Nuestra Señora de Lourdes

 

Nuevo Año Cristiano. Editorial Edibesa 

 

 

Hasta mediados del siglo XIX, nadie conocía el nombre de Lourdes, excepto los habitantes de las aldeas circundantes, de la que Lourdes, un pueblo de unos escasos cuatro mil habitantes, era la cabeza del partido judicial. Sin embargo, entonces y ahora, Lourdes tiene la belleza propia de los pueblos pirenaicos, con su verde sempiterno, con sus callejas empinadas que suben o bajan del castillo. Y un valor añadido: el majestuoso paso del río Gave por sus inmediaciones, con sus verdes valles, sus empinados riscos y las caprichosas rutas de los montículos de su ribera. 

Precisamente en una de esas grutas iba a ocurrir un acontecimiento que cambiaría por completo la vida de aquel ignoto pueblo perdido en las estribaciones de los Pirineos.

LAS PRIMERAS APARICIONES

Era el 11 de febrero de 1858: una mañana gris, fría y lluviosa. Tres muchachas salieron de la pobrísima casa de los Soubirous , que por entonces atravesaban una muy preocupante situación social y económica que los tenía abocados en la miseria. Eran Bernadette Soubirous ( ↗ 18 de febrero) - que sólo hacía dos semanas que había regresado a Lourdes, después de trabajar unos meses en casa de la que había sido su nodriza, María Lagües, en Bartrès -, su hermana Toinette y su amiga Jeanne . Iban en busca de leña para la casa, y llegaron hasta la isla formada por un recodo del río Gave y un canal que desemboca en él. De improviso, a la hora del ángelus, Bernadette es sorprendida por un fragor que llega de la gruta de Massabielle . Las otras dos ya habían cruzado el canal. Y cuando Bernadette se disponía a cruzarlo, se quedó extasiada ante lo que veía en la gruta: entre un resplandor, una Señora joven, de rostro angelical, cubierta con un velo, vestida de blanco, ceñida con una banda azul y con un bello rosario entre las manos 

Bernadette , muchacha de catorce años que no había aprendido a leer, se asusta. Instintivamente, se mete la mano al bolsillo y saca su rosario. Pero no atina a hacer la señal de la cruz, hasta que aquella Señora la hace: entonces reza el rosario en su presencia. La visión desaparece, y Bernadette no tuvo más remedio que contar a sus compañeras lo que había visto. Cuando se enteran sus padres, porque le faltó tiempo a Toinette para contárselo, prohíben a Bernadette volver a Massabielle . 

Sin embargo, consienten en que vaya, pero acompañada al menos de su padre. La segunda aparición tenía lugar tres días después, y la tercera el día 18: por primera vez, le habla la joven Señora y le invita a ir allí durante quince días. Durante el regreso a casa, la señora Milhet , que había acudido para cerciorarse y dejar constancia de los hechos, sorprende al grupo que acompañan a la vidente con una pregunta: ¿Y si fuera la Virgen? Poco a poco aumenta el número de acompañantes. Y las autoridades, un tanto alarmadas, deciden intervenir. El comisario Jacomet sometió a Bernadette a un duro interrogatorio. Pero ella, ni se retracta de lo dicho ni se deja intimidar por las amenazas del comisario. Tampoco afirma que es la Virgen quien se le aparece. Para ella es eso , esa cosa , que en su dialecto (ella no sabe hablar francés) se dice Aquerò . La quincena va transcurriendo, y la Virgen acude puntual la cita, excepto los días 22 y 26.

PENITENCIA, CURACIÓN, DIVISIÓN DE OPINIONES

De la aparición del día 24 Bernadette recuerda una palabra clave: penitencia, penitencia… Y el día 25, durante la aparición ocurre algo que desconcierta a las más de trescientas personas que presencian los movimientos de la vidente: la ven cómo sube de rodillas la pendiente que conduce hasta la concavidad donde está la aparición, luego escarba con la mano, bebe un agua fangosa que mana de la tierra, y se lleva a la boca un puñado de hierbas silvestres. Las opiniones de los presentes están divididas, aunque la mayoría opina que aquella niña no está bien de la cabeza, que está desequilibrada... Hasta que, por la tarde, comprueban que de aquella cavidad que había hecho Bernadette con la mano, por encargo de la Señora –“por los pecadores”-, brota agua cristalina en abundancia. 

