Solemnidad de la Inmaculada Concepción

+Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos

 

Catedral, 8 de diciembre de 2001
Con gran alegría celebramos hoy la S. Eucaristía en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

Dios se preparó una madre en la que no hubo pecado, ni siquiera el original, con que todos nacemos manchados. 

Preservaste a la Virgen María de toda mancha de pecado original, para que en la plenitud de la gracia fuese digna Madre de tu Hijo y comienzo e imagen de la Iglesia, esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura. 

Dios la quiso así, sin pecado, porque nos había de dar al Cordero inocente que quita el pecado del mundo. Por eso, con confianza, nos acercamos a Ella los pecadores que necesitamos la gracia de Dios que nos limpia y nos presenta ante Dios. 

Maravillosa presencia de María en el mundo y en la Iglesia para rogar al Padre que nos conceda la vestidura blanca de la gracia. 

Con qué alegría se celebra la Fiesta de la Inmaculada en todos los pueblos, en todas las familias: los hijos de Dios nos acogemos con confianza a esta Madre que hoy celebramos con cantos y flores. 

Humildemente suplicamos a la Madre de Dios que cuide el jardín de la Iglesia en que crecen las flores blancas, en honor y gloria de Cristo el Cordero Inmaculado. Todos los cristianos, al acercarnos a celebrar a María, queremos ser espejos en que se reflejen los dones de la gracia que embellecieron el alma de María. ¡Toda hermosa, sin mancha alguna, María!

Que de toda la Iglesia, de todos nosotros se pueda cantar que el pecado no tiene lugar en nuestras almas. Quien tiene la gracia, tiene todas las virtudes: de la fe, de la esperanza, de la caridad, que nos permiten reflejar en nuestra conducta la vida evangélica que Jesús soñó para su Iglesia Santa. 

En este día, no nos conformemos con el gozo de la celebración: que la fuerza del Espíritu nos ayude a seguir a Jesús, el Hijo de María, que nos envía a ser sus testigos en el mundo. ¡Inmaculada! Fiesta tan propia de madres, de esposas, hijas, consagradas. Que la Virgen interceda por todas ellas, para que reflejen la belleza del corazón de María. 

La Fiesta de la Inmaculada nos aproxima a la Navidad, al Dios que viene a salvarnos, al Dios que trae la Paz. Que ella nos ayude a preparar los caminos, que recorrerá Jesús para llegar a todos los hombres que soñamos con la paz para todas las naciones, con el amor que nos acerque a todos los que sufren. 

Y a la Madre Inmaculada cuya imagen veneramos en nuestras iglesias, nuestros Colegios y otras instituciones, le decimos: bendice a cuantos se ponen bajo tu protección, danos un mundo nuevo, en que tu Hijo Jesús sea el Rey de todos. Amén.