María en el arte: Los iconos de las fiestas de la Virgen

 


Luis Silvestre Casas, Capuchino

 

 

DEVOCIÓN A LA VIRGEN EN SUS IMÁGENES 

La devoción surge en el corazón del que se siente inclinado al servicio amoroso de quien le es superior, que en el caso que nos ocupa es la Madre de Dios y Madre de todos los hombres.

Cuando se acepta con fe y buena voluntad la primacía de Santa María sobre los Ángeles y los Santos, por ser la Madre de Dios y por su estrecha relación con los misterios de Cristo Redentor, se produce en los cristianos una actitud de venera­ción a María tal, que se manifiesta en un culto litúrgico lleno de respeto, en devoción personal recia y profunda, en prácti­cas de piedad que la Iglesia recomienda y bendice. Esto no entorpece el culto a Dios, sino que lo favorece e impulsa. 

El Concilio Vaticano II enseña que las diversas formas de piedad hacia la Madre de Dios, que la Iglesia ha aprobado dentro de la sana y ortodoxa doctrina, teniendo en cuenta las circunstancias de los fieles, hacen que, al honrar a la Madre, el Hijo sea más amado. Por ello recomienda también las prácticas de piedad marianas tradicionales, reconocidas por el Magisterio y admitidas por los Obispos de los lugares. 

Su forma y duración variara para cada lugar y, con el correr del tiempo, hasta pueden derivar sus modos y esplendor; pero siempre, ya sean públicas o privadas, tenderán a honrar a nuestra Madre y a conseguir su intercesión poderosa. El culto de la Madre de Dios, a través de sus imágenes o cuadros, queda bien patente que es según el sentido que se le da en la Iglesia: No se venera la imagen o el cuadro como tal, sino a la persona representada. 

Las miradas a las imágenes de la Virgen, que se encuentran en las habitaciones, calles, iglesias... y que van acompañadas con el afecto del corazón o una jaculatoria en el interior de nuestra mente, son verdaderos votos de fe y amor, confianza y cariño con nuestra Madre. 

la anunciación de Fray Angélico 

El verdadero nombre de Fray Angélico es Guidolino di Prieto (1387-1455). Ingresó en la Orden de Santo domingo, e influenciado por la mística y teología dominicanas se ha convertido en uno de los pintores por excelencia del cristianismo. 

Nadie como él ha expresado la felicidad de la fe, la dulzura del sufrir por ésta, y la beatitud de los elegidos. Fue un pintor lleno de sabiduría, que conocía la forma humana mejor que otros artistas de su época. Desde el punto de vista formal y técnico, es artista de primerísima categoría, destacando su gusto por el dorado y el alargamiento y lo curvilíneo de sus figuras.

Su obra monumental la desarrolló en el convento de San Marcos de Florencia, en donde residía, y cuyo claustros y celdas decora al fresco con escenas de la vida de Jesús para elevar la devoción de los monjes.

Fray Angélico fue un gran pintor de Vírgenes. Entre los temas marianos de su predilección figura La Anunciación, de la que pintó tres versiones. 

La versión que nos ocupa es una tabla central del retablo pintado para la iglesia de Santo Domingo de Fiesole. Es un temple sobre tabla, de 194x194 cm. Fue comprada por el duque de Lerma en 1611. De las tres versiones existentes, esta es la que presenta una mayor riqueza de colorido y un discreto empleo del oro con técnica propia de la miniatura. Actualmente se conserva en el Museo del Prado de Madrid.

La Virgen está sentada en un pórtico gótico sostenido por finas columnas renacentistas. El ángel la saluda, mientras que los rayos dorados enviados por el Padre Eterno caen sobre su regazo. La minuciosidad con que está tratado el jardín del Edén, de donde son expulsados Adán u Eva, contrasta con la escena de la Anunciación, de gran simplicidad.

La tabla está cargada de sensibilidad y de delicioso buen hacer, así como las cinco tablillas que la acompañan dedicadas a la vida de la Virgen. 


Fuente: El Propagador, Capuchinos, Valencia, España