Oh Virgen santa, dígnate infundir, en nuestros pensamientos y nuestros
corazones,
aquel amor que aleja toda angustia: el
amor de Cristo, nuestro Salvador.
Tú, que le meciste en tus brazos, guía hacia
el nuestra flaqueza. Da fortaleza a los de-
samparados y concédenos tu ayuda en los momentos de lucha.
Tú, que por siempre eres Reina de los cielos
presenta a tu Hijo nuestras súplicas: Muestra a tu Hijo nuestra
debilidad y por El, danos a todos la Paz