Carta Pastoral de la Conferencia Episcopal de Nicaragua con motivo del año mariano

 

20 de enero de 1988

Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, con motivo de la celebración del Año Mariano, y apoyando la iniciativa del Santo Padre Juan Pablo II, de preparar la llegada de año des mil de la Encarnación del Hijo de Dios con la celebración de un Año Mariano, dirigen al Pueblo católico una Carta Pastoral sobre la verdadera devoción a la Virgen María, enfocando dicha devoción bajo dos aspectos: "María de Nicaragua", o sea María como Modelo y "Nicaragua de María", o sea cómo es la devoción Mariana del nicaragüense. Al finalizar dicha carta, los Obispos una vez más hacen una exhortación para que los nicaragüenses busquen los caminos de la paz y la reconciliación nacional, a través del diálogo. 

Managua, 20 de enero de 1988. 


A los Sacerdotes y Diáconos de nuestra Diócesis, 
A los Religiosos y Religiosas, 
A todos nuestros amados fieles católicos y 
A los hombres de buena voluntad, 
Gracia y paz a todos, de parte de Dios, 
Nuestro Padre y del Señor Jesucristo 
(Ef. 1, 2). 

Queridos Hermanos: 

La Iglesia que peregrina en nuestros tiempos en Nicaragua, ha aceptado con gran entusiasmo, la iniciativa del Santo Padre Juan Pablo II, de prepara la llegada del año dos mil de la Encarnación del Hijo de Dios, con la celebración de un AÑO MARIANO, que habiéndose iniciado en la Solemnidad de Pentecostés recién pasada, concluirá en la Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María del próximo año 1988. 

En realidad, es justo y necesario, que, disponiéndonos a conmemorar el momento sublime en el cual el "Verbo se hizo carne" (Jn. 1, 14) para "habitar entre nosotros", recordemos y celebremos a la Siempre Virgen María, que por obra y gracia del Espíritu Santo encarnó en su seno al Hijo de Dios "por nosotros los hombres y por nuestra salvación". 

Por otra parte, tenemos la esperanza de que sea la Madre, María Santísima, la que reúna en torno suyo a la gran familia eclesial de Nicaragua y la disponga a corresponder con generosidad y fe a la gracia que Dios, sin duda laguna, derramará sobre ella en este Año Mariano, tiempo en cual los nicaragüenses no sólo debemos agradecer a Dios el que "María sea de Nicaragua" sino también demostrar con nuestra vida que "Nicaragua es de María". 

PRIMERA PARTE: "MARÍA DE NICARAGUA". 

¿Quién es ésta a quien los nicaragüenses hemos considerado como la Madre de todos y de cada uno de nosotros? ¿Quién es la Virgen María a quien Nicaragua, como el discípulo Juan al pie de la Cruz ha recibido con fe y amor entre sus bienes más queridos? 

Queremos ofrecer en esta Primera Parte de nuestra Carta Pastoral, una síntesis de lo que la Iglesia Católica cree y vive acerca de la Madre del Señor Jesucristo. 

I.- María en el Misterio de Cristo. 

1.- Inmaculada 

En el Misterio de Cristo, María está presente ya "antes de la creación del mundo, como Aquella a quien el Padre ha elegido como Madre de su Hijo, en la Encarnación y junto con el Padre la ha elegido el Hijo, confiándola eternamente al Espíritu de Santidad" (RM. 8). Esta elección de la Virgen María es del todo excepcional y única, y cuando aparece en el mundo, en el primer instante de su Inmaculada Concepción, se presenta "enriquecida con esplendores de Santidad del todo singular, por lo que los Santos Padres de la Iglesia la llaman comúnmente "toda Santa e inmune de mancha de pecado y como plasmada por el Espíritu Santo y hecha nueva criatura" (Cf. LG. 56). 

Así la encontró el Angel Gabriel, cuando la saludó como "llena de gracia" y le comunicó la buena nueva de su elección para ser Madre del Hijo del Altísimo cuyo reino no tendrá fin" (Cf. Lc. 1, 28 y 36). Y María dijo: "Yo soy la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Cf. Lc. 1,26 y 39).

2.- Madre Virginal de Dios. 

"Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo nacido de una Mujer, nacido bajo la Ley para que recibiésemos la adopción filial" (Gál. 4, 4). 

En el designio salvífico de la Santísima Trinidad, el Misterio de la Encarnación constituye el cumplimiento sobreabundante de la promesa hecha por Dios a los hombres después del pecado original, después de aquel primer pecado, cuyo efecto pesan sobre la historia del hombre en la tierra" (Cf. Gén. 3, 15; RM. 10). 

El Padre envía a su Hijo dándolo a María para que todo el que crea en El tenga la vida eterna (Cf. Jn. 3, 16); el Hijo vivifica en el orden de la gracia a Aquella que como verdadera Madre le da la vida en el orden de la generación terrena (RM. 10); el Espíritu Santo cubriendo a María con su sombra, plasma en su seno virginal la naturaleza humana de Cristo. 

Es muy importante constatar que María Santísima en esta obra de la Encarnación no fue un instrumento meramente pasivo, sino que colaboró a la salvación, con fe y obediencia libres (LG. 56). Ella fue y será siempre "bendita por haber creído" (Cf. Lc. 1, 45). 

Quiso Dios que así como una mujer, Eva, con su incredulidad, había contribuído a la muerte de la humanidad, así también otra mujer, María, con su fe, contribuyera a la vida del mismo género humano. 

3.- Colaboradora en la Redención. 

Esta aceptación del Plan Divino hecha por la Virgen María en el momento de la Anunciación, fue mantenida sin vacilación, hasta en el Calvario, donde, por designio divino, permaneció invicta en su fe, al pie de la Cruz del Hijo, uniendo sus dolores y méritos a la Pasión y méritos infinitos de su Hijo (Jn 19, 25 ss.). 

"Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Templo, padeciendo por su Hijo, mientras moría en la Cruz, cooperó de modo singular por la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es nuestra Madre en el orden de la gracia" (LG. 61. Cf. MC. 20). 

II.- María Inmaculada en el Misterio de la Iglesia. 

1.- Madre de la Iglesia. 

Realmente, para gozo y confianza nuestra, María, la Madre de Jesús, es también Madre de la Iglesia, y podemos estar seguro que es el mismo Espíritu Santo el que impulsa a la Iglesia a honrarla con afecto de piedad filial (Cf. LG. 53). 

Desde el nacimiento de la Iglesia, en Pentecostés (Cf. Hch. 1, 14), está presente la Madre de los discípulos de Jesús con el Ministerio maternal de reunirlos como hermanos en un mismo espíritu y de fortalecerlos en la esperanza para acojan la fuerza que viene de lo alto, el Espíritu del Señor que anima y vivifica la Iglesia de Jesús (Cf. Juan Pablo II, Suyapa, 8 de marzo, 1983). 

Bellamente dice el Documento de Puebla, que la Madre de la Iglesia "tiene un corazón tan amplio como el mundo e implora ante el Señor de la historia, por todos los pueblos" y que "Ella (María) es presencia sacramental de los rasgos maternales de Dios" y "que es una realidad tan hondamente humana y santa que suscita en los creyentes las plegarias de la ternura, del dolor y de la esperanza" (Puebla, 289 y 291). 

Es esta maternidad para con la Iglesia, la que hace que María se "preocupe por sus hijos que todavía peregrina en el mundo, hasta que sean conducidos a la Patria feliz" (LG. 62). 

2.- Madre Mediadora. 

Esta misión maternal de María para con los hombres es lo que los católicos llamamos mediación de la Virgen y sabemos que dicha mediación, en lugar de disminuir en modo alguno la mediación única de Cristo, más bien sirve para demostrar su poder, ya que "Todo el influjo salvífico de la Bienaventurada Virgen a favor de los hombres, nace del divino beneplácito y fluye de la superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación y, lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo (LG. 60 Cf. RM. 38). 

María es Mediadora, porque siendo Madre de Cristo es también Madre de todos nosotros pecadores. Es pues, mediadora porque es Madre. Nunca ha dudado la Iglesia en atribuir a María el oficio de mediadora subordinada a Cristo, al contrario "lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los fieles para que apoyados en su protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador que es Jesucristo" (LG. 62. Cf. RM. 40). 

