Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen.
San Luis María Grignion de Montfort
b.
Pertenecemos a Cristo y a María.
Segunda
Verdad
68.
De lo que Jesucristo es para nosotros debemos concluir con el Apóstol que
ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino que somos totalmente suyos,
como sus miembros y esclavos, comprados con el precio infinito de toda su
sangre.
Efectivamente,
antes del Bautismo pertenecíamos al demonio como esclavos suyos. El
Bautismo nos ha convertido en verdaderos esclavos de Jesucristo, que no
debemos ya vivir ni morir sino a fin de fructificar para este Dios-Hombre,
glorificarlo en nuestro cuerpo y hacerlo reinar en nuestra alma, porque
somos su conquista, su pueblo adquirido y su propia herencia.
Por
la misma razón, el Espíritu Santo nos compara a:
1º
árboles plantados junto a la corriente de las aguas de la gracia, en el
campo de la iglesia, que deben dar fruto en tiempo oportuno.
2º
los sarmientos de una vid, cuya cepa es Cristo, y que deben producir
sabrosas uvas.
3º
un rebaño, cuyo pastor es Jesucristo y que deben multiplicarse y producir
leche.4º Por Jesucristo, con Jesucristo, en Jesucristo lo podemos todo: una
tierra fértil, cuyo agricultor es Dios, y en la cual se multiplica la
semilla y produce el 30, el 60, el ciento por uno.
Por
otra parte, Jesucristo maldijo a la higuera infructuosa y condenó al siervo
inútil que no hizo fructificar su talento.
Todo
esto nos demuestra que Jesucristo quiere recoger algún fruto de nuestras
pobres personas, a saber, nuestras buenas obras, porque éstas le pertenecen
exclusivamente: "Hemos sido creados para las buenas obras en Cristo Jesús".
Estas palabras del Espíritu Santo demuestran que Jesucristo es el único
principio y debe ser también el único fin de nuestras buenas obras y que
debemos servirle, no sólo como asalariados sino como esclavos de amor.
Me
explico:
69.
Hay en este mundo dos modos de pertenecer a otro y depender de su autoridad:
el simple servicio y la esclavitud. De donde proceden los apelativos de
criado y esclavo.
Por
el servicio común, entre los cristianos, uno se compromete a servir a otro
durante cierto tiempo y por determinado salario o retribución.
Por
la esclavitud, en cambio, uno depende de otro enteramente, por toda la vida
y debe servir al amo sin pretender salario ni recompensa alguna, como si él
fuera uno de sus animales sobre los que tiene derecho de vida y muerte.
70.
Hay tres clases de esclavitud: natural, forzada y voluntaria.
Todas
las creaturas son esclavas de Dios del primer modo: "Del Señor es la
tierra y cuanto la llena".
Del
segundo, lo son los demonios y condenados.
Del
tercero, los justos y los santos.
La
esclavitud voluntaria es la más perfecta y la más gloriosa para Dios, que
escruta el corazón, nos lo pide para sí y se llama Dios del corazón o de
la voluntad amorosa. Efectivamente, por esta esclavitud, optas por Dios y su
servicio por encima de todo lo demás, aunque no estuvieras obligado a ello
por naturaleza.
71.
Hay una diferencia total entre criado y esclavo.
1º
el criado no entrega a su patrón todo lo que es, todo lo que posee ni todo
lo que puede adquirir por sí mismo o por otros; el esclavo se entrega
totalmente a su amo, con todo lo que posee y puede adquirir, sin excepción
alguna:
2º
el criado exige retribución por los servicios que presta a su patrón; el
esclavo, por el contrario, no puede exigir nada, por más asiduidad,
habilidad y energía que ponga en el trabajo;
3º
el criado puede abandonar a su patrón cuando quiera o al menos, cuando
expire el plazo del contrato; mientras que el esclavo no tiene derecho a
abandonar a su amo cuando quiera;
4º
el patrón no tiene sobre el criado derecho ninguno de vida o muerte, de
modo que si lo matase como a uno de sus animales de carga, cometería un
homicidio; el amo, en cambio, conforme a la ley tiene sobre su esclavo
derecho de vida y muerte, de modo que puede venderlo a quien quiera o
matarlo perdóname la comparación como haría con su propio caballo;
5º
por último, el criado está al servicio del patrón sólo temporalmente; el
esclavo, lo está para siempre.
72.
