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Virgen Dolorosa,
alma grande en las virtudes
y grande en los dolores,
enséñame a sufrir contigo,
imitando tu entrega y fortaleza
que nacen del gran incendio de amor
que tienes a Dios, pues tu corazón
no sabe amar más que a él.
Madre mía, ten compasión de mí
que no he amado a Dios
y que tanto le he ofendido.
Tus dolores me dan gran confianza
de conseguir el perdón.
Pero con esto no basta,
quiero amar a mi Señor.
¿Y quién mejor que tú, Madre del amor hermoso,
me lo puede alcanzar?
María, tú que consuelas a todos,
consuélame también a mí.
Amén.
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