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Recuperar el rezo del Rosario
+ Mons. Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón
Castellón, 26 de octubre
de 2008
Queridos diocesanos:
Muchas parroquias celebran en este mes de Octubre la Virgen del
Rosario. De inmediato viene a nuestra mente la oración del Rosario.
Pero ¿es el Rosario algo trasnochado? Ciertamente que no.
Al presentar el Plan diocesano de Pastoral exhortaba a mirar a
Cristo, a centrarnos en El para caminar tras Él. Cristianos y
comunidades cristianas precisamos avivar y profundizar la fe y la
vida cristianas. Y esto lo hemos de hacer basados en un conocimiento
sapiencial de Cristo, de su Persona, de su Misterio y de su
Evangelio, que nos lleve a seguir e imitar al Señor en el camino
hacia la santidad. No cabe la menor duda que el rezo sosegado y
devoto del Rosario es una oración que nos lleva a contemplar el
rostro de Cristo. Recitar el Rosario es en realidad contemplar con
María el rostro de su Hijo. El Rosario es una oración sencilla y
profunda a la vez. Rezado con fe y devoción nos lleva al encuentro
con Cristo, con sus palabras y con sus obras de Salvación a través
de los misterios de gozo y de luz, de dolor y de gloria. Desde los
misterios del Rosario llegamos al Misterio del Hijo de Dios. Su rezo
se encuadra perfectamente en el camino espiritual de nuestra Iglesia
diocesana, llamada a vivir la comunión y la misión del anuncio del
Evangelio con la mirada, la mente y el corazón puestos en el Señor.
Para llevar a cabo su misión, nuestra Iglesia necesita dejarse
evangelizar en sus miembros y en sus comunidades. El rezo del
Rosario nos lleva a Cristo y al Evangelio. María nos lleva siempre a
su Hijo. En su rezo podemos aprender de María a contemplar la
belleza del rostro de Cristo y a experimentar la hondura y la
anchura de su amor desde todo el Evangelio. Pues el Rosario es una
oración profundamente evangélica. No sólo los misterios, sino que
también las mismas oraciones principales están tomadas del
Evangelio.
Al comienzo de cada misterio oramos con las mismas palabras con que
Jesús enseño y mandó orar a sus discípulos: el Padrenuestro. En cada
Avemaría nos dirigimos a la Virgen, con las palabras de saludo del
ángel Gabriel en la Anunciación y de alabanza gozosa de su prima
Isabel en la Visitación; y con la Iglesia pedimos su intercesión en
el presente y en el paso definitivo a la vida eterna. Al finalizar
cada misterio, la oración se hace invocación y alabanza al Dios Uno
y Trino, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. En verdad: el
rosario es un verdadero ‘compendio del Evangelio’, como lo llamaron
Pío XII y Pablo VI.
El Rosario es fuente de gracia y de santidad para todos. Nos abre y
dispone a la gracia de Dios. Es fuente de comunión con Dios mediante
la comunión vital con Cristo en la contemplación de sus misterios; y
es fuente de comunión con los hermanos en Cristo por medio de Maria
al ofrecer su rezo por alguna necesidad propia o ajena.
Es preciso que recuperemos el rezo del Rosario en nuestra Iglesia
diocesana: en privado o en grupo, en parroquias y comunidades, y,
-¿por qué no?- también en las familias. Una familia que reza unida,
permanece unida. Su rezo no puede mecánico y distraído; pero su
práctica defectuosa no debe llevar a su supresión, sino a su
purificación.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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