Orar ante Iconos: El Icono de la Madre de Dios

 

Padre Alberto María, fmp.

 

 

 
 

Disponibilidad y diligencia

La Madre de Dios, sigue acompañándonos en este breve recorrido a través de aquellas actitudes que el Señor desea y espera encontrar en nosotros.
La primera de estas actitudes la encontramos al comienzo del Evangelio de San Lucas, cuando nos dice: «María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a casa de su prima Isabel» (Lc 1,39). A lo largo de todo el Evangelio, San Lucas nos va resaltando algunas de las cualidades, de las actitudes, que adornaban el corazón y la vida de la Madre de Dios y en este, de entrada, comienza resaltándonos la disponibilidad.
Ella conocía que su prima Isabel era una mujer entrada ya en años, y sin duda conocía otros casos de mujeres mayores que al dar a luz lo hacían con graves dificultades. Conocedora, pues, de la situación de su prima, a María, la Madre del Señor, a pesar de estar ella misma embarazada, no le importó nada. Abandonó su casa, abandonó todo lo que tenía entre manos y, disponible para servir a otros -dice San Lucas- «fue aprisa a la montaña» a servir a Isabel. «Fue aprisa», dice.
Con ello, la Madre del Señor nos recuerda que Dios espera de nosotros una prontitud en la respuesta a las necesidades de cuantos nos rodean, así como una respuesta pronta a la voluntad de Dios que nos ha sido manifestada. Porque a veces olvidamos que las cosas del Señor todas tienen un tiempo, como también que todas nuestras cosas tienen un tiempo, y a veces tardamos tanto tiempo en cambiar una actitud, ocupamos tanto tiempo en reconocer nuestras flaquezas, tardamos tanto tiempo en cambiar, en someter nuestro criterio al Señor, que la Madre del Señor nos dice: «Debéis estar disponibles prontamente para lo que Dios quiera».
No podemos tampoco decir como aquellos del Evangelio: «Déjame primero ir a despedirme de mis padres... Mira que mi padre ha muerto, déjame enterrarlo... Mira que esto lo tengo por resolver... Tengo que abrir el negocio o asistir al trabajo... Mira que...» (cfr. Mt 8, 22). La Madre del Señor, por el contrario, responde aprisa... Porque hemos perdido tantas veces la hora, el tiempo, la oportunidad de Dios... A lo largo de nuestra vida hemos perdido en tantos momentos el tiempo del Señor para una cosa determinada que, como Madre, también Ella -digamos-sufre nuestras deficiencias, cuando ve que podemos volver a llegar tarde. Por ello nos recuerda: Disponibles, cuando Dios quiera y para lo que Dios quiera, pero aprisa.
Y esa prisa también nos está hablando de la prisa en el servicio, no solamente aprisa en la disponibilidad, sino también aprisa en realizar el servicio.
El Señor puede pedirte -de mil maneras- que atiendas la necesidad de un hermano, y tú mismo puedes responder al Señor, deprisa, estar disponible en seguida y salir en seguida a ayudar a tu hermano, pero puedes demorartse seis meses en hacerlo.
La respuesta al Señor también tiene que ser algo deprisa, de inmediato. Porque responder al Señor siempre es urgente, no se puede esperar ni para comenzar ni para terminar. No podemos demorarnos en las cosas días y días porque pasa la vida y perdemos oportunidades maravillosas de vivir y de gozar con el Señor.
La Madre del Señor, pues, nos enseña, nos recuerda: La disponibilidad pronta y la rapidez en ejecutar aquello que, de alguna manera, directa o indirectamente, el Señor quiere de nosotros