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Una Relectura del Mensaje de Rue du Bac para
Nuestro Tiempo Padre
Fernando Quintano, C. M.
Introducción
No es ésta la primera vez que se pide a alguien tratar este tema. ¿Cómo
actualizar el mensaje de la Rue du Bac?. La preocupación por este
enfoque surgió especialmente a partir de la celebración del 150
aniversario de las apariciones de la Virgen a Santa Catalina y desde
entonces ha sido tratado repetidas veces por diversos autores .
Al leer algunos de esos escritos he podido constatar, una vez más, no
sólo el riesgo que se corre sino también la tentación en la que se puede
caer cuando se celebran aniversarios de ciertos acontecimientos y de
personajes del pasado. Parecería que se intenta demostrar que en ellos
se encuentran ya anunciados la mayoría de los problemas del presente y
del futuro y, a veces, incluso propuesta la solución.
No quisiera caer yo mismo en una tentación similar al tratar hoy el tema
de la re-lectura del mensaje de la Rue du Bac para nuestro tiempo.
Porque no estoy de acuerdo en que se deduzcan de él las consecuencias y
exigencias sociales, políticas, religiosas etc. por las que abogan
algunos de los autores que tratan de la re-lectura de dicho mensaje en
la actualidad. Tales exigencias y consecuencias habrá que deducirlas de
lo que implica para todo cristiano el seguimiento de Cristo y el
despliegue y concreción de la fe en esas y otras dimensiones de la
historia, pero no necesariamente reclamados y contenidos expresamente en
el mensaje de la Virgen a Santa Catalina y en los símbolos que contiene
la Medalla.
Ciertamente que la vida cristiana es una nueva manera global de concebir
y realizar la existencia a semejanza de Cristo, y no una serie de
comportamientos yuxtapuestos sin conexión entre ellos. Pero también es
cierto que puede haber determinadas celebraciones, conmemoraciones,
encuentros ... expresamente orientados a cultivar y a poner el acento en
una dimensión concreta de la fe. Sin excluir otras, pero también sin la
pretensión de que todo encuentro, conmemoración y celebración tenga que
tener repercusiones en todos los aspectos de la vida cristiana. Este
encuentro, según el programa propuesto, se ha convocado para conseguir
tres objetivos concretos y se justificará perfectamente si los consigue.
Se puede y se debe hacer una re-lectura del mensaje de la Rue du Bac
para nuestro tiempo, sin que ello signifique que dicha re-lectura tenga
que incidir, por ejemplo, en los problemas que plantea la
mundialización, el proyecto de clonaje de seres humanos, el deterioro
alarmante del medio ambiente o las redes del terrorismo internacional.
Los devotos de la Medalla Milagrosa no somos ajenos a esos y otros
problemas sociales, económicos y religiosos etc. Pero no vamos a
pretender que esa devoción, incluso siendo auténtica, sea el remedio
contra el ateísmo y la indiferencia religiosa reinantes, ni la solución
a todos los sufrimientos físicos y morales que aquejan a la humanidad,
ni de los problemas doctrinales, pastorales y morales que se plantean en
el interior de la Iglesia.
Esta extraña y larga introducción me lleva a delimitar el campo en el
que me voy a mover y a exponer los puntos a tratar.
En una primera parte trataré de justificar el porqué es necesario hacer
una re-lectura para nuestro tiempo del mensaje del que fue testigo
excepcional Santa Catalina. Una re-lectura que incluye comprenderlo como
lo hace la Iglesia con las "revelaciones privadas" y desde los aportes
de las ciencias humanas.
En la segunda parte hablaré del mensaje de la Rue du Bac y me centraré
en la Medalla como la concreción privilegiada de tal mensaje.
Y en la tercera parte haré una re-lectura de ese mensaje a la luz de la
carta que el Papa ha dirigido a toda la iglesia con motivo de la
clausura del año jubilar (6 de enero del 2001). En ella señala Juan
Pablo II las líneas fundamentales que deben inspirar todos los proyectos
pastorales en los comienzos del tercer milenio.
Y en dicha re-lectura habrá que tener presente también la identidad de
Santa Catalina y la nuestra en la Iglesia: seguidores de Cristo tras las
huellas de Vicente de Paúl y Luisa de Marillac, es decir, en coherencia
con nuestro carisma específico en la Iglesia.
I. Hacer una re-lectura del mensaje a la luz del magisterio de la
Iglesia y de las ciencias humanas
a) Qué significa hacer una re-lectura
Es volver a leer un relato escrito o un acontecimiento del pasado no
como un simple acto repetitivo, sino desde nuevas coordenadas que nos
ayuden a descubrir o resaltar aspectos o contenidos no descubiertos en
lecturas anteriores. Leídos unos relatos o retomados unos
acontecimientos del pasado desde las nuevas y cambiantes situaciones
históricas nos ayudan a descubrir aspectos y significados nuevos del
lenguaje y de los símbolos con que nos fueron transmitidos en su origen.
Refiriéndonos a la experiencia espiritual extraordinaria que tuvo y nos
transmitió Santa Catalina no se debe olvidar que, como en otros casos
similares, en los relatos se utiliza un lenguaje y unos símbolos
marcados y condicionados por la experiencia personal, la cultura, la
situación social, política, religiosa que rodearon al testigo. Y si el
mensaje está llamado a traspasar esas circunstancias concretas, hay que
leer el relato desde las nuevas situaciones históricas , no para
acomodarlo según nuestro capricho, sino despojándolo de lo que sea
circunstancial para que aparezca más claramente lo que es permanente y
esencial al mensaje por encima de las circunstancias de tiempo y lugar,
género literario, sensibilidad del testigo etc.
