Queridos
diocesanos:
En
los umbrales de la Semana Santa, os dirijo estas palabras para
unirme a las máximas expresiones de fe, que testificaréis asociándoos
a la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, Misterio Central de
nuestra vida cristiana.
Sé
bien lo que estas celebraciones significan en toda la Diócesis de
Cuenca: no hay un rincón de nuestra extensa geografía conquense
donde en los templos, calles y plazas no haya una manifestación pública
de fe y de compromiso de amor a Dios.
Ya
lo estoy palpando por los muchos actos y celebraciones, a los que
soy invitado por Hermandades, Cofradías, Grupos Apostólicos en
esta Cuaresma. Aunque mi deseo es acogerlas a todos, sé que sabréis
perdonar que en estos primeros días de Ministerio Episcopal no
pueda responder a cada una de vuestras invitaciones. Pero, estad
seguros que desde la oración y la penitencia me uno a vuestras
mismas intenciones.
Probablemente,
para muchos de vosotros sean estas las primeras palabras que leéis
o recibís de vuestro Pastor, tras haber iniciado apenas la andadura
en esta parcela del Pueblo de Dios.
Con
muchos de vosotros ya me encontré en la celebración de mi Ordenación
Episcopal, y tanto en la Catedral, como en otras parroquias de la
Ciudad de Cuenca, y en general en toda la Diócesis, he podido
apreciar la fe y amor a Dios, que profesáis. Soy, también, testigo
del aprecio que tenéis hacia vuestro Obispo, por las innumerables
muestras de cariño que estoy recibiendo personalmente o por
escrito.
Poco
a poco me haré presente en vuestras comunidades para compartir
juntos la fe y la esperanza, alegres de ser testigos de Cristo, como
insinúa el lema episcopal que he elegido.
Y
ya, metidos de lleno en la Cuaresma, quiero dejaros un mensaje y a
la vez una invitación, con motivo de la celebración del “Encuentro
Mundial de las Familias” en Valencia, con la presencia del
Santo Padre, Benedicto XVI: “Haced de vuestras familias un
hogar de Nazaret, donde a la vez que se comparte el pan de trigo
candeal, también adorne vuestras mesas el Pan del Amor”.
“Vivid
la Cuaresma, la Semana Santa y cada día unidos en la oración,
junto a María”, como lo hacían los primeros cristianos. “La
familia que reza unida, permanece unida”.
En
esta tierra conquense, que tantos santuarios, templos, advocaciones,
hermandades, cofradías tiene dedicados a la Madre de Dios, debemos
encontrar en Ella el camino para llegar a su Hijo, Jesús. Y este
recorrido y aprendizaje espiritual donde mejor se hace es en el
hogar. Como en las bodas de Caná, demos respuesta a la invitación
de María: “Haced lo que mi Hijo os diga”.
Que
la comunión con Cristo y con los hermanos, de la mano de María,
Madre de todos los creyentes, nos encaminen a vivir la Resurrección
del Señor, tras haber pasado por una Cuaresma de penitencia y oración.
Os
bendice, vuestro padre y pastor,
X
JOSÉ MARÍA YANGUAS SANZ
Obispo de Cuenca