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Oración a la Inmaculada
Concepción SS.
Benedicto XVI
Roma,
Jueves 8 de diciembre de 2005
Sí, queremos agradecerte, Virgen Madre
de Dios y Madre nuestra amadísima, tu intercesión en favor
de la Iglesia. Tú, que abrazando sin reservas la voluntad
divina, te consagraste con todas tus energías a la persona y
a la obra de tu Hijo, enséñanos a guardar en nuestro corazón
y a meditar en silencio, como hiciste tú, los misterios de
la vida de Cristo.
Tú, que avanzaste hasta el Calvario, siempre unida
profundamente a tu Hijo, que en la cruz te donó como madre
al discípulo Juan, haz que siempre te sintamos también cerca
de nosotros en cada instante de la existencia, sobre todo en
los momentos de oscuridad y de prueba.
Tú, que en Pentecostés, junto con los Apóstoles en oración,
imploraste el don del Espíritu Santo para la Iglesia
naciente, ayúdanos a perseverar en el fiel seguimiento de
Cristo. A ti dirigimos nuestra mirada con confianza, como
"señal de esperanza segura y de consuelo, hasta que llegue
el día del Señor" (Lumen gentium, 68).
A ti, María, te invocan con insistente oración los fieles de
todas las partes del mundo, para que, exaltada en el cielo
entre los ángeles y los santos, intercedas por nosotros ante
tu Hijo, "hasta el momento en que todas las familias de los
pueblos, los que se honran con el nombre de cristianos, así
como los que todavía no conocen a su Salvador, puedan verse
felizmente reunidos en paz y concordia en el único pueblo de
Dios, para gloria de la santísima e indivisible Trinidad"
(ib., 69).
Amén.
Fuente:
vatican.va
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