Esas experiencias espirituales, aunque sean dones dados a una persona,
acontecen en la Iglesia y se dan como carismas para el enriquecimiento
de todo el pueblo de Dios. Una Iglesia que, según el concilio Vaticano
II, es sensible y se solidariza con los gozos y esperanzas, con las
angustias y tristezas de los hombres de nuestro tiempo, especialmente de
los pobres y de cuantos sufren . En la vida de esta Iglesia, en el
devenir del mundo, en la nueva reflexión teológica, en el progreso de la
exégesis bíblica y de las ciencias humanas etc. encontramos nuevas luces
que nos ayudan a comprender mejor el contenido de los relatos
originales, expresados frecuentemente en clave simbólica y de futuro.
Por eso hay que re-leerlos a la luz de estos nuevos hallazgos y
vertientes.
El filósofo y pensador cristiano francés, Jean Guitton, en su libro
sobre el mensaje de la Rue du Bac dice: «El lado velado de las
apariciones se ha vuelto más perceptible a finales del Siglo XX ... Las
apariciones de 1830 adquieren un significado más amplio a medida que
pasa el tiempo» . «La iconografía mística de la Medalla de 1830 es de
una naturaleza anticipante y sintética. También el comentario de la
Medalla está por acabar, aún cuando está más vivo que en 1830» . «El
significado de la profecía (de la Rue du Bac) es precisamente que se
reproduce, como una piedra arrojada al agua, en ondas sucesivas cada vez
más anchas; que se repercute, se reanuda, se enriquece como el tema
musical de una sinfonía, en este caso la sinfonía de los tiempos» .
También Madre Rogé, con motivo del 150 aniversario de las apariciones,
proponía a las Hijas de la Caridad «hacer una re-lectura de aquello que
la Virgen dijo a Santa Catalina».
b) Postura siempre cautelosa de la Iglesia ante las revelaciones
privadas
Las apariciones, especialmente de la Virgen, constituyen un fenómeno
característico de la época moderna. De hecho han sido mucho más
frecuentes que en las épocas anteriores de la historia de la Iglesia. El
origen de varias e importantes corrientes espirituales tienen su origen
en apariciones concretas de Cristo o de la Virgen. Por ejemplo, la
devoción al corazón de Jesús, o los movimientos de devoción mariana a
partir de la Rue du Bac, Lourdes, Fátima etc.
Es comprensible la actitud cautelosa de la Iglesia ante tan abundantes
apariciones y revelaciones. La historia le ha enseñado a ser crítica y
prudente ante fenómenos en los que cabe la simulación y el engaño. Por
eso exige garantías de credibilidad.
Tal postura cautelosa no es sino la expresión de una doble advertencia.
Una de San Juan: «No os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si
vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han aparecido en el mundo» .
Y otra de San Pablo: «No extingáis el Espíritu, ni despreciéis la
profecía; examinadlo todo y quedaos con lo bueno» .
La Iglesia pide a los cristianos un asentimiento desde la fe de la
revelación contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición. Con
relación a las apariciones y revelaciones privadas, cuando la Iglesia
las juzga fiables por los testimonios y argumentos que hay en favor de
su autenticidad, las permite como algo que puede ser creído piadosamente
por los fieles, pero sólo con fe humana. La expresión "fe humana" quiere
indicar que las apariciones o revelaciones privadas quedan en un ámbito
diferente al de la fe con la que aceptamos la gran revelación de Dios en
Cristo. Esto significa que cualquier cristiano puede seguir siéndolo
aunque no crea en las apariciones o revelaciones privadas. Esos
fenómenos "sobrenaturales", si son auténticos, guardan relación con la
vida cristiana, pero no entran en el ámbito de la revelación divina
sobre la que recae la fe católica. La Iglesia, propiamente hablando, no
aprueba ninguna aparición o revelación privada. Cuando juzga que hay
pruebas a favor de su autenticidad las permite, las puede recomendar
incluso. No se pronuncia sobre el fondo, sino que discierne si tal
aparición o revelación que suscita un movimiento espiritual contribuye
al desarrollo de la vida cristiana. En caso afirmativo la Iglesia, por
medio del ministerio magisterial de sus pastores, les da "luz verde", el
"nihil obstat" para que puedan ser aceptadas como "objeto de piadosa
creencia" .
Tal postura cautelosa de la Iglesia ante los fenómenos sobrenaturales es
prudente y justificable, hoy más que nunca, dada la proliferación de
tales fenómenos y la facilidad con que mucha gente es proclive a
aceptarlos sin el suficiente discernimiento. La inclinación de los seres
humanos hacia lo maravilloso se expresa frecuentemente hoy en la
credulidad ante tantas pretendidas apariciones de la Virgen.
Ciertamente, la Iglesia y la teología admiten la posibilidad de que lo
sobrenatural se manifieste en la historia de los hombres. No se oponen a
las revelaciones privadas. Reconocen que Dios pueda manifestarse,
también por María, para poner de relieve una verdad ya revelada en la
Sagrada Escritura, para corregir desvíos y venir en nuestra ayuda ante
determinados peligros. Son signos extraordinarios de la libre acción del
Espíritu Santo en su Iglesia, expresiones de la dimensión carismática y
profética del pueblo de Dios.
