María,
Madre de Dios y Madre nuestra, tú te mantuviste en segundo lugar
durante los momentos más gloriosos de tu Hijo Jesús. Sin embargo,
cuando llegaron las dificultas ante la pasión de tu Hijo; cuando fue
ajusticiado, abandonado y condenado a muerte, como buena madre no te
apartaste ni un solo momento de su lado. A nosotros también nos gustaría
ser como tú. Nos gustaría estar a las duras y a las maduras. Mantener
nuestra fe y ser fieles a Dios incluso en las situaciones más difíciles.
Fuente: reflejosdeluz.net