Fiesta de la Virgen del Val

(Homilía)

Mons. Jesús Catalá Ibáñez, Obispo de Alcalá de Henares, España

 

(Ermita del Val, 16 Septiembre 2001)
Jn 19, 25-27

1. Estimados hijos de Alcalá, la fiesta que hoy celebramos de nuestra Madre, la Virgen del Val, ha sido precedida, según la liturgia de la Iglesia, por dos celebraciones: la primera, anteayer, por la exaltación de la Cruz; la segunda, ayer, por la Virgen de los Dolores. Para contemplar a María hay que contemplar primero a su Hijo, pues María es la Madre del Hijo de Dios. El camino de Jesús hacia la ciudad santa de Jerusalén, lugar de su oblación, culmina con la muerte en cruz. Jesús ofrece su vida por los hombres, como acto supremo de su amor y muere en la cruz como un malhechor. Cristo se entrega de manera total por todos los hombres, por cada uno de nosotros: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13,1), nos dice San Juan.

2. En el huerto de Getsemaní, Jesús, por su condición filial, acata con afecto y obediencia la voluntad del Padre y dice: "Padre que no se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22, 42). También nosotros, estimados hijos, deberíamos aceptar mejor la voluntad del Padre Dios en nuestras vidas, ya que somos hijos suyos. Él -nos dice la Carta a los Hebreos- aprendió sufriendo a obedecer, y llegado a la perfección se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen (cf. Hb 5, 8-9). Cristo acepta la obediencia al Padre, porque tiene conciencia de la misión que debe realizar: salvar y redimir al hombre, cargando con su pecado y dando sentido al sufrimiento humano. 

3. En el relato del Génesis (cf. Gn 22,1-18), que hemos oído, vemos a Abraham dispuesto a ofrecer en sacrificio a su hijo Isaac, figura de Cristo. El bondadoso Padre del cielo ofrece realmente a su Hijo Jesucristo en el altar de la Cruz. Cristo ha venido para cargar sobre sus hombros nuestras cruces y las muertes del mundo. Jesús, por su gran amor a nosotros, es condenado a muerte y recorre el Calvario, cargado con su cruz para ofrecerse en oblación. La cruz será el trono de su exaltación y junto a esa cruz está de pie, intrépidamente, una mujer, María. 

4. La contemplación del misterio de la Pasión de Cristo lleva a los fieles a participar en su Pasión y en la que la Virgen María comparte con su Hijo. La Virgen María, "reina del cielo" y "señora del mundo", estuvo junto a su Hijo moribundo en la cruz (cf. Jn 19, 25-27). María recibe allí una nueva maternidad y se convierte en madre de todos los hombres, en madre de los redimidos por la cruz de Cristo, en madre de cada uno de nosotros. Una nueva humanidad nace con una madre nueva; así lo hemos oído en el Evangelio de Juan: "Mujer -dice Jesús a su madre-, ahí tienes a tu hijo (...). -Y al discípulo amado le dice- ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa" (Jn 19, 26-27). Como hijos de la Virgen del Val hemos de acoger con gratitud en nuestra casa, es decir, en nuestro corazón, a María, la madre del Hijo amado, la madre que nos ha sido regalada, en el momento en que Jesús está a punto de morir por nosotros. 

5. La contemplación de la Virgen María al pie de la cruz, unida al misterio de Cristo, nos ayuda a vivir en esperanza el misterio de la cruz en nuestras propias vidas. Muchos hombres de hoy viven la desesperación por no encontrar sentido al sufrimiento humano, porque no tienen fe en Cristo Jesús. Muchos devotos de la Virgen del Val se acogen a su poderosa intercesión para pedir al Señor la salud y el remedio de sus sufrimientos y dolores. Pero a los cristianos seguidores de Jesús, a los miembros dolientes del cuerpo de Cristo, se nos invita, como hijos de María y a imitación suya, a saber aceptar el sufrimiento y el dolor; se nos invita a compartir la Pasión del Señor y la comunión con sus sufrimientos, desde una visión de fe y de amor. 

6. En el plano misterioso de Dios los sufrimientos del hombre, unidos a los de Cristo, tienen un valor inapreciable. La Pasión de Cristo, como hemos rezado en la oración colecta al inicio de la misa, por un designio misterioso de la providencia de Dios, continúa completándose con las infinitas penalidades de la vida de sus fieles. Por esto, estimados devotos de la Virgen del Val, son aplicadas a tantos enfermos, que ofrecen sus sufrimientos por Cristo, aquellas palabras del apóstol San Pablo: "Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros y completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia" (Col 1, 24). ¿Acaso nos duele ofrecer nuestros sufrimientos por la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo? ¿Nos sabe mal ofrecer y hacer oblación de nuestro dolor como Cristo en la Cruz? 

