Angelus y Regina coeli
Rebeca
Reynaud
Todos
los días, en algún lugar del mundo dan las doce –por el
movimiento de rotación de la tierra- y
se reza el Angelus
sucesivamente. Al rezar esta oración
centrada en la encarnación del Verbo, nos sumergimos en la
contemplación del misterio de Cristo.
La
costumbre de contemplar el anuncio del ángel Gabriel a María
de Nazaret (Lc. I, 26-38) influyó en las comunidades
cristianas de los primeros siglos en la comprensión del
misterio de la encarnación. Dan fe de ello las aportaciones
de los Padres, tanto orientales como occidentales.
El
Ángelus se rezaba a las 6 de la mañana, a las 12 (mediodía)
y en la tarde, a las 6 p.m. La costumbre de rezar en estos
tres momentos de la jornada es muy antigua.
En
el judaísmo, se
recitaba dos veces al día la profesión de fe conocida como
Shemá Ysrael (escucha Israel), posiblemente a causa del
texto del Deuteronomio 6,7 y 11,19: "Repetirás estas
palabras (de
la Ley
) a tus hijos, las dirás lo mismo en casa
que cuando vayas de camino, cuando te acuestes y cuando te
levantes". No es una mera plegaria, sino un acto de fe
y de reconocimiento al Dios salvador que se ha manifestado
en los acontecimientos de la historia. Es como el credo
israelita, y formaba parte de la liturgia oficial del Templo
y de la vida privada.
En el siglo XVI
se introdujo la costumbre de separar las tres Ave María con
tres versículos, tal como se hace ahora en el rezo del Ángelus.
Esta fórmula está documentada por primera vez en un
catecismo impreso en Venecia en 1560.
El
Papa Pío V hizo
insertar en 1571 esta misma fórmula en el Oficio de
la Virgen
, aprobado por él, introduciéndola bajo el
título "Ejercicio cotidiano". La fórmula adquiría
así un carácter oficial. La oficialidad del Ángelus, si
es lícito hablar así, recibe una confirmación definitiva
en el Ceremonial editado en 1600 por orden de Clemente VIII.
A
finales del siglo XVII en Francia se rezaba en todas las
iglesias: "no hay familia cristiana que no rece el Ángelus
cuando oye tocar las campanas. Creo que no hay necesidad de
exhortar a los cristianos para que lo recen, ya que esta práctica
está bien establecida y observada en todas partes".
(Bocquillot).
En
1724, Benedicto XIII
concedió indulgencia plenaria a los fieles que, al tocar la
campana y de rodillas, rezasen el Ángelus, exhortando a
pedir al Señor por la paz y la concordia entre los príncipes
cristianos y la liberación de las herejías.
Pío
XII
favoreció
la práctica del Ángelus al mediodía, rezándolo él mismo
con sus visitantes peregrinos. El mismo Pío XII, al
inaugurar
la Radio Vaticana
el 11 de febrero de 1958, con el rezo del
Ángelus a mediodía, volvía a proponer esta oración a los
fieles.
Cuando
el Papa Juan XXIII
empezó a impartir la bendición apostólica los días de
fiesta, decidió colocar, antes de la bendición, la oración
del Ángelus, uso que adoptaron luego sus sucesores, hasta
que se hizo una de las citas de oración tradicionales del
Obispo de Roma con los fieles romanos y peregrinos.
En
la exhortación apostólica "Marianis cultus", de
Pablo VI (1974 exhorta a "mantener la costumbre de este
rezo, donde y cuando sea posible” Entre sus características
se señalan: "Su estructura sencilla, su carácter bíblico,
su ritmo casi litúrgico que santifica momentos diversos de
la jornada, su apertura al misterio pascual, por lo que,
mientras conmemoramos la encarnación del Hijo de Dios,
pedimos ser conducidos por 'su pasión y su cruz a la gloria
de
la Resurrección
" (n. 41).
El
saludo del Ángel
dirigido a María, Hija de Sión, es una invitación a
aquel gozo mesiánico que en otros tiempos dirigieron los
profetas a Jerusalén.
La
virgen de Nazaret, en nombre de Israel, es invitada a
alegrarse; porque al tomar carne en su seno, el Hijo de Dios
viene a
la Hija
de Sión, pone su morada en medio de ella
como rey de la nueva casa de Jacob.
Al
anuncio del Ángel corresponde el silencio meditativo de María,
silencio que se abre al deseo de una comprensión más
amplia. María será como una nueva Arca de
la Alianza
, porque llevará en su seno al Hijo de
Dios.
El
fíat de María
manifiesta un gozoso deseo de colaborar con lo que Dios
quiere de ella. S. Bernardo dice: " El ángel está aguardando la respuesta. Señora,
también nosotros esperamos esa palabra tuya de conmiseración
(...) Responde ya, oh Virgen; que nos urge (......). Mira
que está a la puerta llamando el deseado de todos los
pueblos (Ap. 3,20). (San Bernardo de Claraval, De
laudibus Virginis Matris, IV 8 (PL. 183, 83-84).
De
Pascua a Pentecostés se reza el Regina
coeli en vez del Ángelus, para recordar la alegría de
la Virgen
al ver a Jesús resucitado.
Regina
coeli.
V.
Alégrate, Reina del cielo; aleluya.
R.
Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.
V.
Ha resucitado, según predijo; aleluya.
R.
Ruega por nosotros a Dios; aleluya.
V.
Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.
R.
Porque ha resucitado Dios verdaderamente; aleluya.
Oración:
¡Oh Dios!, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor
Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos
que por su Madre,
la Virgen María
, alcancemos el gozo de la vida eterna. Por
el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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