Por otra parte, querer explicar tales fenómenos solamente desde la
teoría de los mitos y por mecanismos del psiquismo de los videntes, o
rechazarlos sólo porque escapan al control de la ciencia, es partir de
presupuestos ideológicos exclusivamente racionalistas, inmanentistas y
cerrados. Pero admitirlos sin un sentido crítico y sin un serio
discernimiento es exponerse a engaños y manipulaciones. Jean Guitton, un
intelectual serio y nada sospechoso ni de credulidad ni de escepticismo,
ha escrito: «En nuestros días, en nuestra época en que las ciencias
humanas se desarrollan más que nunca; cuando el psicoanálisis, la
sociología, la metafísica y la sicología profunda cambian los límites
entre lo natural y lo improbable, es necesario más que nunca que la
autoridad eclesiástica se abstenga de pronunciar de buenas a primeras la
palabra "milagro" ante esos fenómenos y sus efectos espirituales» .
II. El mensaje de la Rue du Bac
a) Los relatos de la vidente
Santa Catalina transmitió al P. Aladel, primero oralmente cuando
ocurrieron los hechos y por un escrito autógrafo veintiséis años más
tarde, las diversas apariciones que ella tuvo en la capilla de la Rue du
Bac entre los meses de abril a diciembre de 1830: representaciones del
corazón de San Vicente tres días seguidos y en formas y colores
diferentes, visiones de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento y de
Cristo rey y las tres de la Santísima Virgen (18-19 de julio, 27 de
noviembre y diciembre).
Todas ellas encierran algún mensaje captado por la vidente. Ella misma
descifró y nos transmitió el significado de los distintos colores del
corazón de San Vicente, de las vestiduras de Cristo rey, de las posturas
y palabras de la Virgen y de los signos de la Medalla.
Las dos primeras "visiones" de la Virgen van acompañadas de alocuciones.
En diálogo de dos horas y media, durante la noche del 18 al 19 de julio,
la Virgen comunicó a Santa Catalina los tristes acontecimientos de orden
político, social y religioso que sea avecinaban, los abusos que se daban
en las dos Compañías y la protección especial que ambas tendrían de
parte de la Virgen y de San Vicente.
La del 27 de noviembre, durante la oración de la tarde, tiene dos fases
diferentes aunque estrechamente asociadas. En un primer momento ve a la
Virgen con un vestido de seda blanca y un velo del mismo color que
descendía hasta el suelo. Sobre su cabeza una corona de doce estrellas.
Los pies se apoyaban sobre media esfera pisando la cabeza de la
serpiente; las manos sostenían una bola rematada con una cruz y los ojos
se elevaban hacia el cielo. Los dedos estaban adornados con anillos de
piedras de tamaño y brillo diferentes que despedían destellos de luz
hacia el suelo. Alrededor de la Virgen se formó un cuadro ovalado con
estas palabras en lo alto: «Oh María sin pecado concebida, rogad por
nosotros que recurrimos a vos». La vidente escuchó la voz de la Virgen
que le descifró el significado de la bola (globo) y de los rayos; le
pidió acuñar una medalla según el modelo de la visión y le expresó el
gozo que siente al derramar abundantes gracias sobre quienes se las
piden y sobre los que lleven esa Medalla con confianza.
La segunda parte de la misma aparición fue la contemplación por parte de
Catalina del reverso de la Medalla. Vio cómo el cuadro se daba la vuelta
y aparecía la letra M y dos corazones unidos por una cruz. Días más
tarde, también durante la oración, Catalina oyó la voz que le respondía
a su preocupación sobre cómo debía ser el reverso de la Medalla: «La M y
los dos corazones ya expresan bastante».
Santa Catalina guardó silencio sobre esas visiones durante los cuarenta
años de su vida oculta y laboriosa en Reuilly. Excepto el P. Aladel, en
cuanto Director espiritual, desde el comienzo y Sor Dufès, al final de
la vida de Catalina, nadie más supo quién era la vidente de la Virgen.
b) Una re-lectura de las "visiones" de Santa Catalina
La misma postura cautelosa que ha tenido la Iglesia ante los fenómenos
llamados sobrenaturales (visiones, apariciones, revelaciones privadas)
es lícito y prudente tomarla también ante lo que narró Santa Catalina.
Desde esa postura de la Iglesia se puede hacer una re-lectura, al mismo
tiempo crítica y respetuosa, del mensaje de la Rue du Bac.
La sicología profunda tendría algo que decir al respecto, si nos fijamos
en ciertas circunstancias que se dieron en torno a lo que nos cuenta la
vidente.
El 21 abril de 1830 entró en el seminario. Cuatro días después tuvo
lugar la solemne y multitudinaria traslación de las reliquias de San
Vicente desde la catedral de París a la Capilla en la que reposan
actualmente. Ochocientas Hijas de la Caridad participaron en esa
traslación.
Siguió una novena ante las reliquias en la que participó Santa Catalina.
Fue durante la novena cuando vio el corazón del Santo sobre un relicario
que habían colocado sobre el altar de la capilla de la Rue du Bac. La
reliquia expuesta era un trozo del antebrazo, ya que el corazón, por
aquellas fechas, se conservaba en Lyon. La interpretación que Catalina
dio a los distintos colores con que se le presentó ese corazón, y que
ella vinculó con los trágicos acontecimientos inminentes, la puso por
escrito 26 años después y pasados ya esos hechos trágicos.
El 18 de julio, día de la primera aparición de la Virgen durante la
noche, la Hermana Directora del Seminario habló a las seminaristas sobre
la devoción a los santos y a la Virgen. Catalina cuenta que eso le
inspiró un gran deseo de verla. La directora había repartido a cada
seminarista una reliquia del Santo -un trozo de tela- que Catalina se
tragó. Ella cuenta: «me dormí con el pensamiento de que San Vicente me
alcanzara la gracia de ver a la Virgen». Y seguidamente narra la primera
aparición. Del niño que le acompañó dice: «creo que ese niño era el
ángel de la guarda .. porque había rezado mucho para que me alcanzara
este favor» .
