Inmaculada y Adviento

+ Excmo. y Rvdmo. Mons. José María Yanguas Sanz, Diócesis de Cuenca, España

 

Exhortación Pastoral

Al acercarse el final del CL Aniversario de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción de María y el inicio de un nuevo año litúrgico, os invito, con gratitud filial y gozo compartido, a la celebración de la Novena y Festividad de la Inmaculada Concepción con especial preparación y esplendor, así como a un nuevo despertar de la esperanza ante el acontecimiento del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.

            1.- El próximo día 8 de Diciembre SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN de la Virgen María, termina el “Año de la Inmaculada” en que hemos celebrado en las Iglesias de España el CL Aniversario de la Proclamación de este dogma mariano tan enraizado en nuestra historia y sus profundas raíces inmaculistas y marianas.

            Cuando hablamos de María Inmaculada pensamos de inmediato en su concepción sin pecado. Este es como el aspecto negativo, pero esta verdad tiene otra vertiente positiva: la santidad de María.

            Decir que la Virgen es Inmaculada equivale a confesar su total y absoluta santidad. A la hora de definir con un solo término quién es María en las Iglesias de oriente se habla de “la toda santa”, la Teología occidental, por su parte, expresa la santidad de María, en cambio, “como preservación del pecado original”.

            La concepción inmaculada de María está referida, por otra parte, y como bien sabemos, a su maternidad divina como a su fundamento. El nexo intrínseco entre maternidad e inmaculada concepción se refleja en la unidad de gracia y misión, de existencia y de función. Los contenidos de este dogma de la Inmaculada, se encuentran perfectamente recogidos en las palabras de la Bula “Ineffabilis” de Pío IX cuando el 8 de diciembre de 1854 proclamó esta verdad. Vamos a recordarlo:

            “Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, está revelado por Dios y debe ser, por tanto, firme y constantemente creída por todos los fieles.” (DS 2803).

Encontramos, en efecto, en esta definición los siguientes contenidos:

-          Pío IX prescinde de todas las explicaciones de los teólogos de entonces

sobre el modo de infusión del alma en el cuerpo de María y atribuye a la Madre de Jesucristo: “ser preservada de toda mancha de culpa original en el primer instante de su concepción”

-          La inmunidad “de toda mancha de culpa original” implica, como consecuencia positiva, la completa inmunidad de todo pecado y la proclamación de la santidad perfecta de María, esto ya se defendía y vivía de forma explícita en la tradición oriental, hacía siglos.

-          La completa preservación de María de “toda mancha de pecado” tiene como consecuencia en ella también la inmunidad de concupiscencia, de cualquier tendencia desordenada que procede del pecado e inclina al pecado (DS 1515).

-          Esa preservación del pecado original en María fue concedida “por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente”, don gratuito que María obtuvo ya desde el primer instante de su existencia.

-          La Virgen María recibió la singular gracia de la Inmaculada Concepción “en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano”, es decir, por la acción redentora universal de Jesucristo.

-   Finalmente, se le en la Bula que esta proclamación solemne, calificada

como “doctrina revelada por Dios”, debe ser “firme y constantemente creída por todos los fieles”. Por ello quién no haga suya o defienda o exprese una opinión contraria a ella “se separa de la unidad católica”.

2.-  EL ADVIENTO: es, y así lo recordamos, el tiempo litúrgico en que se convoca e invita a la Comunidad Eclesial, a cada uno de nosotros, a preparar la Navidad, a crecer en la esperanza, a acoger con fe la venida continuada del Señor.

En el “hoy” actualizado de la celebración del Adviento se unen a la celebración de la venida de Cristo en la carne, a través de la Virgen María, la futura venida de Cristo al final de los tiempos para revelar la plenitud de su obra, y la presencia continuada de Jesucristo que opera su salvación en la Iglesia, en el mundo, en cada persona, en cada celebración sacramental y acontecimiento.

- Es un tiempo hecho sacramento: Es la historia de la salvación actualizada sacramentalmente. Tiempo de gracia, de formación permanente, de profundización de la vida cristiana en sus actitudes fundamentales de fe y de esperanza

Este tiempo de Adviento forma una unidad de movimiento con la Navidad y la Epifanía. Las tres palabras vienen a significar: venida, nacimiento, manifestación. Es el Dios que ha querido ser Dios-con-nosotros el que viene, nace y se manifiesta en nuestra historia y que actualizamos sacramentalmente cada año en estas semanas hasta las fiestas del Bautismo del Señor.

- Tiempo de deseo: Es el Señor el que llega, el que viene hacia nosotros. Nosotros nos limitamos a acogerle, a recibirle. No podemos reemplazar nunca la iniciativa de la acción divina. Debemos, como nos enseña Juan el Bautista, “preparar los caminos del Señor” y en eso consiste nuestro humilde servicio.

“Venga a nosotros tu Reino”, debemos suplicar de continuo y nuestra petición tendrá más fuerza cuanto mayor sea el deseo que la inspire que, a su vez, como dice San Agustín, incrementará la capacidad de nuestro deseo.

- Tiempo de esperanza. Y la necesitamos todos en medio del mundo desencantado que nos rodea. Nos hace falta la frescura renovada de la esperanza y convencernos de forma renovada que “El Señor está cerca”, que el Señor está ya en medio de nosotros, presente entre nosotros y que debemos descubrir su presencia. “En medio de vosotros hay uno a quien no conocéis” (Jn. 1, 26). Es su presencia la que enciende su esperanza en nuestros corazones.

“¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”, preguntaron los discípulos del Bautista a Jesús. A esta pregunta nosotros responderemos que no esperamos a ningún otro, que sólo Jesucristo tiene palabras de vida eterna, que “ningún otro puede salvar; bajo el cielo no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos” (Hech. 4, 12).

- Tiempo mariano. Porque María de Nazaret, la Madre de Dios, estuvo al lado, íntimamente unida a su hijo en todos estos acontecimientos por voluntad divina.

Las fiestas de la Inmaculada, de la Sagrada Familia y de Santa María Madre, nos acercan y unen a la verdadera “hija de Sión” y primera cristiana que acogió la salvación de Dios. Bien podemos hablar de María como Nuestra Señora del Adviento, Nuestra Señora de la Navidad y Nuestra Señora de la Epifanía. Bien podemos y debemos asirnos de su mano y tomarla como modelo en nuestra preparación para salir al encuentro del Salvador que viene (cf. Marialis Cultus 3-4).

El Adviento que comenzamos es, sin duda, portada de nuevas gracias y nuevas esperanzas para esta Iglesia Diocesana. Tiempo de expectante alegría y de urgente espera como en las vírgenes prudentes de la parábola. Tiempo en que reanimamos nuestra esperanza bien fundada en el Señor.

Exhorto e invito a todos los fieles a que se unan en sus respectivas Comunidades para la preparación y celebración de la solemne clausura del Año de la Inmaculada, el próximo día 8 de Diciembre, en que coincidirá también la clausura del Año Jubilar del VIII Centenario de las apariciones en el Santuario de Nuestra Señora de Tejeda (Garaballa).

Que, como cantamos en los Prefacios de este tiempo litúrgico, nos encuentre el Señor cuando llegue: “velando en oración y cantando su alabanza” (cf. Pref. II) “y recibamos los bienes prometidos que ahora en vigilante espera confiamos alcanzar” (cf. Pref. I).

Les saluda y bendice.

 

                             X RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ
                                     Administrador Apostólico de Cuenca