Las gloriosas apariciones de Lourdes

 

Padre César Rodríguez Villareal

 

 

Año 1858. Al sur de Francia, en las estribaciones de los Pirineos centro-occidentales, se encontraba una pequeña localidad, cuya población rondaba los 4,000 habitantes: Lourdes. 

Allí vivía María Bernarda Soubirous, la mayor de una familia numerosa y muy pobre. Tenía 14 años y ayudaba a su madre en las tareas domésticas. El día 11 de febrero salió a buscar leña a Massabielle. Bernardita recuerda así lo que sucedió en ese momento: «Cierto día fui a la orilla del río Gave con otras dos niñas. Enseguida, oí como un ruido. Miré a la pradera, pero los árboles no se movían. Alcé entonces la cabeza hacia la gruta y vi a una mujer vestida de blanco, con un cinturón azul celeste y sobre cada uno de sus pies una rosa amarilla, del mismo color que las cuentas de su Rosario”.

«Creyendo engañarme, me restregué los ojos. Metí la mano en el bolsillo para buscar mi Rosario. Quise hacer la señal de la Cruz, pero fui incapaz de llevar la mano a la frente. Cuando la Señora hizo la señal de la Cruz, lo intenté yo también y, aunque me temblaba la mano, conseguí hacerla. Comencé a rezar el Rosario, mientras la Señora iba desgranando sus cuentas, aunque sin despegar los labios. Al acabar el Rosario, la visión desapareció». La Virgen se le apareció 18 veces; 12 en febrero, 4 en marzo, 1 en abril y la última, el 16 de julio de ese mismo año de 1858. Sólo Bernardita la veía.

El 25 de febrero, por mandato expreso de la Señora, Bernardita cavaba con sus manos la fuente de Lourdes, cuya agua tantos milagros ha obrado y sigue obrando. El 2 de marzo le pidió que fuera erigida una capilla, a donde se acudiese en procesión. Y por fin, en la décimosexta aparición, el 25 de marzo, la Señora reveló su nombre. Bernardita se lo preguntó por 3 veces consecutivas. Al principio, Ella sonreía, sin responder. «A mi tercera pregunta -comenta la vidente- la Señora unió sus manos y las llevó sobre el pecho... Miró al cielo... luego, separando lentamente las manos e inclinándose hacia mí me dijo: ‘Soy la Inmaculada Concepción’».

Bernardita corrió a contárselo al párroco, que en un principio desconfiado y escéptico ante las apariciones, quedó impresionado al oírla. Conocía la ignorancia religiosa de la niña, que aún no ha hecho la Primera Comunión -la recibiría el 3 de junio de ese año- y que no ha oído hablar del dogma proclamado por Pío IX: que la Virgen fue concebida sin pecado.

El Obispo de Tarbes nombró una comisión que estudió el asunto y en 1862 aceptó como ciertas las apariciones de la Virgen. También llegaron las aprobaciones Papales: en 1876, Pío IX delega al Arzobispo de París para la consagración del templo; León XIII aprobó en 1891 la festividad de la «Aparición de la Inmaculada en Lourdes», el 11 de febrero, que Pío X hace fiesta universal. Pío XI beatifica y canoniza a Bernardita.

Jornada Mundial del Enfermo

Desde hace algunos años, el 11 de febrero, ha quedado oportunamente unido a un importante acontecimiento: la celebración de la Jornada Mundial del Enfermo. En este año 2002 tendrá lugar la décima celebración, que se realizará por deseo expreso del Santo Padre, en el centro de peregrinaciones marianas del sur de la India, el Santuario «Virgen de la Salud», conocido como «La Lourdes de Oriente».

Millones de personas seguras de la poderosa ayuda de la Madre de Dios, acuden con profunda devoción y confianza a ese Santuario. Unámonos espiritualmente a esa celebración, para que la Santísima Virgen nos ayude a referir nuestros sufrimientos a los de su Hijo Jesús, mientras nos encaminamos con gozosa esperanza hacia la seguridad de la Casa del Padre.


Fuente: Semanario. Arquidiócesis de Guadalajara, México