Todas estas circunstancias justifican al menos algunas preguntas: ¿Es
auténtica la aparición que narró Santa Catalina? ¿Fue un sueño? ¿Visión
subjetiva u objetiva? ¿simbólica o real? ¿Vio realmente a la persona de
la Virgen o fue un producto de su imaginación? El mismo Laurentin se
hace estas preguntas . Los argumentos y explicaciones a favor que da
este teólogo pueden convencernos o no; en mi opinión son débiles. Pero
él asegura que ha estudiado seriamente estos temas analizando
rigurosamente los documentos y que ha llegado a la siguiente conclusión:
«Las apariciones fueron una experiencia sincera de Santa Catalina ... La
autenticidad de su vida confirma la de las apariciones» «en todos los
casos las estimo auténticas . El P. Pedro Coste, secretario y archivero
de la Congregación de la Misión (1873-1935), historiador que algunos
tacharon de racionalista, podría encabezar la lista de la opinión
contraria . El mismo P. Aladel en un principio no dio importancia a lo
que Catalina le relató.
A partir de la reflexión que en lo referente a las apariciones y
visiones hacen teólogos actuales no sospechosos de racionalismo ni de
credulidad, una re-lectura del mensaje de la Rue du Bac, nos llevaría a
esta conclusión. Santa Catalina tuvo experiencias espirituales
extraordinarias. Las visiones que tuvo del Señor y de la Virgen no
pudieron ser corpóreas, pues su condición de "glorificados" sobrepasa la
corporalidad. Lo cual no significa que no fuesen verdaderas. Se trató de
experiencias sinceras subjetivas que bien pudieran estar estimuladas por
causas externas sobrenaturales. Es decir, que no fueron producidas por
la imaginación de la vidente sino suscitadas por una acción especial de
Dios, aunque también pudiera haberse dado determinada predisposición
psicológica de Santa Catalina. Tales experiencias místicas personales
sólo las pudo percibir y experimentar ella, y no las otras Hermanas que
estaban en la oración comunitaria, pues tales fenómenos espirituales no
se perciben a través de los ojos y de los oídos sino por una percepción
personal interior. Laurentin afirma que «una revelación privada, aún
cuando dé una impresión auditiva, no procede de vibraciones transmitidas
por la atmósfera, captables por un tercero. Alcanza directamente a la
sensación más que a los sentidos, a la percepción misma más que al
órgano» . Se podría afirmar, pues, que pertenecen no al orden objetivo
físico y corpóreo sino al subjetivo y espiritual.
Por otra parte, hay que afirmar que aunque la Iglesia haya instituido la
fiesta litúrgica y haya aprobado la Medalla, eso no equivale al
reconocimiento de la autenticidad de las apariciones. Significa que en
esa devoción no hay nada contrario a la fe, sino que puede favorecer el
crecimiento de la vida cristiana. Santa Catalina fue canonizada por la
santidad de su vida y no por las apariciones que ella narró.
c) El signo de la Medalla Milagrosa
Bajo el epígrafe "el mensaje de la Rue du Bac" habría que incluir,
lógicamente, todo lo que Catalina contó en los relatos que escribió
sobre las distintas visiones que tuvo en ese lugar. Pero, de hecho, la
historia posterior se ha encargado de concentrar todo ese mensaje en
torno a la Medalla. Las mismas preocupaciones de la vidente, durante su
vida posterior a los hechos, se centraron más en que se cumpliese
fielmente el mandato de la Virgen de acuñar una medalla que en los
mensajes recibidos en las otras apariciones.
Dos hechos nos sorprenden especialmente al enfrentarnos con la Medalla:
la riqueza de los símbolos que contiene y su rápida difusión.
«Supongamos, escribe J. Guitton, que alguien hubiese pedido a un pintor
o a un poeta que haga una Medalla que contenga el máximo de enseñanzas y
al mismo tiempo el mínimo de trazos y de signos, que sea inteligible
para todos los cristianos, cualquiera que sea su cultura ... Supongamos
que salga a concurso una Medalla así. Es probable que los resultados
hubieran sido inferiores a los de la Medalla vista en el éxtasis por
Catalina. Es difícil encontrar mayor riqueza que la que contiene y
sugiere esta Medalla» .
Uno de los argumentos en favor de la autenticidad de la "visión" de la
Medalla que nos narró Santa Catalina es precisamente la casi
imposibilidad de que esa joven aldeana, inculta o no versada en
cuestiones bíblicas y teológicas, pudiese ser ella la autora de tal
invento . En un pequeño espacio y en una forma minúscula se encuentra en
la Medalla toda la mariología y lo esencial de la revelación cristiana.
Una "biblia en pequeño" y un "catecismo del pueblo" la han llamado
algunos.
Los pasajes bíblicos que, sin forzar los textos ni los símbolos, nos
evocan el anverso y el reverso de la Medalla son: la mujer de doce
estrellas, con la luna a sus pies y pisando estos una serpiente, según
la describe el Apocalipsis ; la promesa de un descendiente de mujer
vencedor de Satán hecha ya en el Génesis ; la profecía del anciano
Simeón en el templo: «Y a ti una espada te atravesará el alma» (corazón
traspasado) ; la presencia activa e inseparable de María en el momento
culminante de la obra redentora realizada por Cristo en el calvario
(cruz entrelazada con la M y los dos corazones); el misterio de la
Inmaculada Concepción proclamado en la jaculatoria "Oh María sin pecado
concebida"; la función de María como intercesora y distribuidora del don
divino de la gracia como en Caná (globo en las manos y los brazos
abiertos derramando rayos de luz sobre la tierra); Madre del Redentor y
de los redimidos (Iglesia) o la nueva Eva unida al nuevo Adán para el
nacimiento de la nueva humanidad (los dos corazones y la cruz
entrelazada con la M, la misma actitud de brazos y manos abiertos
derramando la luz sobre la esfera de los pies, o en el círculo de doce
estrellas como símbolo de los doce apóstoles etc.)
