinoamericanas.
Sus manos están juntas en señal de recogimiento, en profunda oración. La
derecha es más blanca y estilizada, la izquierda es morena y más gruesa,
podemos interpretar que significa la unión de dos razas distintas.
La Virgen está embarazada, esto se puede constatar por la forma aumentada
del abdomen y la presencia del Cinto negro que llevaban las mujeres
embarazadas de la cultura indígena azteca. Este cinto se localiza arriba del
vientre, cae en dos extremos trapezoidales que en el mundo náhuatl
representan el fin de un ciclo y el nacimiento de una nueva era. En la
imagen simboliza que con Jesucristo se inicia una nueva era tanto para el
viejo como para el nuevo mundo.
La edad de la Virgen representa a una joven de entre 18 y 20 años, edad a la
que comúnmente eran desposadas las jóvenes indígenas de la región.
La Virgen de Guadalupe está rodeada de rayos dorados que le forman un halo
luminoso o aura. El mensaje transmitido es: ella es La Madre de la Luz, del
Sol, del Niño Sol, del Dios verdadero, ella lo hace descender hacia el
“centro de la luna” para que allí nazca, alumbre y dé vida.
Ella está de pie en medio de la luna, y no es casual que las raíces de la
palabra México en náhuatl sean “Metz-xic-co” que significa “el centro de la
luna”. La luna también es símbolo de fecundidad, nacimiento, vida. Marca los
ciclos de la fertilidad femenina y terrestre.
La flor de cuatro pétalos o “Nahui Hollín” es el máximo símbolo náhuatl y
representa la presencia de Dios, la plenitud, el centro del espacio y del
tiempo. Esta sencilla y pequeña flor define a la Virgen de Guadalupe como la
Madre de Dios y se ubica sobre su vientre, es decir, donde se encuentra
Nuestro Señor Jesús.
Un ángel está a los pies de la Guadalupana. Sus alas son como de águila,
asimétricas y muy coloridas, los tonos son parecidos a los del pájaro
mexicano “tzinitzcan”. Sus manos sostienen el extremo izquierdo de la túnica
de la virgen y el derecho del manto.
Y algo maravilloso: las estrellas del manto están en la ubicación exacta
donde se encontraban en el cielo de aquel 12 de diciembre, es decir, las
principales constelaciones del firmamento están también plasmadas en la
imagen.
A todos estos detalles extraordinarios, evidentes dentro de la Imagen de la
Guadalupana, hay que sumarle el momento en que Ella se plasmó en el ayate
milagroso de Juan Diego un 12 de diciembre de 1531. Ese mismo día, por la
mañana, tuvo lugar el solsticio de invierno, que para las culturas
prehispánicas significaba el sol moribundo que vuelve a cobrar vigor, el
retorno de la vida, la luz que vence a las tinieblas y resurge victoriosa.
El día comenzaba a reinar sobre la noche cuando la Virgen presentó a los
ojos incrédulos de América a su hijo único, el Dios verdadero que se entregó
para la conversión y salvación de todos los pueblos.
Por otro lado, también existen en la imagen una serie de símbolos místicos
cristianos, que identifican a la Virgen de Guadalupe con la “mujer vestida
de sol, con la luna bajo sus pies”, de la cual habla el Apocalipsis (Ap
12,1); y aunque la mayoría de los pastores de nuestra Iglesia prefieren no
referirse al tema, es seguro que esta aparición inició una etapa
trascendente para todo el mundo cristiano.
“Las figuras que aparecen en los ojos de la Guadalupana no están pintadas”
La aseveración corresponde al doctor José Aste Tonsmann, un técnico que
comenzó a estudiar las retinas de la Virgen a principios de 1980, y que
desde hace algún tiempo imparte conferencias en diversos países sobre sus
hallazgos.
El pasado 17 de julio, el diario “La Razón” de España, publicó una
entrevista realizada en Madrid por el periodista Álex Navajas a este
prestigioso científico.