Ya hay muchos que van entendiendo esos gestos penitenciales de Bernadette , que cada día reza el rosario ante la muchedumbre cada vez mayor. Y los hay, entre ellos sacerdotes, que van descubriendo un no sé qué de sobrenatural en aquellos acontecimientos: Me parecía estar en la antesala del cielo , decía un sacerdote después de la primera aparición del primero de marzo. El día anterior había ocurrido el primer milagro del “agua de Lourdes”: una señora metió la mano en el arroyo que nacía del hoyo hecho por Bernadette y quedó curada de la parálisis de los dedos. Frente a tantas incomprensiones, prohibiciones, burlas de unos e interrogatorios con amenazas de otros, la Señora salía en defensa de su confidente. 

Sin embargo, aún continuarán las suspicacias e incluso la prohibición de ir a la gruta, por parte del párroco Peyramale . Cuál no sería su desconcierto cuando el día 2 de marzo, después de la aparición, ve llegar a Bernadette a la casa rectoral para comunicarle el mensaje de ir en procesión a la gruta. 

Luego volvió para completar el mensaje: había que hacer una capilla en el lugar de las apariciones... Al día siguiente, el sacerdote exigía una señal de la Señora, si quiere una capilla. El día 4 de marzo era el último de los quince. Y desde la noche anterior hay ante la gruta numerosos grupos, que a media mañana pasaban de las ocho mil personas. Tampoco entonces hubo ninguna señal, excepto el habitual éxtasis d Bernadette durante el rezo del rosario. 

¿Cómo acabará lo que comenzó el 11 de febrero? Para la vidente, continúan los interrogatorios por parte de las autoridades civiles y eclesiásticas. Y deja en manos de Dios, y de la Señora, la solución al gran problema que ella no había buscado. 

YO SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN 

Y llegó el 25 de marzo de 1858, festividad de la Anunciación. Se aparece de nuevo la Señora. Y, ante la reiterativa insistencia de Bernadette : ¿Quién sois Vos?, la Señora sonríe y contesta: Yo soy la Inmaculada Concepción. 

El Beato papa Pío IX había declarado dogma de fe la inmaculada concepción de María el 8 de diciembre de 1854. Pero aquella pequeña analfabeta ni se había enterado de la definición dogmática, ni sabía lo que significaban aquellas palabras de la Señora. Se fue corriendo hasta la casa rectoral y le repitió al señor cura Peyramale aquellas oscuras palabras, que grabó en su mente y repetía continuamente para no olvidarlas. El sacerdote las relacionó con la definición dogmática de la inmaculada concepción de Santa María, que había tenido lugar hacía poco más de tres años. ¡Imposible que Bernadette hubiera inventado aquellas palabras! El abate comienza a ponerse del lado de la vidente, y será quien la defienda ante el obispo y dé los primeros pasos para la construcción de la capilla. Aquella enigmática autodefinición de la Señora es la palabra más importante de todas las apariciones, la que luego figuraría en la corona de la imagen de la gruta, y la que, ante la jerarquía eclesiástica, constituiría la clave para descifrar y aceptar aquellos inexplicables y a veces desconcertantes acontecimientos. Aunque aún tardaría la Iglesia en reconocer la sobrenaturalidad de las apariciones, y las autoridades civiles continuarían sus pesquisas, atentas, sobre todo, a cuestiones de orden público. 

En adelante sólo habrá dos apariciones: el 7 de abril, en el que Bernadette se sintió especialmente llamada a acudir a Massabielle , y el 16 de julio, fiesta de la Virgen del Carmen. Pero Lourdes era ya, y para siempre, un lugar de peregrinaciones, de oración, de penitencia, de encuentro con Dios de la mano de María. 