Como ya dijimos antes, cuando una revelación privada es auténtica no
hace sino confirmar y recordar la revelación Bíblica. En el caso de la
Medalla, es la obra redentora de Cristo - misterio de amor y de dolor -
y la colaboración inseparable de la Madre lo que está representado
simbólica y sencillamente en la Medalla.
Una re-lectura actual de la Medalla tendrá que hacer referencia también
a las enseñanzas de la Iglesia sobre la devoción y el culto a María.
Pablo VI publicó la Exhortación Apostólica "Marialis cultus" (1974) con
la finalidad de promover la renovación del culto a María. En ella aboga
por dar solidez a dicho culto centrando la figura de María en la Sagrada
Escritura y en la Liturgia, a la vez que hace una defensa de las
manifestaciones de devoción con las que la honra el pueblo sencillo. .
Juan Pablo II publicó la Encíclica "Redemptoris Mater" (1987) como
preparación del año mariano de 1988. En ella resalta el lugar de María
en el misterio de Cristo y de la Iglesia y pone el acento en su
condición de peregrina de la fe como nosotros. Estos dos documentos de
los Papas no son sino el eco de lo que pocos años antes había enseñado
sobre María el concilio Vaticano II en el capítulo octavo de la
Constitución dogmática Lumen Gentium. Una re-lectura de los símbolos que
contiene la Medalla a la luz de estas enseñanzas de la Iglesia puede
contribuir a dar solidez bíblica y a centrar la devoción de María en el
conjunto de la nuestra fe, es decir, en el misterio de Cristo y de la
Iglesia.
Otro hecho que sorprende en la historia de la Medalla es su rápida
propagación entre el pueblo. El 30 de junio de 1832, el orfebre Vachette
entregó las primeras mil quinientas medallas. Había recibido el encargo
del P. Aladel. La vidente, al verla, dijo: «que no se cambie nada y que
se propague», si bien también expresó su desacuerdo porque no se había
representado el globo en las manos de la Virgen tal como ella lo había
percibido en la aparición . A esa primera tirada siguieron rápidamente
otras, acuñadas no sólo en París, sino en otras ciudades y naciones.
Sólo en Francia, entre 1832-1836, se distribuyeron doce millones de
medallas. Es imposible calcular el número de las distribuidas hasta hoy
en todo el mundo. De hecho, adquirir y llevar una medalla de la Virgen
es sinónimo de una Medalla Milagrosa.
A tan rápida difusión contribuyeron en primer lugar las Hijas de la
Caridad desde sus hospitales y escuelas. En 1836 contó con el respaldo
oficial del arzobispo de París que escribió una ordenanza en la que
exhortaba a todos sus fieles a llevar la Medalla. El 7 de diciembre de
1838 fue aprobada por el Papa Gregorio XIV.
Pero esto no explica tan rápida y prodigiosa propagación. La razón
primera habrá que ponerla en la necesidad de símbolos que siempre ha
sentido el pueblo sencillo a la hora de expresar la fe. A través de
signos y símbolos pasa de lo visible a lo invisible, lo cual es una
realidad incluso en la celebración de los sacramentos. La sicología y la
misma reflexión teológica vienen resaltando hoy la importancia de los
símbolos para la expresión y encarnación de la fe. En la Medalla
encontró el pueblo unos símbolos claros y sencillos, como son: el
corazón, la cruz, el gesto maternal de los brazos abiertos que acogen y
dan, el bien y el mal, la gracia y el pecado, la alegría y el dolor. A
este propósito escribe Jean Guitton: «La Medalla consiste en esto: es un
símbolo de todo; un signo de unión. Pueden llevarla el cuerdo y el
tonto, el sabio y el ignorante, el creyente e incluso el no creyente.
Ratisbona se burlaba pensando que la Medalla no significaba nada, y en
un instante significaría todo par él» . Y el mismo autor hace esta
afirmación que inspiraría el título de su libro: «La significación de
esos símbolos es la superación de toda superstición» .
A la rápida y extensa propagación contribuyeron, sobre todo, las
numerosas conversiones y curaciones que se atribuían a la Medalla. Ese
signo que comenzó como preludio e impulso de la proclamación del dogma
de la Inmaculada Concepción (1854), entre el pueblo se propagó como la
"Medalla Milagrosa". No se puede negar el que Dios se haya podido servir
de la Medalla como mediación de su acción y de su gracia salvadoras. Sin
embargo, una re-lectura actual del mensaje de la Rue du Bac no debe
privilegiar el aspecto milagroso de la Medalla. El riesgo de
superstición y de tomarla como objeto mágico es una tentación que puede
esconderse bajo el nombre de "milagrosa". Una re-lectura del mensaje de
la Medalla debería incluir una revisión de ciertas expresiones y
devociones que ponen el acento más en el aspecto milagroso de la Medalla
que en la convicción de ser un signo sensible que nos recuerda y acerca
a María como camino que nos lleva a Cristo, lo mismo que Ella hizo y
dijo en Caná: «Haced lo que mi Hijo os diga» .
