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Festividad de Santa María de Guadalupe
+ Mons. Rodrigo Aguilar
Martínez, obispo de Tehuacán
“El acontecimiento
Guadalupano, presidió junto al humilde Juan Diego el Pentecostés que
nos abrió a los dones del Espíritu Santo. Desde entonces son
incontables las comunidades que han encontrado en María Virgen, la
inspiración más cercana para aprender cómo ser discípulos y
misioneros de Jesús. Con gozo constatamos que se ha hecho parte del
caminar de cada uno de nuestros pueblos, entrando profundamente en
el tejido de su historia y acogiendo los rasgos más nobles y
significativos de su gente.”
(Doc. de Aparecida. CELAM V no. 287)
En estas fechas, las peregrinaciones son toda una experiencia
religiosa universal. Son punto de llegada y de encuentro con la
divinidad. Los espacios geográficos como manifestaciones de
relevancia divina, se conocen como lugares sagrados y metas de
peregrinación.
(Mons. Diego Monroy Ponce, vicario general y episcopal de Guadalupe
y rector del santuario)
Actualmente los centros de peregrinación son numerosos y cada uno de
ellos con connotaciones propias de identidad de fe y de cultura.
Después de los lugares de Tierra Santa, se encuentran los santuarios
marianos.
El santuario de nuestra señora de Guadalupe es el templo mariano más
visitado del mundo. Su importancia radica en la Sagrada Imagen de la
Virgen de Guadalupe, quien desde el siglo XVI atrae hacía sí a
innumerables peregrinaciones de México y de América.
La solemnidad de nuestra Señora de Guadalupe, ofrece a cada uno de
los hijos e hijas de México y América, la oportunidad de
reconocernos y aceptarnos como hermanos a pesar de nuestras
distintas responsabilidades y capacidades; logrando Ella, en el aquí
y ahora de nuestra historia, la reconciliación y unidad de nuestros
antagonismos.
Así pues, toda realidad política, económica y social se hace
presente en el peregrinar de tantos y tantos hermanos que día a día
visitan el Tepeyac, en cualquier rincón del país y del mundo;
buscando la consolidación de este país, de sus familias y de las
instituciones.
Es necesario comprender el Acontecimiento Guadalupano como el
episodio más bello, de toda esa historia de relación con Dios con
nosotros. Dada su dignidad, debemos enmarcarlo en el enunciado
inicial de la Carta a los Hebreos: “Dios, que en los tiempos pasados
muy fragmentada y variadamente ha hablado a nuestros padres por boca
de los profetas, al fin de estos días nos habló a nosotros en la
persona misma de su hijo, a quien constituyó heredero de todas las
cosas” (Hb. 1, 1-2)
Tal adaptación es la que, tan exquisitamente vivimos: “en nuestro
tiempo nos ha hablado –y continúa hablando– en la persona misma de
su Madre a quien constituyó fiel discípula, modelo y evangelizadora
de su hijo Jesucristo”, y, continuando con la paráfrasis, podríamos
evocar a San Pablo en su carta a los Gálatas (4, 4-6) “…cuando vino
la plenitud de los tiempos de nuestro continente, envió Dios desde
el cielo, de cabe a sí mismo, a su propia Madre, la mujer de la que
El había nacido…, para rescatar a los que estábamos sometidos a la
limitación de la antigua ley, a fin de que recobrásemos la filiación
adoptiva, y, pues somos hijos, la envió Dios desde el cielo, de cabe
a sí, a nuestros corazones, el Espíritu de su hijo, el cual clama:
Madre, Madrecita, Señora y Niña nuestra…”
(Actualidad del mensaje de Santa María de Guadalupe)
Oh María, llena de gracia, preservada de todo pecado desde el primer
instante de tu concepción, abogada de gracia y ejemplo de santidad,
intercede por nosotros ante tu Hijo, para que seamos santos e
irreprochables a sus ojos, por el amor, acogiendo y celebrando el
don de la vida humana, desde su concepción hasta su término natural.
Madre de Guadalupe, que desciendes al Tepeyac para entregarnos a tu
Hijo, te nos das como Madre y nos acoges en tu regazo, recibe este
pueblo tuyo y derrama todo tu amor, compasión, auxilio y defensa.
Ayúdanos a escuchar a tu Hijo Cristo Jesús, a seguirlo como
discípulos perseverantes y anunciarlo como ardorosos misioneros. Con
tu intercesión, queremos profundizar en nuestra fe y buscar el
progreso de nuestra patria por caminos de justicia y de paz.
María, Madre Buena, queremos caminar contigo y crecer en la
esperanza que nos lleva a la Navidad, para celebrar gozosos el fruto
bendito de tu vientre, Jesús.
Mons. Rodrigo Aguilar Martínez.
Obispo de Tehuacán
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