LOURDES BENDECIDO POR LA IGLESIA

Es frecuente, cuando se trata de Lourdes –y sesenta años después Fátima-, la incomprensión y hasta la crítica a la jerarquía eclesiástica, por lo remisa que se manifiesta a la hora de aprobar con su autoridad estas apariciones de la Virgen: libros, reportajes, películas..., destacan la rigidez de la Iglesia jerárquica frente a la ingenuidad de Bernadette , que tanto tuvo que sufrir hasta que los sacerdotes y el obispo la creyeran e hicieran caso a los mensajes de María. Mensajes que se reducían a ir en procesión, a orar y hacer penitencia y a construir allí una capilla. La actitud prudente de la jerarquía es, sin embargo, una garantía: a favor de las escasas apariciones auténticas, y en contra de la proliferación de falsas apariciones que antes o después se desvanecen al descubrir que son una patraña, muchas veces con oscuros intereses. Cuando son auténticas, el mismo Dios se encarga de demostrarlo con signos de evidencia. 

Ya veíamos cómo el abate de Lourdes, padre Peyramale , acabó por creer a Bernadette . El obispo de Tarbes , monseñor Laurence , comenzó por autorizar las peregrinaciones a Massabielle , siguió nombrando una comisión que investigara los pormenores de las apariciones, y terminó por escribir una carta pastoral, con fecha 18 de enero de 1862, en la que afirmaba tajantemente : Juzgamos que la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, se apareció realmente a Bernadette Soubirous , el 11 de febrero de 1858 y días siguientes en la gruta de Massabielle cerca de la ciudad de Lourdes, en número de dieciocho veces; que tal aparición reviste todas las características de la verdad y que los fieles han de creerla como cierta. Haciendo caso de la voluntad de la Santísima Virgen, manifestada reiteradamente en sus apariciones, nos proponemos erigir un santuario en los terrenos de la gruta. 

El día 14 de octubre de 1862 se iniciaban las obras del santuario, cuya cripta sería consagrada el 19 de mayo de 1866, en presencia de Bernadette , y en 1876 se consagraba solemnemente la basílica. Ya antes, el 4 de abril de 1864, se colocaba en la gruta de Massabielle la magnífica imagen de la Virgen, de acuerdo con lo que Bernadette contó, según como vio a la Señora. Pronto resultó pequeña aquella primitiva basílica para las grandes peregrinaciones francesas, que habían comenzado en 1873, y dejaría paso a la gran iglesia del Rosario, consagrada en 1901. De nuevo se comprueba que la iglesia del Rosario resulta insuficiente para las ceremonias de las numerosísimas peregrinaciones llegadas de todo el mundo, y, el 25 de marzo de 1958, centenario de la aparición en la que la Señora reveló quien era, el cardenal Angelo G. Roncalli , luego Beato Juan XXIII ( ↗ 11 de octubre,) consagraba la gran basílica subterránea de San Pío X ( ↗ 21 de agosto) 

Son muchos los testimonios pontificios a favor de Lourdes: mensajes, cartas, discursos, radiomensajes y, en las últimas décadas del siglo XX, peregrinaciones papales a Lourdes. Pío XII, en su encíclica Fulgens corona , del 8 de septiembre de 1953, ante el centenario de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción, escribía: Parece como si la Virgen Santísima hubiera querido confirmar de una manera prodigiosa el dictamen que el Vicario de su divino Hijo en la tierra, con el aplauso de toda la Iglesia, había pronunciado. Pues no habían pasado aún cuatro años cuando cerca de un pueblo de Francia, en las estribaciones de los Pirineos, la Santísima Virgen vestida de blanco, cubierta con cándido manto y ceñida su cintura de faja azul, se apareció con aspecto juvenil y afable en la cueva de Massabielle a una niña inocente y sencilla, a la que, como insistiera en saber el nombre de quien se le había dignado aparece;, ella, con una suave sonrisa y alzando los ojos al cielo, respondió: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Bien entendieron esto, como era natural, los fieles que, en muchedumbres casi innumerables, acudiendo de todas partes en piadosas peregrinaciones a la gruta de Lourdes, han reavivado su fe, han estimulado su piedad y se han esforzado por ajustar su vida a los preceptos de Cristo, y allí también no raras veces han obtenido milagros que suscitaron admiración de todos y confirmaron la religión católica como la única verdadera dada por Dios. Y de un modo particular lo comprendieron así también los romanos pontífices, que enriquecieron con gracias espirituales y favorecieron con su benevolencia aquel templo admirable que en pocos años había levantado la piedad del clero y de los fieles (PÍO XII, Fulgens corona, nn . 3-5. En La Iglesia habla de María , págs. 51 y 52. Edibesa . Madrid, 1998)