Digamos igualmente que la gloria de servir a la causa de su Hijo, en la que se manifiesta la mediación materna de María, perdura sin cesar hasta la consumación perpetua de todos los elegidos (LG. 62), ya que habiendo sido llevada en cuerpo y alma al Cielo, cumplida su peregrinación terrena, continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la salvación (LG. 62). 

3.- Reina asunta al Cielo. 

La inmaculada Virgen María asunta al Cielo y coronada como Reina Universal, permanece eternamente junto al Hijo, Rey Universal y vencedor de la muerte, como modelo de virtudes, ante la comunidad de los elegidos (Cf. LG. 65). Ella es la Mujer "vestida del sol, con la luna bajo sus pies y coronada con doce estrellas" (Ap. 12, 1). 

Aunque pasará el mundo y todo aquello en lo que muchos hombres ponen su esperanza, como el dinero, el sexo, el poder, la propia razón (Cf. Puebla 491), María Inmaculada, prototipo de la nueva humanidad, permanece Reina y Madre para siempre, "la persona humana más cercana a Dios y la más cercana la hombre" (Pablo VI. 21-11-64) para gloria de la Santísima individua Trinidad, como signo de esperanza segura y de consuelo para el pueblo de Dios peregrinante (Cf. LG. 69). 

4.- Culto a la Madre de Cristo y de la Iglesia. 

Con razón, pues, María es honrada con especial culto por la Iglesia. 

Ya desde los tiempos más antiguos "es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles se acogen con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades" (RM. 42). Esta piedad del pueblo de Dios hacia la Santísima Virgen, es un elemento intrínseco y cualificador de la genuina piedad de la Iglesia y del culto cristiano (MC. Introducción y 56). 

El culto a la Bienaventurada Virgen María consistente en el amor, la veneración y la invocación hacia Ella y en la imitación de sus virtudes, tiene su razón última en el designio insonable y libre de Dios, el cual siendo caridad eterna y divina, lleva a cabo todo, según un designio de amor: La amó y obró en Ella maravillas (Cf. Lc. 1, 49), la amó por sí, la amó por nosotros; se la dio a sí mismo y la dió a nosotros (MC. 56). 

Recomendamos a todos Ustedes, que amen y promuevan el culto, particularmente el litúrgico hacia la Sma. Virgen María y que tengan en gran estima las práctica y ejercicios de piedad hacia Ella, recomendados por el Magisterio de la Iglesia, a través de los siglos, como son el rezo del Santo Rosario, la veneración de sus imágenes, la peregrinación a Templos y Santuarios marianos, etc. (Cf. LG. 66 - SC. 103). 

En los pueblos de América Latina, el Evangelio ha sido anunciado presentado a la Virgen María como su realización más alta, como el modelo perfecto del cristiano y la imagen ideal de la Iglesia (Cf. Puebla 282 y 285). 

SEGUNDA PARTE: "NICARAGUA DE MARÍA". 

Nicaragua, como todos los pueblos de Hispanoamérica, es esencialmente Mariana. Esto quiere decir que hay en nuestro pueblo un entrega sincera y entusiasta a la Siempre Virgen María, Reina y Madre de los nicaragüenses. 

I.- Devoción mariana del nicaragüense. 

1.- Entrega Sincera a María. 

El nicaragüense manifiesta su devoción y entrega a María Santísima de muchas maneras. Ella es invocada filialmente bajo los últimos títulos más conmovedoras, como Nuestra Señora de la Merced, de los Desamparados, la Virgen del Perpetuo Socorro, María Auxiliadora, la Dolorosa, etc. Es venerada amorosamente en sus advocaciones de Nuestra Señora del Carmen, de Fátima, Virgen de Guadalupe, del Rosario, etc. Todos estos títulos o advocaciones sabemos muy bien los nicaragüenses, que se refiere a la misma única Virgen María, Madre de Cristo y de los cristianos. 

2.- La Purísima. 

Pero sobre todo, la devoción y amor a la Virgen María la demuestra el nicaragüense en su ternura y respeto para con la PURÍSIMA, advocación gloriosa que recuerda el Misterio de la Inmaculada Concepción de María y evoca las hermosa fiestas que en los meses de noviembre y diciembre, en toda Nicaragua constituyen un verdadero y auténtico plebiscito anual con el que se afirma la total entrega del nicaragüense a su Madre del Cielo. 