Una re-lectura actual del mensaje de la Rue du Bac, concentrado en la
Medalla como su expresión privilegiada, podría asumir estas dos
afirmaciones tan respetuosas como equilibradas. La primera del teólogo
R. Laurentin. Dice así: «La Medalla es un signo auxiliar de la
contemplación y del compromiso. No es un signo obligatorio ni una
necesidad para la salvación. Es uno de esos lazos libres y gratuitos que
todo cristiano puede elegir, según la vía espiritual por la que Dios le
llame, entre los medios que mejor le sirvan para el camino. Se
asemejaría a los menudos y gratuitos signos de amistad: un recuerdo, una
foto, una carta guardada en la cartera o en lo íntimo del escritorio» .
La segunda es de Jean Guitton: «Nadie está obligado a ir a la Rue du
Bac, ni admitir que la Hermana Catalina ha visto a la Virgen, ni que esa
Medalla sea milagrosa, que regule los azares, y, mucho menos, que
trastrueque las leyes del cosmos» . Pero el mismo autor escribió un
libro sobre el mensaje de la Rue du Bac para demostrar la necesidad que
tiene la fe de mediaciones externas. La Medalla Milagrosa puede ser una
de esas mediaciones. Intencionalmente, el libro se titula "La Rue du Bac
o la superstición superada".
III. Una re-lectura del mensaje en los comienzos del tercer milenio
Se trata de releer el mensaje de la Rue du Bac a la luz de las nuevas
situaciones que se dan en el mundo y en la Iglesia. Son signos de este
tiempo a través de los cuales Dios nos está hablando. No se trata, como
ya dijimos en la introducción, que desde el mensaje de la Medalla
deduzcamos la respuesta adecuada a todos los retos que nos plantea el
tercer milenio. Pero sí se trata de dejarnos interpelar, de escuchar y
tratar de responder a lo que nos pide la Iglesia como respuesta a las
nuevas situaciones. Y ello en conexión y coherencia con el mensaje de la
Medalla, desde una re-lectura de sus símbolos y significado a la luz de
la realidad histórica de los comienzos del tercer milenio.
¿Dónde tendrá que poner el acento hoy la Asociación de la Medalla
Milagrosa como respuesta a la llamada que Juan Pablo II ha dirigido a
toda la Iglesia en su carta "Novo Millennio Ineunte" (6 de enero 2001).
Porque ser una asociación eclesial significa que vibra con los gozos y
esperanzas, inquietudes misioneras y orientaciones pastorales de la
Iglesia. Y todo esto es el contenido de dicha carta y que el Papa dirige
a obispos, sacerdotes, religiosos y laicos.
Se trata de una carta en la que primeramente Juan Pablo II nos invita
dar gracias a Dios por las gracias que ha derramado durante el año de
celebración del Gran Jubileo. Pero, además, el Papa mira al futuro y
formula unas líneas de acción que darán un nuevo impulso a la misión de
la Iglesia en el tercer milenio. Para ello pide «emprender una eficaz
programación pastoral postjubilar» . ¿Cuáles serían, entre las numerosas
propuestas de dicha carta, las que tendría que asumir la Asociación como
una re-lectura actual del mensaje de la Medalla?.
Vamos a tratar de agruparlas en dos bloques, partiendo de otros dos
momentos diferentes del mensaje de la Rue du Bac.
a) «Acercaos al pie de este altar; aquí las gracias serán concedidas
particularmente a las personas que las pidan»
Estas son algunas de las palabras que escucho Santa Catalina durante el
encuentro con la Virgen en la noche del 18-19 de julio de 1830.
En la liturgia católica el altar representa a Cristo. Pues el
acercamiento a Cristo, los medios para lograrlo y cultivarlo y las
consecuencias que se deducen de tal encuentro constituyen la parte
central de la carta del Papa y la primera línea de acción que debe
animar todos los proyectos pastorales de la Iglesia en este tercer
milenio.
El Papa anima a «utilizar todos los recursos de nuestra inteligencia y
capacidad operativa en nuestro servicio a la causa del Reino»; pero al
mismo tiempo nos advierte de la tentación del «hacer por hacer»y de
pensar que los resultados dependen de nuestro esfuerzo y programaciones.
Sin Cristo no podemos hacer nada . Porque «ante los desafíos de este
tiempo no nos salvará una fórmula, pero sí una Persona (Cristo) y la
certeza que ella nos infunde: ¡Yo estoy con vosotros!» .
Por eso, todo el capítulo segundo de la carta del Papa está dedicado a
la contemplación del rostro de Cristo, porque «los hombres de nuestro
tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy
no sólo "hablar" de Cristo sino en cierto modo hacérselo "ver" . De ese
Cristo contemplado y amado brotará un renovado impulso de la vida
cristiana. Sólo Él es la roca firme sobre la que construir nuestra vida
de creyentes y el que nos invita a continuar su misión.
A partir de esa centralidad de Cristo, todos los programas pastorales
deben priorizar e impulsar la santidad como vocación de todo cristiano
desde el bautismo . Porque «preguntar al catecúmeno ¿quieres recibir el
bautismo significa al mismo tiempo preguntarle ¿quieres ser santo?» . Y
seguidamente el Papa presenta la oración como pedagogía de la santidad .
