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Virgen de la Salette
Padre Ángel Peña. O.A.R.
La
Virgen nuestra Madre se aparece a dos pastores, Maximino de 11 años y
Melania Calvat de 15 años. Fue en La Salette, lugar ubicado a 35 Kms. de
Grenoble, en Francia. La aparición ocurrió el 19 de setiembre de 1846.
Actualmente, en La Salette, hay un hermoso santuario mariano donde van miles
de peregrinos todos los años.
Melania escribió el relato de la aparición el 21 de noviembre de
1878. En él dice que María lloraba mientras hablaba de los castigos que
vendrán a la humanidad, si no se convierte. Por eso, se habla de la Virgen
de las lágrimas de La Salette. Veamos lo que nos dice en su relato
autobiográfico:
“La Virgen era majestuosa, imponente, imponía un temor respetuoso. A la
vez que su majestad imponía respeto, mezclado de amor, atraía hacia sí.
Su mirada era dulce y penetrante; sus ojos parecían hablar con los míos.
La dulzura de su mirada, su aire de bondad incomprensible, hacía comprender
que Ella quería darse. Era una explosión de amor que no puede expresarse
con lenguaje humano ni con las letras del alfabeto. La Santísima Virgen era
muy bella y toda hecha de amor. Parecía que la palabra amor se escapaba de
sus labios, plateados, purísimos. Me parecía como una buena madre, llena
de bondad, de amabilidad, de amor para nosotros, de compasión y de
misericordia...
La Santísima Virgen lloraba durante casi todo el tiempo que me habló.
Yo hubiera querido arrojarme a sus brazos y decirle: Mi buena Madre, no lloréis,
yo os quiero amar por todos los hombres de la tierra. Pero me parecía que
me respondía: Hay tantos que no me conocen... La vista de la Santísima
Virgen era por sí sola un paraíso cumplido. Tenía en sí todo lo que podía
satisfacer, pues la tierra quedaba olvidada... La voz de la bella Señora
era dulce, encantaba, cautivaba, alegraba el corazón. Mi corazón parecía
saltar o querer ir a su encuentro para derretirse en Ella. Los ojos de la
Santísima Virgen no pueden describirse con lenguaje humano. Para hablar de
ellos sería preciso un serafín, haría falta la palabra del mismo Dios, de
ese Dios que ha hecho a la Virgen Inmaculada, obra maestra de todo su
poder...Parecían mil y mil veces más bellos que los brillantes, que los
diamantes, que las piedras preciosas y brillaban como dos soles. Eran
dulces, la dulzura misma, en sus ojos se veía el paraíso. Cuanto más la
miraba, más la quería ver y cuanto más la veía, más la amaba y la amaba
con todas mis fuerzas.
Y me dijo: Dios va a castigar al mundo de una manera sin precedentes.
¡Ay de los habitantes de la tierra! Dios va a derramar su cólera y nadie
podrá sustraerse a tantos males juntos. Los jefes, los guías del pueblo de
Dios han descuidado la oración y la penitencia, y el demonio ha ofuscado
sus inteligencias... Dios permitirá al diablo poner divisiones entre los
soberanos, en todas las sociedades y en todas las familias. Se sufrirán
penas físicas y morales. Dios enviará castigos que se sucederán durante más
de 35 años...
Los libros malos abundarán en la tierra y los espíritus de las
tinieblas extenderán por todas partes un relajamiento universal en todo lo
relativo al servicio de Dios. El Vicario de mi Hijo tendrá mucho que
sufrir; porque, por un tiempo, la Iglesia será entregada a grandes
persecuciones. Ésta será la hora de las tinieblas. La Iglesia tendrá una
crisis espantosa... Dado el olvido de la santa fe de Dios, cada individuo
querrá gobernarse por sí mismo e imponerse a sus semejantes. Se abolirán
los poderes civiles y eclesiásticos, todo orden y toda justicia serán
hollados... Por todas partes se verán homicidios, odio, envidia, mentira y
discordia, sin amor por la patria ni por la familia...
Los gobernantes civiles tendrán un mismo plan que será abolir y
hacer desaparecer todo principio religioso para dar lugar al materialismo,
al ateísmo, al espiritismo y a toda clase de vicios... Yo dirijo un
apremiante llamado a los verdaderos discípulos del Dios vivo... Ya es hora
de que salgan y vengan a iluminar la tierra. Id y mostraos como hijos
queridos míos. Yo estoy con vosotros y en vosotros. Que vuestro celo os
haga hambrientos de la gloria de Dios y de la honra de Jesucristo. Pelead,
hijos de la luz, vosotros, pequeño número, pues he aquí el tiempo de los
tiempos. Entonces, Jesucristo vencerá a sus enemigos y se hará la paz, la
reconciliación de Dios con los hombres. Jesucristo será servido, adorado y
glorificado. La caridad florecerá en todas partes. Los nuevos reyes serán
el brazo derecho de la Santa Iglesia que será fuerte, humilde, piadosa y
pobre, celosa e imitadora de las virtudes de Jesucristo. El Evangelio será
predicado por todas partes y los hombres vivirán en el temor de Dios...
Esta paz no será larga: veinticinco años de abundantes cosechas les harán
olvidar que los pecados de los hombres son la causa de todos los males que
suceden en la tierra”.
María, en ésta como en otras apariciones, nos pide conversión y
hacer mucha oración y penitencia con el rezo del rosario. Ojalá escuchemos
su dulce voz que, como Madre, nos habla, derramando lágrimas, por tantos de
sus hijos que van por el camino de la perdición eterna. Allí en La Salette
hay una fuente de agua, que no ha dejado de brotar desde hace más de 150 años,
produciendo numerosas curaciones.
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