La devoción a la Purísima ha llegado a estar tan dentro del ser del nicaragüense, que podríamos decir que le da a Nicaragua, una característica muy particular y le confiere fisonomía propia entre los pueblos del mundo. 

Los festejos en honor a la Purísima que se celebran en los hogares, templos y calles de nuestras ciudades, pueblos y caseríos, son motivo para ejercitar verdaderas virtudes cristianas: fervor mariano, caridad, sacrificio, oración y sana alegría, etc., valores todos éstos que deben ser conservados con firmeza, contra la tendencia de algunos de pretender convertir estas fiestas en mero folklore o en tradiciones vacías de contenido religioso. 

¿Qué nicaragüense católico, no recuerda a la Purísima, como un motivo de sus mejores y más limpios recuerdos y como uno de los momentos más emotivos de su vida espiritual? ¿No son acaso los cantos a la Inmaculada Concepción, además de un tesoro religioso, literario y cultural de nuestro pueblo, algo así como nuestros himnos nacionales religiosos, que al escucharlos, sobre todo lejos de la Patria y de los seres queridos, nos llenan de emoción y orgullo de ser nicaragüenses? 

3.- Perseverar en esta devoción. 

Que nada ni nadie pueda quitar a Nicaragua esta entrega confiada a la Purísima. Precisamente en este amor a la Virgen Inmaculada tenemos los nicaragüenses la certeza de que Cristo nos ama, ya que El concede este don del amor a la Virgen aquellos a quienes tiene más cerca de su Corazón, como lo demuestra la entrega que hizo de su Madre al discípulo que tanto quería y que en la última Cena reclinó la cabeza sobre su Corazón (Cf. Jn. 19, 26 - Jn. 13 23). 

II.- Esencialidad mariana de Nicaragua. 

1.- María presente en la vida diaria. 

Hay algo muy profundo en esta esencialidad mariana de Nicaragua. Nos referimos a la apropiación que nuestro pueblo fiel ha hecho del Misterio de María; al modo en que lo vive y experimenta en su propia manera de vivir y entender el mundo. María, en efecto, es tenida y reconocida por todos, como la Madre de Dios y Madre de los pecadores que nos fue entregada por el mismo Jesucristo en su testamento de la Cruz. 

A la Virgen la invoca el católico nicaragüense con la seguridad y la confianza de ser siempre escuchado; con Ella habla, conversa y le comunica sus gozos y tristezas. 

Su imagen preside en la casas la vida familiar y es un recuerdo constante que invita a los hijos a vivir en gracia de Dios y es una llamada a mejorar su vida cristiana. 

2.- Abogada Nuestra. 

María representa para todos los que hemos nacido en Nicaragua, un desafío: el desafío a seguir la vía de no "No caer" en el pecado o de "Levantarse", mediante la oración, los Sacramentos y el recurso a su socorro maternal, si se ha tenido la debilidad de caer (Cf. RM. 52). Esto quiere decir que la maternidad de María adquiere forma real y concreta en la persona misma y en las circunstancias históricas y culturales del nicaragüense, pudiéndose decir sin ninguna duda que: "NICARAGUA ES DE MARÍA". 

3.- María y la madre nicaragüense. 

En esta esencialidad mariana de Nicaragua, hay que destacar una valorización de "la mujer-madre" , que en nuestra Patria ha sido y sigue siendo el ser más sacrificado y por lo tanto el más digno de admiración y reconocimiento. 

María Santísima adelantará con su intercesión, la hora (Jn. 2, 1 ss.) de la transformación del dolor y las lágrimas de las madres nicaragüenses, en gozo y paz para ellas, sus hijos y demás seres queridos. 

EXHORTACIÓN FINAL: 

1.- En Mensajes anteriores que hemos dirigidos a los nicaragüenses, (Carta Pastoral sobre la Reconciliación. Pascua 1984 y Carta Pastoral sobre la Eucaristía, fuente de unidad y reconciliación. Octava de Pascua, 1986), indicamos que el camino del diálogo en busca de la reconciliación nacional es el más adecuado para construir la paz. 