Al comenzar este tercer milenio, el Papa invita a todos los cristianos
«a un renovado compromiso de oración» . Porque ser personas de oración
no es exclusiva de los consagrados. «Se equivoca quien piense que los
laicos se pueden conformar con una oración superficial incapaz de llenar
su vida. Especialmente ante tantos modos como el mundo de hoy pone a
prueba la fe, no sólo serán cristianos mediocres, sino "cristianos con
riesgo". Correrían el riesgo de que su fe se debilitara progresivamente
y quizás acabarían por ceder a la seducción de los sucedáneos, acogiendo
propuestas religiosas alternativas y transigiendo incluso con formas
extravagantes de superstición. Hace falta, pues, sigue diciendo el Papa,
que la educación de la oración se convierta de alguna manera en un punto
determinante de toda programación pastoral» . Por eso pide que «las
comunidades cristianas lleguen a ser auténticas escuelas de oración» .
Tanto la llamada a la santidad como a ser personas de oración, deben
orientar y modelar la vida de todo cristiano . Dígase lo mismo de la
Eucaristía dominical y del sacramento de la Reconciliación entendidos
«no como simple cumplimiento de un precepto, sino como necesidad de una
vida cristiana verdaderamente consciente y coherente» . Y ante la
posible tentación de una espiritualidad intimista, individualista y
desencarnada, el Papa recuerda la vertiente ético-social de la fe y del
testimonio cristiano, como exigencias de la caridad y del misterio de la
Encarnación de Cristo .
Todas estas líneas de acción que señala el Papa para toda la Iglesia del
tercer milenio no son ajenas al mensaje de la Rue du Bac. Ciertamente
que la Asociación de la Medalla Milagrosa tiene que fomentar
prioritariamente la auténtica devoción a María. Pero su invitación
«acercarnos a los pies de este altar», «a pedir gracias abundantes» son,
ante todo, una invitación a acercarse a Cristo y a la oración. Los
signos del reverso de la Medalla, en concreto la cruz y la M, confirman
la expresión «a Jesús por María».
La Asociación tendrá que fomentar la auténtica devoción a María. Y ello
implica, en primer lugar, colocarla en el lugar que ocupa dentro del
misterio de Cristo y en el despliegue de la fe cristiana. Ahí Ella es la
perfecta seguidora de su Hijo, la primera cristiana, peregrina de la fe
como nosotros, la que supo hacer de su vida un culto a Dios y del culto
un compromiso de vida. Por eso es un ejemplo para todo discípulo de su
Hijo.
Dos breves observaciones y deducciones en relación con lo que venimos
diciendo. 1ª: La devoción y el culto a María forman parte del conjunto
de nuestra fe. No en vano hay unos dogmas marianos. No es algo
accidental como puede ser la devoción a tal o cual santo. Por eso se
podrá "relativizar" la devoción a determinadas expresiones marianas
(Medalla Milagrosa, escapulario del Carmen etc.) , pero no la devoción y
el culto a María. 2ª: La Virgen prometió a Santa Catalina que derramaría
abundantes gracias sobre quienes las pidiesen con confianza y llevasen
con devoción la Medalla. Pero eso no equivale a un seguro de vida
temporal o eterno. La Medalla y la repetición de su jaculatoria no nos
eximen vivir como cristianos ni nos libran de los riesgos y peligros a
los que estamos expuestos como los demás mortales. Es de los auténticos
devotos de la Medalla Milagrosa de la Rue du Bac de quienes se ha
afirmado y escrito que tienen "la superstición superada". Ojalá que esto
no sea sólo un buen deseo sino una realidad.
Con varias de las líneas de acción que propone el Papa coinciden algunos
de los desafíos que lanza nuestro Superior General, el P. Maloney, a los
seglares vicencianos: «Sed auténticos creyentes de la palabra de Dios y
cumplidores de ella»; «Sed bien formados»; «Sed santos». Y refiriéndose
en concreto a los laicos de la Asociación les pide: «Desplieguen una
auténtica devoción a nuestra Señora, a quien la Familia Vicenciana
reconoce como Virgen Milagrosa... Hagan de los respectivos centros
locales lugares de oración, de formación permanente -incluyendo la
doctrina social de la Iglesia- de apoyo mutuo de la fe» .
b) «Sostenía en sus manos una bola que representaba la esfera terrestre»
Santa Catalina describe su visión de la segunda aparición de la Virgen
-la que ha dado origen a la Medalla Milagrosa- resaltando dos actitudes
de María: presentando con su manos a Dios el símbolo del mundo y
derramando destellos de luz sobre la esfera en la que se apoyaban sus
pies.
Bajo esta frase de la vidente que tomo como subtítulo de lo que sigue,
quiero incluir un segundo bloque en el que se recojan las restantes
líneas de acción que el Papa propone para incluir en todos los programas
pastorales del tercer milenio. Puede ser que tal subtítulo les parezca
convencional y acomodaticio, y tienen razón. Pero en este caso, lo
importante no es el subtítulo sino las prioridades.
Varias de ellas guardan relación directa con nuestra identidad
vicenciana, con la misión que tenemos en la Iglesia y en el mundo.
Porque una circunstancia importante del mensaje de la Rue du Bac es que
quien lo percibió y transmitió fue una Hija de la Caridad, un miembro de
la Familia Vicenciana.
Decir Familia Vicenciana es sentirse remitidos radicalmente a los
pobres, a la misión de ser en la Iglesia y en el mundo "apóstoles de la
caridad". Tal es el rasgo principal de nuestra identidad
cristiano-vicenciana. ¿Será sólo algo accidental al mensaje de la Rue du
Bac el que la Virgen compartiese con Santa Catalina, Hija de la Caridad,
su dolor compasivo ante las desgracias que se avecinaban?
La tercera parte de la carta del Papa se titula "Testigos del amor". Y
comienza con estas palabras de Jesús: «en esto conocerán que sois
discípulos míos: si os amáis los unos a los otros» . Si verdaderamente
hemos contemplado el rostro de Cristo, nuestra programación pastoral se
inspirará en el mandamiento nuevo que Él nos dio: «amaos como yo os he
amado».
