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Solemnidad de la Inmaculada Concepción
+ Francisco Gil Hellín. Arzobispo de Burgos.
Catedral - 8 diciembre 2009
1. Hoy, en todas las iglesias de España los cristianos están
reunidos para celebrar la Inmaculada Concepción de Santa María
Virgen, pues no en vano nuestra Patria es conocida como la “tierra
de la Inmaculada”. Nosotros no podíamos faltar a esta cita, porque
ninguna otra región tiene tanto derecho como esta noble tierra de
Castilla a apropiarse este título. Fue aquí, en efecto, donde un
pueblo entero –Villalpando, en la provincia de Zamora– hizo por vez
primera un voto de villa para defender esta verdad. Más aún, se
comprometió a defenderlo incluso con su sangre.
Esto sucedía a finales del siglo XV, cuando faltaban todavía cuatro
siglos para que el Papa Pío IX definiera solemnemente el dogma de la
Inmaculada Concepción. Es decir, que es doctrina revelada que la
Santísima Virgen fue librada del pecado original desde el primer
instante de su concepción. Dios Padre quiso conceder a la Santísima
Virgen ese privilegio, liberándola anticipadamente del pecado
original con el que todos nacemos.
2. Tenía sobrados motivos para hacerlo. El principal, que quería
preparar una digna morada a su Hijo, cuando se hiciese hombre, en
las purísimas entrañas de María. No podía permitir, en efecto, que
el demonio mancillara este huerto sagrado en el que nacería la
planta más pura que nunca ha existido: Jesucristo. No podía permitir
que fuera manchada la Madre de la que nacería el Cordero Inmaculado.
Ni que fuera manchada por el pecado, la que iba a ser Madre, Modelo
y Tipo de la Iglesia, Esposa sin mancilla de Cristo.
3. No fue fácil entender cómo compaginar el dogma de la redención
universal de Cristo –que tenía que afectar también a María–, con el
de la Inmaculada. Había de ser redimida, porque era hija de Adán.
Pero ¿cómo redimir a la que no estaba prisionera o cómo limpiar a la
que no estaba manchada? Por otra parte, si Jesucristo Redentor no la
libraba ni limpiaba ¿cómo podía ser libertador y limpiador de todos
y de todo?
4. La fe y el talento de muchos hijos buenos de la Iglesia –unida a
la piedad del pueblo cristiano de Oriente y Occidente– fue
clarificando poco a poco estas intrincadas cuestiones. Finalmente,
un hijo de san Francisco de Asís, Dum Scoto, encontró la fórmula que
lo explicaba todo: María fue redimida, pero con redención
preservativa. Es decir, Jesucristo redimió a todos, incluida su
Madre. Pero –mientras que a todos los demás nos libró del pecado,
una vez contraído–, a su Madre la libró de contraer ese pecado. Como
lo cantaría más tarde Calderón de la Barca, María es La Hidalga del
Valle de la tierra, porque su Hijo le dio la mano para que no cayera
en el pozo del pecado, en el que todos los demás hemos caído.
La Iglesia tiene, pues, sobrados motivos para invitarnos a todos sus
hijos a proclamar y celebrar este singular privilegio de nuestra
Madre Santa María. Nosotros acogemos con sumo gozo esta invitación y
hacemos nuestros los piropos que le dirige en su liturgia: «Toda
hermosa eres, María, y no hay en Ti rastro de pecado original. Tú
eres la gloria de Jerusalén, tú eres la alegría de Israel, tú eres
el orgullo de nuestro pueblo. Bendita sea la hora en que fuiste
concebida sin pecado original».
5. Queridos hermanos: Nosotros hemos sido concebidos en pecado y
nacemos manchados. “En pecado me concibió mi madre”, dice el
salmista.
Sin embargo, todos los que estamos aquí, hemos tenido la inmensa
suerte de ser librados de ese pecado a los pocos días de nuestro
nacimiento, cuando nuestros padres nos llevaron a recibir el
Bautismo. Gracias a sus aguas regeneradoras, fuimos engendrados a la
vida de la gracia, hechos hijos adoptivos de Dios y limpiados del
pecado original. Los padres cristianos de hoy han de continuar esta
sana tradición, conscientes de que no pueden hacer nada mejor que
llevar a bautizar a sus hijos dentro de las primeras semanas
posteriores a su nacimiento.
6. No es buen camino diferir el Bautismo durante meses o años,
escudándonos en que “ya lo pedirá él cuando sea mayor”. No se
procede así ni a la hora de llevarle al médico –si se pone enfermo–,
de cambiarle los pañales –cuando se ensucia–, de darle de comer –cuando
tiene hambre–, o enseñarle a hablar cuando pasen los años. ¡Todo
esto se hace de inmediato, siguiendo el sentido común! ¿Por qué no
aplicar el mismo buen sentido a la hora del Bautismo, siendo como es,
el mayor premio de lotería que puede tocar al hijo?
Sin embargo, hoy ya no se transmite la fe en la familia y en el
colegio con la misma naturalidad y eficacia que en tiempos todavía
no lejanos. Eso ha traído consigo que ahora haya bastantes niños en
edad escolar que no han recibido el Bautismo. Esta situación es una
llamada de Dios a renovar nuestros métodos pastorales y hacernos
cristianos adultos y más responsables tanto de la propia fe como de
la de nuestros hijos. ¡¡Es la hora de la acción evangelizadora, no
de los lamentos o de las añoranzas!!
Con el deseo de responder a la voluntad de Dios, en nuestra diócesis
hemos decidido dar un fuerte impulso a la Iniciación cristiana en
varios frentes. En primer lugar, invitando a los padres a que asuman
con toda responsabilidad su papel de educadores de la fe de los
hijos para los que piden el Bautismo. Además, dando un fuerte
impulso al bautismo de los niños que están en edad escolar y todavía
no están bautizados. Debemos finalmente, responsabilizarnos todos en
el bautismo de los adultos no bautizados, bien se trate de personas
de otros países o se trate de personas nacidas aquí.
Pido a la Inmaculada que yo y cada uno de vosotros mire su belleza,
su limpieza de pecado y su plenitud de gracia; para que valoremos
nuestro Bautismo y nos responsabilicemos cada vez más en el de
nuestros hijos y en el de los demás conciudadanos. ¡Madre Inmaculada,
intercede por estos hijos tuyos!
† Francisco Gil Hellín
Arzobispo de Burgos
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