|
La Virgen María en la vida del cristiano
+ S.E.R.
Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz,
Argentina
Texto del micro radial
de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera
Cruz, emitido por LT 9
(Sábado 25 de agosto de 2007)
El pasado 15 de Agosto celebramos la Fiesta de la Asunción de la
Virgen María; día en que recordábamos su Asunción al cielo en cuerpo
y alma. En Oriente a esta fiesta se la conocía con el nombre de la
Dormición de la Virgen, en Occidente, en cambio, como el Tránsito de
María a los cielos. El contenido de esta Fiesta responde a una
verdad constante en la fe de la Iglesia, y fue declarada dogma por
Pío XII en el año 1950, expresando que: “La Inmaculada Madre de
Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre,
fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial” (D. 3903). María
alcanza en la Asunción la gloria definitiva, a la que todos estamos
llamados, pero ella de un modo único, como fue también de un modo
único su Inmaculada Concepción. Dios que la había preservado del
pecado original en su nacimiento, la ha glorificado de un modo
especial al finalizar su vida, llevándola en cuerpo y alma a la
gloria del cielo. El 8 de Diciembre y el 15 de Agosto nos hablan del
camino que Dios ha realizado en María, por ser elegida como madre de
Jesucristo. Esta es su verdad y su riqueza, que se convierte para
nosotros en motivo de fe y de gratitud, al tiempo que nos fortalece
en nuestra esperanza y nos alienta en nuestro peregrinar.
Para un cristiano hablar de la Virgen es reconocer en Ella,
precisamente, este camino que Dios ha elegido para enviarnos a su
Hijo. Sólo Jesucristo es el centro de nuestra fe, y sólo Él es la
Verdad que nos revela el mensaje de Dios. La Virgen no ocupa su
lugar, no le corresponde. María nos volvería a decir hoy lo que nos
dijo en el Evangelio: “hagan todo lo que él les diga”. Es más, creo
que nos diría no se queden mirándome a mí, sino contémplenlo a Él y
escuchen su Palabra, yo sólo soy la servidora del Señor. Esta es su
grandeza: saber que Dios la ha elegido para ser la madre de su Hijo.
Y será su propio Hijo, Jesucristo, quién, al pie de la cruz, nos
dejará la mejor enseñanza sobre su misión y nuestra relación con
Ella, cuando le dijo: “mujer ahí tienes a tu hijo”, y luego a
nosotros: “hijo ahí tienes a tu madre”. Es la palabra del mismo
Jesús la que orienta nuestro afecto y nuestra devoción. Este lugar
único que ocupa la Virgen María en la vida de la Iglesia y del
cristiano, lo vemos también en el testimonio constante de todas las
generaciones a lo largo de la historia, y que ella proféticamente ya
había anunciado, cuando exclamó: “Mi alma canta la grandeza del
Señor, ….él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante
todas las generaciones me llamará feliz”. Hoy nosotros la volvemos a
llamar feliz. Sepamos abrirle nuestro corazón de hijos para sentir
su cercanía de madre, y elevarle confiados nuestra oración. La
misión de la Virgen es proteger y mantener viva nuestra fe en
Jesucristo.
El mejor regalo que le podemos hacer a ella es encontrarnos con su
Hijo, con Jesucristo. No dejemos de acercarnos a nuestra parroquia o
capilla, para encontrarnos con Él, en la escucha de su Palabra, con
el alimento de su Cuerpo y en la vida de la Comunidad. Este es el
lugar que él ha elegido para quedarse con nosotros, donde él nos
espera para caminar junto a nosotros. Deseándoles un buen fin de
semana con sus familias, reciban junto a mis oraciones mi bendición
en el Señor.
Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
|
|