19
de marzo de 2005
Mis
queridos diocesanos:
El
día 19 de marzo, solemnidad de San José, celebra la Iglesia el Día
del Seminario. Este día nos urge a todos fijar nuestra mirada,
una vez más, allí donde se fragua el futuro de nuestra Diócesis
de Cádiz y Ceuta y en donde se refleja, de modo especial, la
calidad de fe de nuestra vida eclesial.
1.
Alegre esperanza
Siempre
que os hablo del Seminario lo hago con ilusión, alegría y con gran
esperanza, dado que en las manos de Dios está el curso de los
tiempos, y Él es fiel y jamás dejará de estar con su Iglesia. Sin
sacerdocio, no lo olvidéis, no hay Iglesia y sin Iglesia no está
con nosotros Jesucristo, el único que puede salvarnos. El sacerdote
será siempre la señal de que la salvación no surge del corazón
de los hombres, sino de Dios.
2.
Generosos y entregados... como María
Este
año el Día del Seminario reviste una capital importancia.
El lema es altamente significativo y muy apropiado para los jóvenes:
Generosos y entregados ... como María.
En
este año 2005, en el que conmemoramos el 150 aniversario de la
definición del dogma de la Inmaculada, aparece en primer plano la
atrayente figura de María. Ella es siempre una figura provocadora
para cualquier vocación en la Iglesia. Ella es ejemplo de entrega,
generosidad y ofrenda permanente que culmina en la Eucaristía: "He
aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc
1,38).
3.
Virgo
fidelis
La
vocación al ministerio sacerdotal es don y respuesta, y exige
generosidad y entrega. Es, ante todo, don de Dios, pero también
respuesta humana bajo la acción de la gracia. El don de Dios a María
y su respuesta son siempre paradigmáticas de toda vida de especial
consagración al Señor. María es el ejemplo sublime de lo que
cualquier alma consagrada desearía ser. Ella ha realizado de manera
perfecta su vocación, con una entrega total a lo que Dios quería
de ella. Por eso, los presbíteros contemplando durante este año a
María, pueden reavivar el don de su vocación y crecer en fidelidad
a la respuesta que un día dieron al Señor. Este año dedicado a la
Inmaculada y a la Eucaristía podrá ser para los sacerdotes un gran
tiempo de reflexión y de diálogo para ahondar en la fidelidad a su
vocación, siguiendo el testimonio de María, la "Virgo
fidelis", la Virgen fiel, que ha sido siempre fiel a lo que
el Señor ha querido de ella a lo largo de toda su vida.
4.
Situación actual de las vocaciones al ministerio sacerdotal
La
situación actual de las vocaciones al ministerio sacerdotal revela
la situación de la vida de fe que atraviesa nuestra sociedad y
nuestra Iglesia. El Concilio Vaticano II nos recuerda: "En
María encuentra la Iglesia la fe íntegra, la esperanza sólida y
la caridad sincera" (cf. LG 64). María aparece en primer
plano como figura provocadora para los jóvenes por su generosidad y
su vida entregada.
En
otros tiempos, instancias de orden social y cultural apoyaban al
sacerdote en su misión, y por consiguiente, en su vida sacerdotal.
De una manera directa y espontánea se unían la fe y la vida
social. Hoy sentimos cada vez más vivamente el desafío de nuevos
tiempos. El futuro sacerdote habrá de hacer frente con su sola fe a
una sociedad no cristiana. La esencia del ministerio sacerdotal ha
de establecerse desde la fe.
5.
Audacia de la fe en María
Os
invito a caminar en la fe de María. Ella desde la fe se ha
entregado totalmente a la llamada del Señor. Sólo desde la fe se
puede dar esa especie de salto en el vacío que supone seguir la
llamada del Señor al ministerio sacerdotal. A nuestra juventud, que
muchas veces parece dudar y no se atreve a tomar compromisos
definitivos, bien en el matrimonio, bien en la vida religiosa o en
el sacerdocio, hay que proponerle como ejemplo la audacia de fe de
María: "Para Dios nada hay imposible", le dijo el
ángel a María, y ella se arrojó con confianza y generosidad en
los brazos de Dios, que realiza maravillas en la pequeñez de
nuestras limitaciones y debilidades.
6.
