Historia del Rosario

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“Los orígenes
Desde los primeros tiempos de la Iglesia, María estaba unida a su Hijo Jesús en el amor de los cristianos y en la plegaria de los fieles.
En el siglo III, los fieles se dirigen a María retomando las palabras del ángel Gabriel en la Anunciación: Ave, gratia plena.
En el siglo IX, la antífona del ofertorio del 4º domingo del Adviento añade al saludo del ángel a María la exclamación de Isabel en el momento de la Visitación. Sólo se añadió al texto el nombre de María. Así será, hasta final del siglo XVI la primera fórmula del Dios te salve María.
En el siglo XII, la devoción a María se acrecienta de una manera importante en Occidente. Esta antífona del Ave María se convierte en plegaria popular en Occidente al mismo tiempo que en Oriente se repite el nombre de Jesús en lo que se llama plegaria del corazón. En los monasterios, el Ave María reemplaza poco a poco a los Pater Noster que recitan los hermanos conversos mientras que los monjes cantan los salmos en latín.
Es probable que bajo la influencia indirecta de los musulmanes encontrados durante las peregrinaciones a Tierra Santa o en las primeras cruzadas, se empezaran a utilizar cuerdecillas anudadas y después granos ensartados, para contar las Ave Marías.
En el siglo XIII, la gran mística santa Gertrudis añadió el nombre de Jésus al final del Ave María.
En el siglo XIV, gusta coronar las estatuas de la Virgen con sombreritos de flores, o con guirnaldas de rosas o «rosarios», igual que los que ponían a las niñas y jovencitas para peinarlas en los días de fiesta. Por eso se llaman de esta manera las cuerdecillas y los granos ensartados que sirven para contar los Padrenuestros y las Ave Marías. ¡Cada Ave María es como una rosa ofrecida a la Virgen María!

Fuente: chapellenotredamedelamedaillemiraculeuse.com