Sobre el rosario

Eduardo Pérez-Cotapos L. ss.cc.


Orar es hablar de amor con el Señor, es expresarle nuestro amor a un Dios que sabemos nos ama desde antes de nuestra misma existencia. La experiencia cotidiana nos dice que el amor se puede expresar de modos infinitamente variados: por gestos y por palabras, con expresiones muy materiales o con discursos profundamente espirituales. Prácticamente toda acción humana es capaz de ser expresión de amor a otro, si uno quiere hacerla tal. Algo semejante sucede con la oración.

Si recorremos la historia de la espiritualidad cristiana, a lo largo de los tiempos y a lo ancho de las diversas culturas, podremos constatar fácilmente que los cristianos han orado de formas muy variadas. Cantar y recitar textos sagrados es una forma de oración recibida de la tradición judía. El silencio de escucha, repetir largo tiempo algunas frases o presentar a Dios nuestra realidad, son formas de oración. Lo mismo peregrinar a lugares sagrados, sea personalmente o en grupo. Ofrecer a Dios objetos, acciones, o compromisos personales, ha sido otra forma tradicional de orar. Comprometerse en una vida más fiel a Dios es otra forma clásica de oración. Esta lista podría ser interminable; solo deseo ayudar a imaginar la multitud de formas concretas que puede asumir nuestra oración. 

Es en este contexto amplio que debemos situar el rezo del rosario. Se trata de una modalidad muy concreta de oración que nace en plena Edad Media, como una forma de oración ofrecida a aquellos que tenían dificultades para rezar la Liturgia de las Horas, o el Breviario, como a veces se lo llama. La Iglesia heredó del judaísmo la costumbre de rezar los Salmos; al punto que la recitación o el canto de los 150 salmos pasó a ser la oración habitual de los monjes, hasta hoy. Pero para poder recitarlos era necesario saber leer y disponer de un manuscrito con el texto de los salmos. Ambas cosas requerían de un cierto nivel de cultura y de disponibilidad económica. Por lo mismo era un modo de oración casi imposible para los más sencillos y pobres. De allí nace la idea de orar recitando 150 oraciones que fuese posible aprender de memoria. Esta modalidad se inspira en una forma tradicional de oración, como era la de repetir innumerables veces pequeñas oraciones o fórmulas.


Santo Domingo, el impulsor

Entrando más en lo concreto, el rosario tiene algunos lejanos orígenes en la primera edad media, y encuentran su primera expresión formal en torno a la figura de Santo Domingo de Guzmán (1170-1221) y a la espiritualidad dominicana. La tradición dominicana dice que la Virgen entregó a Santo Domingo el rosario, enseñándole a rezarlo. En esta misma época va comenzando a configurarse la primera parte del «Avemaría» (que recoge el saludo del ángel) como oración, la que se acostumbra repetir muchas veces, intercalando el Padrenuestro. 
Después de algunos siglos en los cuales hay una enorme variedad de modos de rezar el rosario, el Papa Pío V, en la Bula Consueverunt Romani Pontifices, de 1569, sistematiza el rezo del rosario tal como lo conocemos hoy. Pío V era religioso dominico antes de ser Papa, y por lo mismo conocía bien esta forma de oración. Se establece que el rosario se organiza en secuencias de 10 Avemarías precedidas de un Padrenuestro y concluidas con un Gloria. Se establecen los 15 misterios tradicionales, lo que hace que «el rosario completo» tenga 150 Avemarías, como los Salmos de la Biblia. Y quizás lo más importante, en esta época se agrega al Avemaría la segunda parte, lo que permite rezar el rosario en forma alternada entre dos grupos de personas, tal como reza el coro de los monjes. Este modo de rezar el rosario ha tenido como único cambio la introducción de los «Misterios de la Luz» por parte del Papa Juan Pablo II en el año 2002, en el documento Rosarium Virginis Mariae.
El rezo del rosario se comenzó a vincular desde los inicios a un «instrumento de oración» que ya era conocido en la Iglesia: una serie de pequeñas bolitas que permiten ir contando las oraciones rezadas y, de paso, entretienen los dedos para evitar las distracciones. El rosario, como instrumento físico, adquiere la forma que actual-mente conocemos en tiempos del Papa Pío V.

Meditación en torno a la vida de Jesús

Como toda forma de oración, el rosario tiene que ver con un tipo de sensibilidad religiosa. Por lo mismo, no cabe siquiera plantearse la pregunta por su valor «en sí mismo», sino que su valor depende de su utilidad o inutilidad para expresar la oración de una persona en un momento determinado de su vida. 

«Yo me acuerdo de un momento muy puntual, en que tuve un bajón muy grande... creo que fue en julio de 2003, en La Unión. Uno en estos bajones muchas veces dice: ‘quiero mandar todo a la punta del cerro’, pero yo dije: ‘no, quiero tratar de poner todo esto que me pasa en manos del Señor y el rosario va a ser mi herramienta...’ y también, como el rosario tiene la gracia de que uno no piensa mucho, sino que se relaja y repite, impide que me cuestione tanto y me ayuda a abandonarme más en el Señor. Entonces, empecé a rezar más. Me acuerdo que me levantaba una hora antes que mis compañeros y rezaba media hora el rosario y lentamente; trataba de poner bajito una canción de Taizé, cantada por mí. Estuve dos semanas así... y encontré un nuevo sentido, fue como un vuelco que di y pude reanimarme allá». (Patricio Borgoño, 21 años, ex alumno de Colegio SS.CC. Manquehue. Formó parte de la comunidad Peumos en 2003, en La Unión). 

