Garantía de la esperanza

Julián López Martín, Obispo de Ciudad Rodrigo



50 años de la definición dogmática de la Asunción de la Virgen a los cielos en cuerpo y alma.

El día 1 de noviembre se han cumplido cincuenta años de la definición dogmática de la Asunción de la Santísima Virgen María en cuerpo y alma a los cielos, efectuada ante más de 700 obispos de todo el mundo por el Papa Pío XII, en la Basílica Vaticana. Hay muchos motivos para recordarla. Se trata de un misterio de fe que el pueblo cristiano ha creído y celebrado desde muy antiguo, como demuestran, por ejemplo, las innumerables catedrales, parroquias y monasterios dedicados a Santa María en su gloriosa Asunción. Entre las primeras nuestra catedral civitatense. También la literatura religiosa, el teatro —bastaría recordar el famoso Misterio de Elche— y el arte han dado testimonio de esta fe. Un benemérito sacerdote de Ciudad Rodrigo, don Benedicto Nieto, ya fallecido, publicó por los años 50 un magnífico estudio titulado La Asunción de la Santísima Virgen a los cielos en el arte (Ed. Espasa Calpe). 
El misterio de la Asunción de la Santísima Virgen a los cielos, como enseña el Catecismo de la Iglesia católica, apoyándose en la Constitución apostólica Munificentissimus Deus del Papa Pío XII y en el Concilio Vaticano II, consiste en que la Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los Señores y vencedor del pecado y de la muerte. La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos.

A lo largo de los siglos, la Iglesia fue tomando conciencia de esta verdad de fe a partir de la consideración de las palabras del ángel a María: Llena de gracia, y del elogio de Isabel: Dichosa tú que has creído, como había ocurrido con el otro gran misterio mariano de la Inmaculada Concepción, definido por el Beato Papa Pío IX en 1854. Los apócrifos asuncionistas, expresión de una fe profunda, la antigua fiesta de la Dormición de María en Oriente y las enseñanzas de los Santos Padres, entre los que sobresale san Juan Damasceno (siglo VII), fueron insistiendo cada vez más en la íntima unión de María con Jesucristo y con su misterio pascual. A esta unión estamos llamados en principio también todos los bautizados: la resurrección en la totalidad de nuestro ser, en cuerpo y alma. En la Asunción de María se anticipa ya esta realidad, de manera que en la Madre de Dios, coronada de gloria, se puede decir también que la muerte ha sido absorbida en la victoria. Por este motivo María, imagen y principio de la Iglesia…, precede con su luz al pueblo de Dios peregrinante, como signo de esperanza segura y de consuelo hasta que llegue el día del Señor. El día de la Asunción de la Virgen María, como dice la gente sencilla, es el día en que se celebra un entierro con esperanza. 
Conviene recordar este aspecto del misterio, precisamente en coincidencia con la fecha aniversario de la definición dogmática de la Asunción, es decir, la solemnidad de Todos los Santos, cuando nuestro pueblo visita masivamente los cementerios. María Asunta al cielo nos ofrece esta señal luminosa de auténtica esperanza cristiana, una esperanza que se dirige al hombre entero, también al cuerpo. Semejante esperanza se funda en una transformación que viene de arriba, como consecuencia de la resurrección de Jesucristo. Él fue el primero, el Primogénito de entre los muertos. En María se manifiesta que todos los cristianos estamos llamados a participar de esta transformación y a vivir en esta esperanza.