Número y ritmo

Emilio Cárdenas S.M. 


Mediante el simbolismo de la oración numérica queremos acercarnos de algún modo a Dios, pero no porque los números sean mágicos o tengan fuerza oculta alguna. Dios está justamente más allá de todo cálculo y número. Con nuestros pobres números y humildes repeticiones queremos acercarnos con sagrado respeto al que es inabarcable, infinito. Pretendemos expresar lo inexpresable.
Los números y su repetición tienen su importancia desde el punto de vista psicológico. El hombre tiene ya dentro de su propio cuerpo un corazón que late por repetición. El ser humano necesita repetir rítmicamente. Le es completamente necesario. Desde el punto de vista de la sicología podemos decir que la repetición de breves frases o fórmulas suele ser muy útil.
Un excelente otorrinolaringólogo me explicó hace poco que estas repeticiones rítmicas pueden ayudar a reconstituir cerebralmente determinadas funciones auditivas que han sufrido importantes trastornos... o en la logopedia, para ayudar a la persona a que recupere la coordinación de sus palabras y frases. No hace mucho un conocido psiquiatra vienés no católico estuvo en el santuario de Jasna Góra(Polonia) y vio cómo los peregrinos iban rezando y repitiendo las avemarías del rosario, a la vez que iban pasando las cuentas entre los dedos. Le impresionó mucho. «Si pudiera introducir e instaurar en mi hospital de Austria entre mis enfermos tanto la oración repetitiva como el mismo instrumento de pasar las cuentas con los dedos, podría probablemente recuperar y reparar prácticamente a la mitad de mis pacientes».
¿Y lo que cuenta una religiosa colombiana? Refiere que en su país tan desgraciadamente afectado por la plaga de la violencia, en alguna ocasión le tocó la terrible experiencia de tener que ir al velatorio de alguien que había sido asesinado. En medio de la consternación de todos, del vocerío, de los gritos, de la crispación terrible de los allí presentes, ni siquiera la llegada de las religiosas serenaba los ánimos.
De pronto las hermanas sacaban su rosario, se ponían a recitarlo invitando a los demás a hacerlo. Al cabo de muy poco tiempo se imponía por sí misma la necesaria serenidad, el sosiego, la calma. El murmullo de la repetición permitía a todos el ponerse a la escucha, el entrar en reflexión, el afrontar la realidad.
La repetición de fórmulas de oración permite a la persona concentrarse en la propia interioridad y aislarse de algún modo de influencias exteriores. El ser humano alcanza así una hondo recogimiento.

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