La nota de referencia indica que en 1929 se descubrió la primera figura
humana en el ojo de la Virgen de Guadalupe. “La descubrieron con una lupa,
pero casi se aprecia a simple vista”, explicaba en la entrevista el doctor
Aste Tonsmann, un experto de IBM en procesamiento digital de imágenes, que
además de corroborar técnicamente la presencia de esa imagen, percibió la
existencia de doce figuras más.
Consultado acerca de si esas figuras podrían ser una obra humana, el experto
lo negó categóricamente. “No, por tres motivos: En primer lugar, no son
visibles al ojo humano, salvo una, la del español, que es la más grande.
Nadie podría haber pintado unas siluetas tan pequeñas.
En segundo lugar, los pigmentos de esas figuras no se sabe qué origen
tienen. Ocurre lo mismo con la imagen de la Virgen: no está pintada, y nadie
sabe aún cómo se estampó sobre la tilma de Juan Diego”.
El tercer motivo es que “las trece figuras se repiten en los dos ojos. ¿Qué
artista haría eso? Además, su tamaño varía de un ojo a otro, precisamente
tal cual sucede en la realidad, dependiendo de lo cerca que estuviera el
personaje del ojo izquierdo o derecho de la Virgen en el momento de su
‘impresión’ en el ayate”.
Al preguntársele sobre el método y los procedimientos que siguió en sus
estudios, Aste Tonsmann explicó que primero se tomaron unas fotografías de
los ojos. Después se digitalizaron y se realizaron las ampliaciones y el
proceso de filtrado de las imágenes, en computadoras de alta precisión.
El experto indicó que en las retinas de la Virgen pueden apreciarse las
imágenes de un sirviente casi desnudo; un anciano (el obispo Zumárraga); un
joven (el traductor); un indígena con una tilma (Juan Diego); una mujer
negra (una esclava); un español con barba; y por último, una familia
indígena con padre, madre, tres hijos y dos adultos más...
Cuando el periodista preguntó a Aste Tonsmann cómo sabía que el resto de las
figuras correspondían a la esclava, al traductor, y los otros personajes, el
científico respondió: “Hay constancia histórica. El anciano que aparece en
los ojos de la Virgen guarda gran parecido con los cuadros del obispo
Zumárraga que hay de la época. Sobre la esclava negra, Zumárraga dice en su
testamento que le da la libertad, e incluso sabemos que se llamaba María. En
el Archivo de Indias se conserva el acta de embarque del obispo cuando
marchó al Nuevo Mundo”, concluyó el especialista.
Además de estas razones, que por sí tienen la suficiente contundencia como
para echar por la borda las notas publicadas por algunos medios de
comunicación acerca de un presunto “fraude” relacionado con la imagen de
nuestra Madre de Guadalupe, hay un cuarto motivo, que nos permite negar
rotundamente la posibilidad de que se trate de una pintura, como dichas
publicaciones han pretendido hacer creer, y es que este fenómeno de
“reflexión” de las imágenes de lo que se está viendo, en los ojos de las
personas, conocido con el nombre de “reflejo de Sansom y Purkinje” ha sido
descubierto recién en 1825, cuando ya la imagen tenía casi tres siglos de
antigüedad.
Aun las versiones que sostienen que se trata de una pintura, reconocen que
la imagen data de mediados del siglo XVI. Evidentemente, ya sería demasiado
absurdo negarlo, pues todos saben que la tilma estuvo allí desde esa época.
Cabe preguntar a estos manipuladores de la información entonces ¿habría sido
el supuesto “pintor” capaz de adelantarse tres siglos a un descubrimiento
científico moderno, para pintar esos reflejos?
La verdad es que resulta bastante irracional tratar de sostenerlo... Vaya
uno a saber qué buscan, aparte de vender más ejemplares de sus pasquines,
quienes confunden a la gente con presuntos “hallazgos de última hora”, eso
sí, barnizados con discursos racionalistas, muy exitosos en este momento, en
que incluso algunos pastores de la Iglesia parecen no tener la suficiente
fe.
Fuente:
Revista
Ideal, Miami, USA
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