María, Reina de la Paz y consoladora de los
afligidos, aquí estamos a tus pies, con el
corazón lleno de alegría, para consagrarnos a
tu Inmaculado Corazón.
Sé siempre nuestra constante compañera y
protégenos de los peligros que nos rodean.
Bendice nuestra familia y protege nuestro país
que también te pertenece.
Danos tu paz, pues tú eres nuestra Reina de la
Paz. Ayúdanos a vivir el Evangelio de tu Hijo y
a ser mansos y humildes de corazón.
Con este sincero acto de consagración, pretendemos,
como tú, hacer la voluntad del Padre.
Vemos el peligro en que el mundo se encuentra;
con tu ayuda y gracia, queremos llevarlo a la
salvación en Jesucristo Nuestro Señor.
Te prometemos más fervor en la oración, en la
participación de la santa misa y, sobre todo, te
prometemos ser fieles a la Iglesia de tu Hijo y
ál sucesor de Pedro, el Papa Juan Pablo II.
Te prometemos, también, vivir nuestra consagración
y llevar el mayor número posible de
almas a tu Hijo preferido, Nuestro Señor jesucristo.
Pedimos tu bendición y protección
para nuestro querido país.
Amén.