El arte al servicio del Evangelio

 

Hna. Ondina Cortés, RMI

 

 

Desde sus inicios hasta nuestros días la Iglesia se ha valido del arte para transmitir el mensaje de salvación, comenzando con la expresión sencilla de temas bíblicos en las paredes de las catacumbas romanas y llegando a su cumbre en el renacimiento. Murales y vitrales, estatuas y óleos han servido de catequesis visual tanto para el pueblo simple como para reyes e intelectuales. 

Cada época ha sabido traducir el mensaje en imágenes que eran comprensibles a su generación. Por eso el arte religioso no sólo nos habla de las verdades eternas, sino de los tiempos y los pueblos en donde se concibe la obra. Podríamos decir que cada artista hace su propia hermenéutica o interpretación del pasaje bíblico, personaje o tema religioso que representa. El artista, como es hijo de su época, nos trasmite quién es Cristo o la Santísima Virgen y cuáles son las luchas y preocupaciones que anidan en el corazón de sus coetáneos. 

Un ejemplo cercano es la hermana Marta Moroder, misionera claretiana, que desde Argentina lleva varios años evangelizando por medio del arte y ha hecho varias tallas en madera para las iglesias de la Arquidiócesis de Miami. Para la capillamisión de San Francisco y Sta. Clara, que pertenece a la parroquia de Corpus Christi, hizo las imágenes de los dos santos patronos. Pero su especialidad está en las representaciones de la Virgen. Como decía un feligrés de Sta. Agueda, parroquia para la que hizo una imagen de la Virgen y San José: “Es notable que la Virgen tiene la cara de una joven. Muy natural, no como en algunas que tiene cara angelical o como si estuviera ya en la gloria”.

Ciertamente hoy abundan las imágenes de María que son herencia de otra época pero que poco hablan de la María del Evangelio, tal como la entendemos hoy. En su más reciente creación la Hna. Marta ha tallado para la Casa Noviciado de las Misioneras Claretianas una imagen de María tal y como nos la presenta el Evangelio. Como pueden apreciar en estas páginas, esta talla original nos refiere a la María que sale de prisa a visitar a su prima Isabel (Lc. 1, 39), es la María misionera, mujer activa y decidida. Este movimiento es evidente en sus pies y en su pelo y vestido que se agita en el aire al caminar. Sus manos, en cambio, denotan su carácter contemplativo, representando literalmente aquellas palabras del evangelista Lucas: “María guardaba todas estas cosas en su corazón” (Lc. 2, 19.51). Es una imagen que invita a la acción y la contemplación y no a una admiración pasiva de la belleza o pureza de la Virgen. 

El Santo Padre, Juan Pablo II, en su Carta a los Artistas (abril, 1997) dice: “Para transmitir el mensaje que Cristo le ha confiado, la Iglesia tiene necesidad del arte. En efecto, debe hacer perceptible, más aún, fascinante en lo posible, el mundo del espíritu, de lo invisible, de Dios” (#12). En esta misma carta el Papa insiste en el interés de la Iglesia por “el diálogo con el arte y su deseo de que en nuestro tiempo se realice una nueva alianza con los artistas” (#10). Este renovado interés se remonta al Concilio Vaticano II que promovió una relación armónica entre la cultura y la Iglesia subrayando la “gran importancia” (Gaudium et Spes #62) de las artes en la vida del hombre.



La celebración del Jubileo en nuestra Arquidiócesis dio cita a múltiples artistas que expusieron sus obras de carácter religioso en el Centro de Convenciones de Miami Beach. Entre ellos el Padre Jesús Sardiñas, sacerdote diocesano, profesor de St. Thomas University, presentó las Puertas del Jubileo y la Hna. Olga Villar, misionera claretiana, la serie “Madre e Hijo” sobre la relación de María con Jesús. Ambas creaciones de carácter contemporáneo responden a la solicitud del Santo Padre de que “surja una epifanía de la belleza en nuestro tiempo, así como respuestas adecuadas a las exigencias propias de la comunidad cristiana” (Carta a los Artistas #10). Este reto queda en pie para nuestro tiempo, en el que la fascinación con las respuestas del pasado esconde una renuncia a la creatividad y falta de audacia para buscar respuestas originales a las preguntas de nuestro tiempo. Esto, que es evidente en muchas estampas populares de Cristo y la Virgen, es un reflejo del tipo de espiritualidad y teología que le sustenta. Valorar las respuestas que santos, teólogos y artistas dieron en otra época debería ser un estímulo para hacer nosotros lo mismo en este tiempo, en vez de transportar esta herencia al presente sin la apropiada adecuación.

El Papa Juan Pablo II en su visita a Haití (1983) lanzó el reto de la Nueva Evangelización, tema que reiteró en su discurso inaugural de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo (octubre, 1992) y que sirvió de clave para esa conferencia. “Hablar de Nueva Evangelización no significa que la anterior haya sido inválida… significa que hay desafíos nuevos… a los cuales es urgente responder” (Sto. Domingo #24).

Ante la creciente separación entre fe y vida, evangelizar es promover una fe que nos comprometa con el mundo que hay que transformar con el Evangelio. Según el Papa, la nueva evangelización ha de ser “nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión” (Sto. Domingo #27). Esto sigue siendo la tarea de la Iglesia y de todos los que en ella servimos la causa del Reino a través de cualquier medio. 

El arte, hoy más que nunca, es un medio eminente para encarnar el Evangelio en la cultura de nuestro tiempo de manera que sea inteligible para nuestros contemporáneos y les lleve a una respuesta de vida.

fuente: La Voz Católica