Juan Pablo II, haciéndose eco de las palabras de San Pablo, dice:
«Muchas cosas serán necesarias para el camino histórico de la Iglesia en
este nuevo siglo, pero si falta la caridad todo sería inútil» . Ser
testigos del amor al comienzo del tercer milenio y en las situaciones
que vive la Iglesia y el mundo se concreta, según el Papa, en una
«espiritualidad de comunión entre todos los miembros del único pueblo de
Dios» , en el empeño por el ecumenismo y en el diálogo interreligoso ,
en la pastoral familiar, vocacional y laical . No resulta extraño a todo
esto la actitud de María ofreciendo a Dios el mundo entre sus manos y
los rayos luminosos que descienden hasta la esfera de sus pies. Esas
esferas y las doce estrellas son símbolos que expresan totalidad y
unidad.
Dos afirmaciones del Papa tendrán que tener un eco especial en la
Familia Vicenciana: 1ª: «El siglo y el milenio que comienzan tendrán que
demostrar todavía hasta qué grado puede llegar la caridad hacia los
pobres» . La fidelidad de la Iglesia a Cristo se demuestra en la opción
preferencial por los pobres y en una caridad operante tanto o más que en
una fidelidad a la doctrina. 2ª: «La caridad requiere una mayor
creatividad. Es la hora de una nueva "imaginación de la caridad", que
promueva no tanto y no sólo la eficacia de las ayudas prestadas, sino la
capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quienes sufren, para que
el gesto de ayuda sea percibido no como limosna humillante, sino como un
compartir fraterno ... El anuncio del evangelio, aún siendo la primera
obra de caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en
un mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos
somete cada día. La caridad de las obras corrobora la caridad de las
palabras» .
Por poco conocimiento que tuviésemos de la doctrina vicenciana, seguro
que en todos nosotros, al escuchar estas palabras del Papa, nos han
resonado las de San Vicente. Por ejemplo: la "creatividad" y la
"imaginación de la caridad" no son sino el eco del "amor inventivo hasta
el infinito"; "la limosna que no humille" nos evoca que "al ayudar a los
pobres no hacemos caridad sino justicia"; "la caridad corroborada por
las obras" nos remite al "amor efectivo que se hace efectivo en el
servicio integral a los pobres". Como vemos, es el Papa quien nos está
sugiriendo a los vicencianos cómo hacer una re-lectura del mensaje de la
Rue du Bac.
El globo en manos de la Virgen significa el mundo. Los rayos de luz que
se desprenden de sus manos abiertas simbolizan las gracias. He ahí
representadas otras de las inquietudes y propuestas del Papa: promover
en todo el mundo la "civilización del amor" y la "cultura de la
solidaridad". Con ello sintoniza también el P. Maloney cuando pide a los
laicos vicencianos: «Sed creativos», «sed inventivos en el servicio y
ante las necesidades que descubráis», «haced que las obras de caridad,
justicia y paz resplandezcan en todas las obras de la Familia
Vicenciana» .
La Familia Vicenciana la formamos millones de miembros pertenecientes a
las distintas ramas que integran ese gran árbol de la caridad. No es
ningún sueño irrealizable intentar formar entre todos una red de caridad
que envuelva el mundo entero. La unión en red ya iniciada por toda la
Familia Vicenciana para contribuir a erradicar el hambre en el mundo es
sólo una muestra concreta. Ante el desafío de la globalización de la
economía -y lamentablemente de la pobreza- la Familia Vicenciana quiere
asumir el reto de colaborar en la globalización de la caridad.
Los increíbles avances de la informática ¿no nos están posibilitando y
llamando a los vicencianos -en concreto a los millones de miembros de la
Asociación de la Medalla Milagrosa- a "en-redarnos" en una corriente
mundial de caridad creativa en favor de los pobres?.
Conclusión
Una re-lectura del mensaje de la Rue du Bac es necesaria si no queremos
que quede circunscrito al reducido marco de un tiempo y lugar.
Ciertamente que la revelación privada de la que fue testigo Santa
Catalina no pertenece a las verdades de la Gran Revelación, pero sí a la
dimensión carismática y profética de la Iglesia.
Una re-lectura tiene que respetar lo esencial del mensaje para no caer
en snobismos y caprichos en ese intento de actualizarlo. A la vez, su
carga de profetismo nos impulsa a re-leerlo a la luz de los signos de
los tiempos, de las nuevas situaciones y enseñanzas de la Iglesia, de la
teología, de la exégesis bíblica, de las ciencias humanas ... si no
queremos caer en esclerosis arqueológica o en fundamentalismos. Desde
estos ángulos hemos tratado de hacer esta re-lectura.
Quizá forzando un poco dos frases textuales del mensaje, -pero creo que
sin introducir nada extraño a los símbolos que contiene la Medalla-
hemos puesto el acento en la coherencia de esos símbolos con las líneas
de acción que ha propuesto el Papa para que sean incluidas en los
programas pastorales de todas las comunidades eclesiales. La Asociación
de la Medalla Milagrosa es una de ellas. Será bueno que terminemos la
conferencia reiterando nuestra confianza en la poderosa intercesión de
la Virgen de la Medalla Milagrosa y pedirle la gracia de que la
Asociación sepa concretar esas líneas de acción que ha marcado el Papa
para la Iglesia del tercer milenio comenzado.
P.Fernando QUINTANO, C. M.
Director General de las Hijas de la Caridad.
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