"El día de la Virgen"

+ Adolfo González Montes, Obispo de Almería y Administrador A. de Ávila

 

La imagen de la Virgen del Mar sale a las calles de Almería este 500 aniversario de su hallazgo para que, por su medio, hecha presencia en la talla de madera en formas de finísima elegancia medieval, la Virgen que está asunta y glorificada en los cielos deje sentir su presencia maternal y protectora de sus hijos. Lo saben todos los creyentes, igual que todos los cofrades que cuidan la imagen bendita de Santa María del Mar, y la adornan y engalanan para diarios y fiestas, para acontecimientos centenarios que entusiasman y enloquecen de amor a cuantos de verdad se rinden ante su aparición enflorecida. 

Saben, sí, con toda certeza, que una imagen es sólo el pretexto, la fotografía divinamente santificada por la mediación que presta a la comunicación con la Madre del Verbo encarnado; y, porque lo saben, no idolatran la imagen, reverencian su figura y en ella alcanzan a venerar y amar por su medio a la Madre del Redentor del mundo.

Estas simples verdades de fe están claras como el día en el corazón de los fieles y no son susceptibles de crítica alguna por quienes, por cultura y tolerancia, saben que las manifestaciones de fe mariana son expresión de una honda fe cristológica. Porque es a Cristo infante a quien lleva en brazos la imagen de María, para mostrarlo al mundo como don divino de confiada esperanza en alcanzar de veras la salvación anhelada.

El hombre de nuestros días es descreído y escéptico, pero engañosamente descreído y aparentemente escéptico. Está, más bien, convencido o, tal vez, quiera con sola decisión mental convencerse de que tocan a ser descreídos y escépticos para ser de hoy, para aparecer adultos, a tono con parámetros culturales que marca la opinión publicada, la que determina qué y cómo ser en cada momento "correctamente actual". Sucede así que, cuando sale la Virgen se ahoga la "religión" para dar cauce a la cultura y decir que sí, que la Virgen es patrimonio del pueblo, que es cultura procesionar su imagen y que es identidad deseadamente mantenida, pero que no, que no hay religión en ello, que eso es cosa pasada y que reverdece sólo la pasión del alma por los mejores deseos y las más bellas leyendas. ¡Oh, Dios, qué recovecos del alma hay que transitar para llegar a las mentiras más elaboradas del adulto y culto hombre de nuestro tiempo!

Dejad decir al Obispo nuevo de esta tierra de María: ¡No es verdad se puede ahogar la religión de la fe creída! No es verdad que la procesión de María, que sigue a la gran Eucaristía de la fe en la comunión en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo el día de la gran fiesta mariana de Almería, sea sólo pasión de sentimientos agolpados y experiencia un año más, esta vez el quinientos, de deseos proyectados indefinidamente, sin otra esperanza que volver a repetir la experiencia de belleza que es la procesión de alabanzas y felicitaciones a la Bienaventurada. 
Sí, ¡bendigamos a María, pero hagámoslo con fe religiosamente cierta de que Ella fue creyente esperanzada, dotada de un corazón ardientemente caritativo, es decir, lleno de amor por Dios y por los hombres, tanto como para dar a luz por elección divina al Redentor del mundo y ofrecer al Salvador el cobijo que los hombres de todos los tiempos buscan en la maternal verdad de Dios. 

Sí, María es expresión del amor maternal de Dios, el mismo amor que la Iglesia de Jesús quiere ofrecer al ser humano de hoy, desorientado y anhelante de ser amado y comprendido sin que se note demasiado que tiene de ello urgida necesidad y ahnelo.