ROSARIO, PENITENCIA, ENFERMOS 

En la historia de la Iglesia hay apariciones en las que abundan los mensajes. En Lourdes, excepto las palabras en las que la Virgen alude a su Inmaculada Concepción, son más los gestos, insinuaciones, los signos. Y la Iglesia ha entendido y potenciado esos gestos y signos, que la misma Virgen procuró explicitar más en Fátima. 

Primero, el rosario . En todas las apariciones la Virgen lleva en las manos un bello y largo rosario, que invita a Bernadette a sacar el suyo del bolsillo y rezarlo en presencia de la Señora. Las apariciones de Lourdes son el gran espaldarazo del cielo a la principal devoción mariana, nacida y formada en el seno de las primeras comunidades dominicanas, y extendidas a toda la Iglesia por el papa San Pío V, también dominico. Es una devoción que brota de las fuentes del Evangelio hecho oración vocal y mental, y trata de introducir la vida del cristiano en la trama de la vida de Jesucristo y de María. ¿Es de extrañar que sea el rosario la única devoción mariana recomendada por la Virgen en Lourdes y luego en Fátima? La grandiosa peregrinación del Rosario, dirigida por los dominicos franceses, es la que mayores multitudes congrega cada mes de octubre a los pies de la Virgen. 

Segundo, la penitencia , para la propia conversión y para la conversión de los pecadores. Fue la palabra clave de la aparición del 24 de febrero, que quedó grabada para siempre en la mente y en el corazón de Bernadette . Dios quiere que todos los hombres se salven, y los invita de mil modos a cambiar de vida cuando ve que esa vida conduce inexorablemente al fracaso eterno, si no se cambia de rumbo. Y María, la mensajera de Dios, quiere que sus hijos los hombres gocen, con ella y como ella, del amor, la compañía y la gloriosa bienaventuranza de Dios para siempre. De ahí su insistencia en un tema de importancia capital para la vida del hombre. Signo, invitación y camino de penitencia es ese monumental vía crucis que grupos de peregrinos recorren todos los días, llevando cada uno la cruz de su propia vida y el peso de sus pecados. 

Tercero, los enfermos . El 28 de febrero de 1858, dentro de la quincena de apariciones fijada por la Virgen, se produjo el primer milagro, que por entonces pasó casi inadvertido e incluso algunos no lo consideraron como una curación milagrosa: Catalina Latapie metió la mano en el agua que brotaba del hoyo escarbado por Bernadette y recobró el movimiento de los dos dedos que tenía paralizados. Desde entonces ¡cuánto dolor ha encontrado alivio o curación en las piscinas de Lourdes! ¡Y cuánto alivio espiritual lleva la bendición con el Santísimo Sacramento a los enfermos e impedidos que la reciben cada día! Enfermedad y Lourdes han quedado unidas para siempre en la Jornada Mundial del Enfermo , que se celebra el 11 de febrero, y en la Hospitalidad de Nuestra Señora de Lourdes , que está establecida en diócesis de todo el mundo. 

No siempre se encuentra la curación deseada en Lourdes. Pero siempre llega, al corazón del que sufre, la paz que el mundo no puede dar y la conformidad con la voluntad de Dios, que siempre quiere dar lo mejor para el hombre y la mujer, creados a su imagen y semejanza y redimidos por la sangre de Jesucristo. 

Lourdes, lugar privilegiado de encuentro con Dios, con un testigo de excepción: María, la Madre.

Fuente: Arquidiócesis de Madrid. España