Nada hay entre los hombres que te haga pertenecer más a otro que la
esclavitud. Nada hay tampoco entre los cristianos que nos haga pertenecer más
completamente a Jesucristo y a su Santísima Madre que la esclavitud
aceptada voluntariamente a ejemplo de Jesucristo, que por nuestro amor tomó
forma de esclavo y de la Santísima Virgen que se proclamó servidora y
esclava del Señor. El apóstol se honra en llamarse servidor de Jesucristo.
Los cristianos son llamados repetidas veces en la Sagrada. Escritura
servidores de Cristo. Palabra que como hace notar acertadamente un escritor
insigne equivalía antes a esclavo, porque entonces no se conocían
servidores como los criados de ahora, dado que los señores sólo eran
servidos por esclavos o libertos.
Para
afirmar abiertamente que somos esclavos de Jesucristo, el Catecismo del
Concilio de Trento se sirve de un término que no deja lugar a dudas, llamándolos
mancipia Christi: esclavos de Cristo.
73.
Afirmo que debemos pertenecer a Jesucristo y servirle, no sólo como
mercenarios, sino como esclavos de amor, que por efecto de un intenso amor
se entregan y consagran a su servicio en calidad de esclavos por el único
honor de pertenecerle.
Antes
del Bautismo éramos esclavos del diablo. El Bautismo nos transformó en
esclavos de Jesucristo. Es necesario, pues, que los cristianos sean esclavos
del diablo o de Jesucristo.
74.
Lo que digo en términos absolutos de Jesucristo, lo digo proporcionalmente
de la Santísima Virgen. Habiéndola escogido Jesucristo por compañera
inseparable de su vida, muerte, gloria y poder en el cielo y en la tierra,
le otorgó gratuitamente respecto a su Majestad todos los derechos y
privilegios que El posee por naturaleza.
"Todo
lo que conviene a Dios por naturaleza conviene a María por gracia"
dicen los santos. De suerte que, según ellos, teniendo los dos el mismo
querer y poder, tienen también los mismos súbditos, servidores y esclavos.
75.
Podemos, pues conforme al parecer de los santos y de muchos varones insignes
llamarnos y hacernos esclavos de amor de la Santísima Virgen, a fin de
serlo más perfectamente de Jesucristo. La Virgen Santísima es el medio del
cual debemos servirnos para ir a El. Pues María no es como las demás
creaturas, que, si nos apegamos a ellas, pueden separarnos de Dios en lugar
de acercarnos a El. La inclinación más fuerte de María es la de unirnos a
Jesucristo, su Hijo; y la más viva inclinación del Hijo es que vayamos a
El por medio de su Santísima Madre. Obrar así es honrarlo y agradarle,
como sería honrar y agradar a un rey el hacerse esclavos de la reina para
ser mejores súbditos y esclavos del soberano. Por esto, los santos Padres y
entre ellos San Buenaventura , dice que la Santísima Virgen es el camino
para llegar al Señor.
76.
Más aún, si como he dicho la Santísima Virgen es la Reina y Soberana del
cielo y de la tierra, ¿por qué no ha de tener tantos súbditos y esclavos
como creaturas hay? Y, ¿no será razonable que, entre tantos esclavos por
fuerza, los haya también de amor, que escojan libremente a María como a su
Soberana? Pues ¡qué! Han de tener los hombres y los demonios sus esclavos
voluntarios y ¿no los ha de tener María? Y ¡qué! Un rey se siente
honrado de que la reina, su consorte, tenga esclavos sobre los cuales pueda
ejercer derechos de vida y muerte en efecto, el honor y poder del uno son el
honor y poder de la otra y el Señor, como el mejor de los hijos, ¿no se
sentirá feliz de que María, su Madre Santísima, con quien ha compartido
todo su poder, tenga también sus esclavos? ¿Tendrá El menos respeto y
amor para con su Madre, que Asuero para con Esther y Salomón para con
Betsabé? ¿Quién osará decirlo o siquiera pensarlo?
77.
Pero, ¿a dónde me lleva la pluma? ¿Por qué detenerme a probar lo que es
evidente? Si alguno no quiere que nos llamemos esclavos de la Santísima
Virgen ¿qué más da? ¡Hacerte y llamarte esclavo de Jesucristo es hacerte
y proclamarte esclavo de la Santísima Virgen! Porque Jesucristo es el fruto
gloria de María.
Todo
esto se realiza de modo perfecto con la devoción de que vamos a hablar.
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