La Medalla Milagrosa

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El 27 noviembres del 1830 a RUE de DU de BAC, en Francia, la Santa Virgen aparece a un joven novicio de las monjas de S. Vicente Dè Paoli, sor Catalina Labourè.

La Virgen le pide de hacer acuñar una medalla, como la visión que le aparece enfrente y le dice:

"Hace acuñar una medalla sobre éste modelo, las personas que la llevarán al cuello con confianza, recibirán grandes gracias!"

La medalla de la Inmaculada, acuñada en el año 1832, fue denominada por el mismo pueblo Medalla Milagrosa por excelencia, para el gran número de las gracias espirituales y materiales obtenidos por intersección de María.

Tantos santos ha promulgado la difusión que S. Massimilano María Kolbe ha hecho un emblema para su Milicia de la Inmaculada.

La devoción es muy simple: necesitas llevarla con fe, e invocar más veces al día la protección de la Virgen con la jaculatoria:

"Oh María, sin pecado concebida; rogad por nosotros que recurrimos a ti."

Esta aparición ha estado aprobado por la Iglesia y Sor Catalina Labuorè después de una vida dedicada a la ayuda de los pobres del hospicio de Enghien, a Parigi, ha sido canonizada de papa Pío XII en el 1947.

El cuerpo incorrupto de Santa Catalina Labourè yace en la urna de la capilla a RUE DU BAC en que eran aparecidas la Virgen.

La verdad de fe expresa en palabras incidió sobre la Medalla Milagrosa: "O María concebida sin pecado.." anticipaba la solemne definición de la Iglesia hecha de Pío IX° el 8 diciembres 1854, confirmada luego de la Virgen a Lourdes en el año 1858 con estas palabras dijo a Bernadette en la aparición del 25 de marzo: "Yo soy la Inmaculada Concepción".

PARA OBTENER LA GRACIA 
O Virgen Inmaculada de la Medalla Milagrosa, que, movida a piedad de nuestras miserias, bajaste del cielo para enseñarnos cuanto cuidado coge a las penas y cuanto te usas para alejar de nosotros los castigos de Dios y obtenernos su gracias, socorrernos en ésta presiente nuestra necesidad y concedes le gracias que te pedimos. 
Ave María. Oh María, sin pecado concebida; rogad por nosotros que recurrimos a ti. (3 veces)

O Virgen Inmaculada, que nos has hecho regalo de tu medalla, cuál remedio a tantos males espirituales y corporales que nos afligen, como defensa de las almas, medicina de los cuerpos y consuelo de todo los míseros, he aquí que nosotros la apretamos agradecidos sobre nuestro corazón y te preguntamos al escuchar nuestro rezo. 
Ave María. Oh María, sin pecado concebida; rogad por nosotros que recurrimos a ti. (3 veces)

O Virgen Inmaculada, que has prometido grandes gracias a los devotos de tu Medalla, si te hubieron invocado con la jaculatoria de ti enseñada, nosotros, llenos de confianza en tu palabra, recurrimos a ti y ti preguntamos, para tu Inmaculada Concepción, la gracia que hemos necesitado. 
Ave María. Oh María, sin pecado concebida; rogad por nosotros que recurrimos a ti. (3 veces)

NOVENA DE SIRVIENTA

O Virgen Inmaculada, Madre de Dios y nuestra Madre, con la más viva confianza en tu potente intersección, tantas veces manifestada por medio de tu Medalla, humildemente te suplicamos de querernos obtener le gracias que con esta Novena te pedimos.

(formular las peticiones)

O Virgen de la Medalla Milagrosa, que has aparecido a S. Catalina Labouré, en la actitud de Mediadora del mundo entero, y de cada alma en particular, nosotros ponemos en tus manos y confiamos a tu corazón nuestras súplicas. Dignate de presentarle a tu Divino Hijo y acogerle, si ellos están conformes a la Divina Voluntad y útiles a las almas nuestras. Y, después haber levantado hacia Dios Tu manos suplicantes, bajadle sobre nosotros y ensuélvenos con los radios de tu gracias, iluminando nuestras mentes, purificando nuestros corazones, a fin de que de Ti guiados, alcanzamos un día feliz eternidad. Amén.

REZO FINAL

Recordados, o piisima Virgen María, que nunca es sentido decir que alguno ha hecho recurso a tu patrocinio, implorado Tu ayuda, pidiendo tu protección y haya sido abandonado. Animado de esta confianza, también yo recorro a Ti o Madre, Virgen de las Vírgenes, a Ti vengo y, arrepentido, me postro delante ti. No rechazar, o Madre del Verbo, mi súplica, pero escucha benigna y acógeme. Amén.