Ahora, en este AÑO MARIANO, reiteramos lo que hemos dicho en esos documentos eclesiales, con la esperanza de que todos los nicaragüenses se empeñen franca, sincera y sacrificadamente en la consecución de la paz, basada en la verdad, en la justicia, en el amor y en la libertad. 

2.- A todos los fieles católicos, en especial, los exhortamos a que durante estos meses del AÑO MARIANO, acrecienten el conocimiento acerca de la Virgen María y de su misión en el Misterio de Cristo y de la Iglesia; aumente el amor a la Madre de Dios y Madre de todos los hombres; manifiesten en el culto, sea litúrgico, sea mediante diversos actos, plegarias y festejos tradicionales de piedad popular, que "NICARAGUA ES DE MARÍA". 

3.- Invitamos a las familia de nuestra Patria, a comprometerse con un auténtico proceso de conversión personal y familiar. Instamos a la reconciliación en los hogares católicos, mediante el respeto, la fidelidad del matrimonio, la educación integral de los hijos, el perdón y el amor. 

El Rosario, oración que ha sido llamada compendio de todo el Evangelio (MC. 42), ayudará a que los miembros de la familia, cada uno dentro de su propio ámbito y responsabilidad, promueva la justicia, practique las obras de misericordia, se dedique al servicio del prójimo, tome parte en el apostolado de la Comunidad parroquial y se una a su culto litúrgico (Cf. MC. 52). Esto será uno de los frutos más bellos del AÑO MARIANO. 

4.- Deseamos vivamente, que nuestros jóvenes tengan en la devoción filial a la Virgen María, un medio para ser fuertes en la fe, generosos para comprometerse a favor del bien y en la destrucción del egoísmo que con tanta frecuencia lo conduce al desenfreno sexual, al alcoholismo y a otros vicios que destruyen su fuerza ardorosa y debilitan su capacidad para afrontar las reformas que son necesarias en el país (Cf. Juan Pablo II, 3.III.83). 

5.- Que los nicaragüenses logremos en este AÑO MARIANO, abrazarnos como hermanos, mediante el perdón y el olvido de viejos y nuevos rencores; nos miremos a los ojos fraternalmente bajo el manto amoroso y maternal de Aquella a cuyo Corazón Inmaculado nos hemos consagrado y a Quien llamamos Vida, Dulzura y Esperanza nuestra. 

María Santísima, una vez más cumplirá con nosotros lo que ha hecho siempre con quien se acerca a Ella: Nos mostrará a Jesús, el Fruto Bendito de su Vientre (Cf. Lc. 1, 31-32), nos conseguirá la gracia de "hacer todo lo que Jesús nos diga" (Cf. Jn. 2, 1-11), y nos dará la felicidad de proclamar en nuestra vida diaria "la grandeza del Señor y su misericordia que se extiende de generación en generación" (Lc. 1, 46-55). 

Sea adorado, sobre todo, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. 

Sea Bendita y Venerada la Purísima Virgen María, Templo y Sagrario de la Santísima Trinidad, AMEN.

Dado en Managua, a los ocho días del mes de septiembre, Festividad del Nacimiento de la Virgen María, mil novecientos ochenta y siete. 

(Léase y Publíquese en la forma acostumbrada). 

CONFERENCIA EPISCOPAL DE NICARAGUA 

+ Card. Miguel Obando Bravo 
Arzobispo de Managua 
Presidente de la C.E.N.
+ Mons. Julián Barni 
Obispo de León

+ Mons. Leovigildo López Fitoria 
Obispo de Granada
+ Mons. Carlos Santi 
Obispo de Matagalpa

+ Mons. Salvador Schlaefer 
Obispo de Bluefields 
+ Mons. Rubén López Ardón 
Obispo de Estelí

+ Mons. Pedro L. Vílchez V. 
Obispo de Jinotega
+ Mons. Pablo Schmitz 
Obispo Auxiliar de Bluefieds

+ Mons. Bosco Vivas Robelo 
Obispo Auxiliar de Managua 
Secretario de la C.E.N. 
Administrador Apostólico de Juigalpa.


Fuente: Conferencia Episcopal de Nicaragua