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María, enfermos y Eucaristía
+ Francisco Gil Hellín. Arzobispo de Burgos.
El próximo 11 de febrero, fiesta de Nuestra Señora de
Lourdes, se celebra la Jornada Mundial del Enfermo. Este año la
efeméride coincide con dos acontecimientos eclesiales de relieve.
Por una parte, la celebración del 150 aniversario de las apariciones
de la Inmaculada en Lourdes; por otra, la celebración en Québec -Canadá-
del Congreso Eucarístico Internacional. De este modo, la Jornada del
Enfermo pone ante nuestros ojos la íntima vinculación que existe
entre María, la Eucaristía y el Enfermo.
La Virgen María se apareció en Lourdes cuatro años más tarde de que
Pío IX definiera el dogma de la Inmaculada y confirmó a santa
Bernardita Soubirous que Ella era la Inmaculada Concepción. Desde
entonces, Lourdes se ha convertido en el testimonio viviente por
antonomasia de María Inmaculada.
Pero Lourdes es también en el lugar más emblemático de los enfermos.
A ese santuario han llegado y siguen llegando incontables enfermos
del alma y del cuerpo. Unos encuentran la curación total. Otros,
alivio de sus dolencias. Muchas más, la sanación de las heridas de
su alma. Y todos, consuelo para sus penas. Ellos se convierten en la
prueba más cualificada de la compasión de María por sus hijos
sufrientes.
Ahora bien, si Lourdes nos lleva de la mano a meditar en este amor
materno de María hacia sus hijos que sufren, el próximo Congreso
Eucarístico Internacional será ocasión para profundizar en el hecho
de que Cristo ha redimido al mundo con el sufrimiento, con su Muerte
y Resurrección. Y para recordar que Jesucristo ha querido quedarse
entre nosotros, se hace «Pan partido» por todos, especialmente por
los más necesitados. De modo que, cada vez que nos congregamos en
torno a su altar, somos urgidos a convertirnos en «pan partido» para
los demás, especialmente para los enfermos y los que sufren. En
otras palabras, la Eucaristía nos emplaza en primera persona a
servir a los hermanos, especialmente a los más necesitados. Y nadie
lo es tanto como el enfermo y el que sufre.
Más aún, el Congreso Eucarístico será una gran oportunidad para
ahondar en la relación que existe entre el sufrimiento humano y la
salvación. Si el dolor, sobre todo el dolor de los inocentes, se
convierte a menudo en piedra de escándalo para la fe y desemboca en
el ateísmo, la Eucaristía nos revela, en cambio, que Jesucristo ha
convertido el sufrimiento en instrumento de salvación. Él, en efecto,
salvó al mundo mediante su entrega en el dolor y el sufrimiento. La
Eucaristía, sacramento del sacrificio de Cristo, nos lleva a
penetrar en el misterio del sufrimiento de Cristo y, desde él,
entender que si acogemos nuestros dolores y nuestras enfermedades
con fe, se convierten en la puerta que nos permite entrar en el
misterio del sufrimiento redentor de Jesús y desembocar en su paz y
en la gloria de su Resurrección.
Ciertamente, la fe en Jesucristo no se encoge de hombros ante el
dolor y el sufrimiento humanos. Todo lo contrario, porque Cristo ha
vencido ya el dolor y la muerte, triunfando de la causa de la que
proceden -el pecado-, la lucha contra el dolor y el sufrimiento es
una consecuencia ineludible de la aceptación dinámica del triunfo de
Cristo. Por eso, los médicos y enfermeras que realizan su trabajo
con competencia profesional y ética, están colaborando con Cristo en
esa victoria contra el mal.
Con todo, la derrota definitiva y total de la enfermedad, del dolor
y de la muerte sólo llegarán en el más allá. Hoy lo entendemos mejor
que en otros momentos de la historia. Los avances médicos, tanto
curativos como preventivos, son inmensos. Sin embargo, el dolor
sigue presente y unas enfermedades toman del relevo a otras, en una
carrera que sólo terminará el último día.
† Francisco Gil Hellín
Arzobispo de Burgos
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