7. La Iglesia, en este inicio del tercer milenio, está dando testimonio de la fe en Cristo; ello le acarrea persecuciones y sufrimientos. Y no me refiero solamente a las persecuciones sufridas por los cristianos, que viven hoy bajo regímenes totalitarios contrarios a la fe cristiana; o a las que sufren los fieles cristianos en pueblos donde reina la teocracia musulmana, donde son rechazados sistemáticamente y arrebatados sus derechos cívicos, e incluso por el simple hecho de poseer una Biblia son encarcelados o condenados a muerte. Todo esto, queridos hermanos, está ocurriendo hoy, en pleno año 2001 de la era cristiana. 

8. También en nuestra querida España está siendo perseguida la Iglesia Católica de una manera muy sutil, con guante blanco, pero de forma sistemática y firme. Las campañas de desinformación, que cierta prensa ha propiciado en estos últimos meses, es un ejemplo de ello. Estimados hijos, cuando atacan a los pastores, que son la cabeza, atacan al cuerpo entero, atacan a todos los miembros del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Estamos viviendo momentos difíciles, que obstaculizan la profesión de la fe católica de manera pública y serena. 

9. Hay intereses solapados de partidos políticos y de ideologías contrarias a la fe católica, porque es profética y molesta; como les sucedía a los profetas del Antiguo Testamento y como siempre le ha sucedido a quien ha ido con la verdad del Evangelio por delante. El Evangelio nos enseña la verdad sobre el hombre y sobre Dios, el respeto a la vida, el respeto al otro, el respeto a las minorías, el respeto a la libertad religiosa, y tantos otros respetos, que merece todo hombre por ser hijo de Dios. Cuando un cristiano intenta vivir según el Evangelio, siempre resulta molesto para algunas personas, que se oponen a esa forma de vivir, bajo pretexto de libertad.

10. El Señor nos está pidiendo hoy un testimonio de fe. Ser devotos e hijos de la Virgen del Val no consiste sólo en celebrar una fiesta al año; es más bien dar testimonio de la fe en Cristo Jesús, todos y cada uno de los días del año y en todos los momentos de la vida. Como dice San Pablo, "Si Dios está con nosotros, quién estará contra nosotros". El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? (...) ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, como dice la Escritura: 'por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como ovejas de matanza. Pero en todo esto salimos vencedores gracias a Aquel que nos amó" (Rm 8, 31-37). 

11. María, la Virgen del Val, cuya fiesta celebramos hoy, es la Virgen dolorosa al pie de la cruz; es la Virgen fiel, que no solamente estuvo con Jesús el día en que lo crucificaron, sino que lo acompañó durante toda su vida. Esa es la invitación de la fiesta de hoy: acompañar a María en el seguimiento de Jesús durante toda nuestra vida. Ella fue la Virgen intrépida, porque de cara a las adversidades, de cara al poder romano y de cara al poder judío, se mantuvo en pie junto a Jesús. Como dice el prefacio de hoy que rezaremos: "Porque en tu providencia estableciste que la Madre permaneciera fiel junto a la cruz de su Hijo, para dar cumplimiento a las antiguas figuras y ofrecer un ejemplo nuevo de fortaleza". 

12. Ella es para nosotros no sólo un ejemplo nuevo de fortaleza, sino una ayuda real, una protección maternal sincera. Ella nos ayuda a todos a vivir como hijos de Dios; ella nos anima a ser fuertes y valientes en la fe; "a dar testimonio de nuestra fe -como dice San Pedro- a todo el que nos la pida" (cf. 1 Pe 3, 15); a ser intrépidos, permaneciendo fieles en nuestros puestos; a vivir como padres católicos en familia, en medio de una sociedad que no favorece la familia; a ser profesores, testigos de la fe en la universidad; a ser trabajadores en cualquier lugar, como fieles testigos en el mundo; a transformar las estructuras según los planes de Dios, actuando en la política; a vivir como cofrades, siendo buenos hijos de Dios e hijos de María. En todos y cada uno de esos campos es donde hay que madurar y crecer en la fe cristiana. La Virgen nos ayuda a todos a vivir como hijos de Dios, a ser fuertes y valientes, a permanecer fieles en nuestros puestos.



13. Dados los acontecimientos últimos de terrorismo, no sólo en Norteamérica sino también en nuestra España, le pedimos a la Virgen del Val, que proteja a todas las víctimas del terrorismo. Esas acciones van contra la vida y son fruto de los que no creen en ella, de los que no creen en Dios, de los que anteponen sus propios intereses a toda vida humana, de los que tergiversan los valores auténticos. ¡Que ella interceda para que todos los pueblos puedan convivir en paz verdadera! 



14. Estamos celebrando el memorial del sacrificio de Jesucristo en la cruz, que es la Santa Misa; la participación en la Eucaristía nos une a la oblación de Cristo y nos permite compartir sus padecimientos y unirlos a los sufrimientos de los hombres. Esta participación hace posible completar en nuestra carne "los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia" (Col 1, 24). Contemplemos a María e imitemos su confianza y fortaleza al pie de la cruz; confiemos en su solicitud maternal. Ella animará nuestra vivencia de fe, fortalecerá nuestra esperanza y mantendrá viva nuestra caridad. ¡Que María, la Virgen del Val, en esta su fiesta, nos confirme en la fe y nos proteja maternalmente! Así sea.