|
La Virgen de Guadalupe,
fuente de reconciliación entre las culturas
Carlos Díaz Rodríguez
Es cierto que en la
conquista del nuevo mundo, se dieron muchas injusticias en cuanto al
trato que se les dio a los indígenas, esto es un hecho que ciertamente
no se puede negar, sin embargo, esto no quiere decir que la Iglesia no
haya realizado una verdadera labor de acogida hacía el pueblo indígena
como lo hicieron diversos misioneros, entre ellos, Fray Bartolomé de las
Casas miembro de la Orden de Predicadores (Dominicos) y fiel defensor de
los indios. La realidad es que tenemos que analizar muy bien la historia
de la colonización de América, para distinguir los actos contrarios a la
dignidad humana pero también reconociendo las aportaciones del
cristianismo a todo el continente, aportaciones que en ningún momento
deben verse como una destrucción de las culturas.
Es cierto que para los indígenas no fue nada fácil, el que llegara una
nueva doctrina, una nueva realidad, esto explica porque al inicio de la
colonización no hubo grandes conversiones, sin embargo, hubo un hecho
que permitió evangelizar, sin violar las tradiciones indígenas, hubo un
hecho que permitió encontrar a los europeos con los pueblos indígenas y
viceversa, este hecho que reconcilió culturas fue, indudablemente, el
acontecimiento Guadalupano, el que la Virgen María se haya aparecido en
tierras americanas, concretamente en el cerro del Tepeyac en México.
La Virgen de Guadalupe no violentó la visión indígena, sino que por el
contrario se presentó como una de ellos, lo cual indudablemente fue un
modo de evangelizar que no quito la identidad del pueblo indígena, si
vemos el rostro de la Virgen de Guadalupe notaremos que es moreno, con
características indígenas y sobre todo con un rostro compasivo, en su
mirada, en toda la imagen, se nota a la Madre de Cristo comprendiendo el
dolor olvidado de los indígenas, a quienes se les debe respetar y
defender de cualquier abuso que viole sus derechos. Si se busca un hecho
reconciliador, es el de la Virgen de Guadalupe pues, por una parte,
reflejó el mensaje cristiano de Europa y por otra, se la aparece a San
Juan Diego un indígena, es decir, reconcilia a los pueblos pues no se
limitó a los europeos o a los indígenas, sino que su mensaje se adapta a
las realidades de cada cultura, con un carisma que solo el Padre Dios le
pudo haber regalado a la Madre de su Hijo Amado.
El llamado de Cristo a evangelizar siempre ha estado claro y ciertamente
siempre es necesario promover el mensaje cristiano, un mensaje de amor,
sin embargo, no debemos quedarnos en el desprecio de las aportaciones
del viejo continente pues no todo lo que hicieron estuvo mal, si bien
hubo abusos inaceptables, también hubo aspectos positivos ya que nos
aportaron muchas riquezas culturales que hoy son parte de la identidad
de nuestro continente.
Las celebraciones religiosas indígenas, convertidas al cristianismo,
tuvieron un nuevo realce ya que, por una parte, los indígenas utilizaban
su don para realizar ceremonias religiosas y por otra parte los
misioneros les habían aportado, si bien no un modo cerrado de
celebrarlas, el ideal de su celebración. El pueblo indígena no tiene
porque perder su identidad pero también es cierto que parte de su ser es
la Virgen del Tepeyac, la madre que les acompaña día a día. América ha
evolucionado y ciertamente esto se debe tanto a la identidad indígena y
europea, como también al hecho Guadalupano, y a las aportaciones de los
primeros misioneros, es decir, que se ha hecho un gran mosaico cultural
que merece todo respeto, toda admiración, y con ello una auténtica
valorización.
Los indígenas y María de Guadalupe son compañeros de camino, ella ha
querido reconciliar culturas porque el mensaje cristiano es
esencialmente de amor, de fraternidad, es decir, de sana convivencia.
Los indígenas son un deben ser respetados y apoyados, para que alcancen
los derechos que ciertamente se merecen.
Fuente: catolicos.org
|
|