¡Oh Virgen Santísima!, como una madre que visita a sus hijos, habéis
bajado del cielo para visitarnos y decirnos lo que hemos de hacer para
salvar nuestras almas; quiero aprovecharme de vuestras enseñanzas, a fin
de ir un día a Vos y gozar para siempre con Vos de las delicias de la
gloria. Amén.
1. La primera lección que nos dais es que recemos cada día el santo
Rosario. Ya que vos lo deseáis, así lo haré con toda la familia, reunida
en vuestro nombre, sin que la negligencia ni las ocupaciones me
retraigan de hacerlo. Avemaría.
2. La segunda lección que de Vos recibimos es la devoción a vuestro
Inmaculado Corazón, a vuestro corazón de Virgen, de Madre, de Reina y de
Abogada. Así lo haré desde hoy, y digo y diré siempre con toda
confianza: Dulce Corazón de María, sed la salvación mía. Avemaría.
3. La tercera lección que de Vos hemos aprendido es, sobre todo evitar
el pecado, porque ya demasiado ofendido está el Señor, huir del pecado,
que es la ruina de nuestra alma y el que nos conduce a nuestra eterna
perdición. A vuestros pies lo digo, Madre mía: Antes morir que cometer
un pecado mortal.
Madre, aquí tenéis a vuestro hijo: guardadme.
Madre, aquí tenéis a vuestro hijo: salvadme.
Madre, aquí tenéis a vuestro hijo: llevadme con Vos al cielo, donde en
vuestra compañía pueda ver y poseer a Dios.
Así sea.
Fuente: salvadmereina.org.co