La prueba del agua fuerte aplicada a las apariciones marianas *

Padre Rogelio Alcántara

 

A lo largo del veinte siglos se ha hablado de numerosas apariciones de la Santísima Virgen María, desde aquella primera que se dice fue en Zaragoza, España, en el año 39 al apóstol Santiago, quien, desanimado por no evangelizar a los baturros, recibe la aparición de la Virgen «en carne mortal» para animarlo, mientras ella vivía aún en Éfeso con el apóstol san Juan. Desde entonces se reporta un alud de apariciones (pocas verdaderas, algunas dudosas y muchísimas falsas). En las últimas cuatro décadas el asunto ha llegado a la categoría de «fiebre», con manifestaciones en los cinco continentes.
La Iglesia sólo ha aprobado en este siglo cuatro apariciones: la de Fátima, Portugal, en 1917; la de Betania, Venezuela, en 1976; y las de Beauring y Banneux, Bélgica, en 1932 y 1933. Hay otras que están siendo estudiadas y muchas más han sido condenadas como falsas (por ejemplo la del Palmar de Troya en Sevilla, España; la de Bayside en Nueva York, E.U.; la de Chile; la de Belluno y Pescara, en Italia; la de Little Pebble, en Australia, y la de Quebec, en Canadá).
Aquí en México se habla de muchas apariciones. Dentro de las que hicieron más eco y no están aprobadas por la Santa Sede están la de Tierra Blanca, Qro., en 1987; las aguas milagrosas curativas de Nuestra Señora de Ocotlán, Tlax., y la Nueva Jerusalén, en Michoacán, a finales de los 70's y principios de los 80's.
La avalancha se vino en los últimos años. Está, por ejemplo, la famosa imagen del metro Hidalgo, y un sinnúmero de personas han «descubierto» imágenes de la Virgen de Guadalupe en una cantidad de variados objetos, dando como nombre a «su virgen» el objeto o el lugar donde creyeron verla. Así se ha oído hablar, por citar algunas, de la «virgen del comal», la «del platón del horno de microondas», la «del tinaco», la de «la reja de fruta», la «de los anteojos», la «del árbol del trueno», etc. Parece urgente, pues, dar orientación acerca de estos fenómenos y, sobre todo, ayudar a los creyentes a tener claros cuáles son los criterios para discernir una aparición de la Virgen, para lo cual nos servirá reflexionar en tres que la Iglesia ha reconocido como verdaderas apariciones: Guadalupe, Lourdes y Fátima.

Criterios para discernir una verdadera aparición
1. El vidente (la persona que ve a la Virgen y habla con ella). El vidente tiene una vida moral muy elevada (en los casos citados: Juan Diego, Bernardita, y los pastorcitos Francisco, Jacinta y Lucía). Limpios de corazón, incapaces de mentir o de sacar provecho personal de ese «privilegio». Y he puesto privilegio entre comillas porque lo es, pero no como lo entiende el mundo materialista, dado que todos ellos sin excepción, al cumplir con la misión que se les encomendó, experimentaron grandes sufrimientos. Su vida cristiana, ya muy crecida, después del encuentro con la Señora del Cielo ha llegado a su completa madurez.
2. Un encuentro personal. En estos tres casos la aparición se presenta como un encuentro personal. No es algo anónimo de parte de los interlocutores. La Señora del Cielo los llama por su nombre y les revela su personalidad. Se entabla un diálogo confiado y filial.
3. El mensaje. Siempre hay un mensaje que está en consonancia con todo el conjunto de la revelación de Dios en Jesucristo transmitida por la Iglesia; un mensaje que no pretende «mejorar» o «completar» la revelación definitiva de Cristo, sino ayudar a vivir más plenamente algún aspecto de la fe en esa época de la historia.
4. Obediencia filial a la jerarquía. A pesar de los obstáculos que inicialmente encontraron en la misma jerarquía, los interlocutores de la Virgen María fueron simplemente obedientes y dóciles a sus pastores. Esperaron con paciencia que lo sobrenatural se diera a conocer por sí mismo, en lugar de imponerse ellos con su testimonio. Confiaron e hicieron con sencillez lo que se les pedía en vez de engreírse y hacerse autopropaganda. Prefirieron la humillación de ser desacreditados y pasar como sospechosos a ensoberbecerse por sentirse «privilegiados». Confiaron en las decisiones de sus sacerdotes, no se revelaron contra la autoridad eclesiástica ni arrastraron a otros saliéndose de la Iglesia para fundar su propio grupo religioso. En fin, practicaron de modo heroico, en estas circunstancias, la fe, la esperanza y la caridad.
Con estos criterios podemos discernir de manera clara cuándo se trata de una aparición de la Virgen María y cuándo no; o cuándo se trata del mero hallazgo de una imagen que simplemente nos evoca a Nuestra Señora. Por esto se explicó que la imagen del metro Hidalgo no era un milagro, sino un prodigio de la naturaleza, donde concurrieron diversas causas naturales para dar origen a una imagen, que no es aparición de la Virgen por «no cumplir con los requisitos antes señalados». Tendríamos que decir lo mismo para algunas de las imágenes últimamente encontradas, y digo algunas porque la mayoría no son sino el resultado de una «fiebre de apariciones», fruto no de una promoción sino de una explotación de la religiosidad popular por algumos medios de comunicación.

* Extracto de la ponencia pronunciada por el autor en el I Encuentro «La Iglesia ante la historia», efectuada recientemente en la Arquidiócesis de México.

Fuente: El Observador 266-6