«En las penas grandes para mí es un medio muy útil de oración, para que el Señor me vaya dando su paz. Cuando murió mi papá, que fue tremendo -porque murió en un accidente- con mi mamá lo rezábamos mucho (...). Ahora último he rezado bastante en los momentos de mi operación. Los primeros días de recuperación, en que yo no podía hacer otra cosa... ni leer, ni nada, simplemente rezaba el rosario, y tampoco podía rezarlo completo. En el trabajo también, cuando estoy cansada, rezo el rosario y también voy meditando, es decir, no sólo con las oraciones que ahí se incluyen, sino también conversando más con el Señor, ofreciéndolo por la gente que va en el bus y por distintas intenciones... por los enfermos, por el Papa, por los encarcelados...» (María Cortés, 62 años, religiosa de los SS.CC. Superiora de la comunidad Damián de Molokai). 

El rosario es un tipo de oración que busca ir introduciendo paso a paso en un clima de meditación sobre diversos aspectos de la vida de Jesús; una meditación más vital y experiencial que reflexiva. La reiterada repetición de las mismas fórmulas es una invitación a ir entrando en un ritmo que permita adentrarse en las honduras del misterio cristiano y de la propia vida. Es una oración de serenidad, de reposo, de decantación de experiencias espirituales. 

«Es como un relajar la cabeza y abrirse a reflexionar sobre los misterios de Jesús. La idea es que en cada uno de éstos yo vaya profundizando en Jesús, porque aunque esto es un canto a la Virgen, la atención debe estar puesta en la persona de Cristo. La Virgen nos acompaña cuando rezamos, pero lo esencial debe ser buscar al Señor. Todo eso me lo enseñó Pablo Fontaine ss.cc. estando allá, en La Unión, y desde ese momento empecé a darle más sentido, más plenitud al rezo (...). Uno se da cuenta que de verdad el rosario te tranquiliza, te da paz... que estás mucho más contento, aunque incluso a veces te distraes, igual te deja siempre algo positivo: algo sigue pasando... el Espíritu Santo tiene esa gracia de que uno, sin saber, sin entender, sigue actuando y te va dando paz, tranquilidad. Ahí yo me quedo pensando en que es uno quien, al entender el sentido de cosas como éstas, va viviéndolo... porque Dios siempre está. Es uno quien si quiere le abre la puerta al Señor, y si no, no le abre no más... pero Él está siempre». (Patricio).

«A mí me parece que es una forma sencilla de rezar y que está al alcance de todos y que puedes rezar en cualquier lugar: cuando estás parado esperando la micro, o en la consulta del médico, o en el banco. También en el trabajo pastoral que hacemos puede ayudar mucho. La gente, sobre todo en sectores rurales, tiene mucha devoción todavía. Podemos evangelizar a las personas con el rosario en muchos lugares, con los enfermos, en los velorios, etc., porque cada misterio te habla de la vida de Jesucristo (...). 
Yo pienso que un ser humano no puede estar solamente con los pies en la tierra: tenemos un futuro que es del cielo y en nuestro camino las cosas de Dios nos van ayudando... ¡y esto (el rosario) es bien concreto y sencillo!» (María)

Es cierto que este modo de orar no es fácil para el creyente actual, acostumbrado a un ritmo rápido, a la permanente novedad y variación de las cosas, a la reflexión especulativa. Pero el amor expresado a Dios en la oración no puede quedarse sólo en este nivel de la experiencia humana y religiosa, porque es un amor que se cansa y decae cuando desaparece la novedad de las cosas. El camino de la vida hace indispensable ir explorando otras dimensiones de nuestra experiencia, y al mismo tiempo ahondar, decantar, interiorizar mejor muchas de nuestras vivencias. Y para llevar a cabo este proceso, el rosario ha servido a muchas generaciones de creyentes y, por cierto, puede seguir prestando este servicio 

El Evangelio en el rosario

Misterios Gozosos (Se rezan los lunes y los sábados)
1. La Encarnación del Hijo de Dios (Lucas 1,26-38).
2. La Visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel (Lucas 1,39-53).
3. El Nacimiento del Hijo de Dios en Belén (Lucas 2,6-19).
4. La Purificación de Nuestra Señora (Lucas 2,22-40).
5. El Niño perdido y hallado en el Templo (Lucas 2,41-52). 

Misterios Dolorosos (Se rezan los martes y los viernes)
1. La Oración del Huerto (Mateo 26,36-41).
2. La Flagelación del Señor (Juan 18,36-38; 19,1).
3. La Coronación de espinas (Marcos 15,14-17; Mateo 27,24-30).
4. La Cruz a cuestas (Juan 19,17; Lucas 9,23).
5. Jesús muere en la Cruz (Juan 19,25-30).

Misterios Gloriosos (Se rezan los miércoles y los domingos)
1. La Resurrección del Señor (Marcos 16,6-8).
2. La Ascensión del Señor (Mateo 28,18-20; Hechos 1,9-11).
3. La Venida del Espíritu Santo (Hechos 2,1-4).
4. La Asunción de Nuestra Señora (Cantar 2,3-6,10).
5. La Coronación de María Santísima (Cantar 6,10; Lucas 1,51-54).

Misterios Luminosos (Se rezan los jueves) 
1. El Bautismo de Jesús en el Jordán (2 Corintios 5,21; Mateo 3,17).
2. Las bodas de Caná (Juan 2,1-12)
3. El anuncio del Reino de Dios (Marcos 1,15; Marcos 2,3-13; Lucas 1,47-48).
4. La Transfiguración (Lucas 9,35).
5. La Institución de la Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual (Juan 13,1). 




 

Fuente: sscc.cl