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La Inmaculada, Buena Noticia para la Humanidad
+ Mons. Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón
Castellón, 6 de
diciembre de 2009
Queridos Diocesanos:
Nos disponemos a celebrar la fiesta de la Inmaculada Concepción
de la Virgen María de tan arraigada tradición en toda nuestra
Diócesis como en toda España.
La Inmaculada Concepción nos recuerda que María, elegida para ser la
Madre del Salvador, ha sido agraciada por Dios con dones a la medida
de su misión tan importante de ser la Madre del Hijo de Dios. La
Virgen fue preservada de toda mancha de pecado original desde el
instante mismo de su concepción para ser la digna morada del Señor.
En la Madre de Jesús, Dios obra maravillas: es llamada a la
existencia llena de gracia, llena del amor de Dios.
La Inmaculada nos muestra el verdadero rostro de Dios, que es amor,
y que crea por amor y para la vida en su amor. La perfecta santidad
de María se debe al Hijo que concebirá en su seno. En ella se
realiza de modo anticipado y perfecto la obra de salvación de
Jesucristo: fue preservada del pecado original, y creada llena de
gracia y de santidad desde siempre "en vista de los méritos de
Jesucristo, salvador del género humano". En la Virgen María se
manifiesta por vez primera el plan divino de Salvación trazado por
el amor misericordioso de Dios "antes de la creación del mundo" para
todos.
María responde al amor de Dios hacia ella con su fe confiada y su
entrega total a Dios. "He aquí la esclava del Señor, hágase en mi
según palabra" (Lc 1,38). María vive toda su existencia desde la
verdad de su persona, que ella descubre sólo en Dios y en su amor.
La Virgen es consciente de que ella es nada sin el amor de Dios, y
que la vida humana sin Dios solo produce vacío en la existencia.
Ella sabe que la raíz de su existencia no está en sí misma, sino en
Dios, que está hecha para acoger el amor y para darse por amor. Por
ello vivirá siempre en Dios y para Dios. En María, Dios dice Sí al
hombre y la mujer dijo Sí a Dios. María, aceptando su pequeñez, se
llena de Dios, y se convierte así en madre de la libertad y de la
dicha.
Por ello, la Inmaculada es también la fiesta de los creyentes. Por
su fe, María es la madre y modelo de todos los creyentes. Dichosa
por haber creído, María nos muestra que la fe y la vida en Dios es
nuestra dicha y nuestra victoria, porque "todo es posible al que
cree" (Mc 9, 23).
La misma humanidad comienza a decir sí a la salvación que Dios le
ofrece con la llegada del Mesías. Ella es la primicia de la
humanidad redimida. La "plenitud de gracia", que para María es el
punto de partida, es la meta para todos los hombres, que acogen en
fe el amor de Dios; Dios nos ha creado "para que seamos santos e
inmaculados ante él" (Ef 1, 4). La Purísima es así Buena Noticia
para la humanidad. En ella. Dios, dador de amor y de vida, irrumpe
en la historia humana. Dios no deja a la humanidad aislada y en el
temor. Dios busca al hombre y le ofrece vida y salvación. La
Inmaculada recuerda a todo hombre que Dios lo ama de modo personal,
que quiere sólo su bien y lo busca con un designio de gracia y
misericordia.
En un mundo con miedo y sin esperanza ante el futuro, la Inmaculada
nos ofrece un mensaje de amor y de esperanza. En un contexto que
invita a prescindir de Dios y a erigirnos en dioses, a suplantar a
Dios y hacer del hombre la única fuente y meta de todo, también del
bien y del mal, María Inmaculada nos llama a abrirnos al misterio de
Dios y a acogerlo con fe. Solo en Dios y en su amor está la verdad
del hombre. Sólo en Dios lograremos desarrollar lo mejor que hay en
nosotros.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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