Despertar de nuevas vocaciones sacerdotales
Ojalá
que el presente año de la Inmaculada y de la Eucaristía tenga la
eficacia de despertar de nuevo la fe en nuestras comunidades, que a
veces parecen adormecidas, y permita el despertar de nuevas
vocaciones al ministerio sacerdotal. Un florecimiento vocacional
nuevo, no espectacular, pero sí significativo, sería un síntoma
claro de que se va dejando atrás el "invierno", y de que
se van superando definitivamente los residuos de ciertas crisis
vocacionales, que tal vez han sido permitidas por Dios para
purificar a su Iglesia, aunque a nosotros no nos toca opinar sobre
los planes de Dios, sino aceptarlos desde la fe.
7.
El "Sí" de María
María
es llamada por Dios y se entrega con generosidad al plan de Dios. El
"sí" de María es una obediencia fruto de la fe, la
confianza y la contemplación. María puede decir "sí"
porque cree, porque confía en Aquel para quien nada es imposible.
Ella puede decir "sí" porque es pobre. Cuando el ángel
le dijo que "ninguna cosa es imposible para Dios"
ella no preguntó más. María no pretendió penetrar
totalmente en el pensamiento de Dios. Ella presentó el hecho de su
virginidad, y cuando el ángel le explicó que sería obra del Espíritu
Santo y que para Dios nada era imposible, María se entregó.
Para
poder decir "sí" al Señor, queridos jóvenes, debemos
tener certeza de tres cosas: 1) Dios nos ama; 2) Dios nos
llama; y 3) Para Dios nada hay imposible.
Entonces
decimos que "sí" sin discutir más. Merece la pena ser
sacerdote hoy. Él nos ama y por amor pronuncia nuestro nombre y nos
llama. Sólo es necesario decir "sí".
8.
Dios sigue llamando
Dios
sigue llamando, queridos diocesanos, a jóvenes de la ciudad y del
campo. Y, si fueran capaces de escucharle en el silencio y en el
grito de los que sufren serán capaces de atender su llamada, como
lo han hecho los que están actualmente en el Seminario. Pocas
misiones hay que puedan compararse con la del sacerdocio cristiano.
Lo confirmo con una total y sincera convicción, por eso os digo de
corazón, queridos jóvenes, que merece la pena ser sacerdote hoy, y
es inmensa la felicidad y la alegría del que se siente seducido por
Cristo.
Sin
duda, Dios sigue llamando, pero es necesario prestar nuestra voz
para que, por los caminos corrientes, el llamamiento de Dios llegue
a los jóvenes. Considero que es necesario proponer explícitamente
el sacerdocio a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes, y
acompañarles y ayudarles en todo el camino de su respuesta a la
llamada de Dios.
9.
Estima al Seminario y agradecimiento por las vocaciones
Este
año de la Inmaculada y de la Eucaristía es una buena ocasión para
que os recuerde a todos los miembros de la comunidad diocesana la
gran estima que debemos tener al Seminario y a tan gran número de
sacerdotes consagrados a Dios en nuestra Diócesis. Considero que
constituye una gran riqueza espiritual, por la que nunca estaremos
lo suficientemente agradecidos al Señor. Ya sabéis que actualmente
son 23 los seminaristas en nuestro Seminario Mayor de San Bartolomé,
de Cádiz. El pasado curso se ordenaron cuatro sacerdotes que ya están
sirviendo con alegría en distintas parroquias diocesanas.
10.
Invitación al compromiso
Os
invito, una vez más, a valorar la vida sacerdotal, reconociendo la
necesidad del Seminario y el enriquecimiento que aporta al
ministerio sacerdotal y al conjunto de la vida pastoral; que se
aprecie el Seminario y se colabore económicamente con el mismo,
como un lugar privilegiado para la formación de los futuros
sacerdotes. Esto obliga a los superiores, profesores, alumnos de
nuestro Seminario, a los sacerdotes y fieles a comprometerse en esta
tarea totalmente.
Que
la Santísima Virgen Inmaculada, Virgen de vírgenes y Madre
sacerdotal, nos conceda esa primavera de vocaciones al ministerio
sacerdotal que tanto deseamos.
Reza
por vosotros, os quiere y bendice,
+
Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta