|
Fiesta de la Sagrada Familia
+ Francisco Gil Hellín. Arzobispo de Burgos.
Catedral - 31 diciembre 2006
1. Celebramos hoy la Fiesta de la Sagrada Familia. Pablo VI la
instituyó con el fin de que las familias cristianas tuviesen en la
Familia de Nazaret el modelo de lo que ellas deben ser e imitasen
sus virtudes domésticas. Contemplada la Fiesta con cincuenta años de
perspectiva y desde el horizonte del siglo XXI, se advierte que el
Papa Montini tuvo una institución profética al crear esta Fiesta.
Hoy, en efecto, es imprescindible reproponer el ideal del matrimonio
y de la familia según el plan de Dios Creador y según el proyecto de
Cristo Redentor. Sólo así, volveremos a sentirnos orgullosos del
modelo de vida matrimonial que nos propone nuestra fe; y seremos
capaces de trasmitírselo a nuestros contemporáneos.
2. El plan de Dios sobre el matrimonio y la familia está descrito en
las primeras páginas de la Sagrada Escritura. No es un plan
específicamente cristiano; en ese momento no se contemplaba el
pecado ni la venida del Redentor. Sus destinatarios son todos los
hombres y mujeres del mundo. Este plan está vigente para todos los
que quieren contraer matrimonio. Nuestros misioneros lo encuentran
cuando van a Asia y África. El matrimonio es, por tanto, una
institución humana, no específicamente cristiana. Jesucristo, de
hecho, no lo creó sino que lo elevó a sacramento, es decir, a fuente
de gracia para los esposos.
El proyecto de Dios es que el matrimonio se realice únicamente entre
un hombre y una mujer, que se unen en una sola carne con amor
exclusivo, total y de por vida en la salud y en la enfermedad, con
el fin de tener hijos y ayudarse mutuamente. «Dejará el hombre a su
padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una misma
carne», dijo Dios a nuestros primeros padres. También les dio este
cometido: «Creced, multiplicaos y dominad la tierra». Es decir,
tened hijos y disponed de los bienes de la creación.
Este plan excluía la unión entre dos personas del mismo sexo más
radicalmente que el divorcio y la poligamia. Es decir, excluía que
un hombre se uniese con otro hombre como más opuesto a los planes de
Dios y a la naturaleza del hombre, que la posibilidad que el marido
o la mujer rompiesen el vínculo y se uniesen con otra mujer o con
otro hombre –divorcio–, o al hecho que un hombre tuviese varias
mujeres y una mujer varios maridos.
Pero este plan de Dios no fue seguido en tantas ocasiones. No sólo
se dio la poligamia en tantos personajes famosos como es el caso de
Abrahán y del mismo David; sino que aun el gran legislador del
Antiguo Testamento, Moisés, tuvo que permitir el divorcio en
determinadas circunstancias. Hay otros muchos casos de conductas
irregulares en los mismos ascendientes de Jesús. Los Profetas, no
obstante, revindicaron una y otra vez el cumplimiento del plan de
Dios y llamaron a la conversión y a la penitencia.
3. Jesucristo fue el restaurador del plan originario de Dios sobre
el matrimonio y la familia. De hecho, cuando los fariseos le
proponen si es lícito a un hombre divorciarse de su mujer y seguir
la ley de Moisés, respondió con absoluta claridad: «En el principio
no fue así». Es decir, lo que Dios estableció fue que el hombre y la
mujer formasen una sola carne, una sola cosa; y, por tanto, que no
se pudiesen divorciar. Luego añadió: «El que se divorcia de su mujer
y se casa con otra, comete adulterio; y si la mujer divorciada se
casa con otro, comete adulterio». El adulterio es un pecado tan
grave, que en el Antiguo Testamento estaba castigado con la pena de
muerte y durante los primeros siglos era –junto con el homicidio y
la idolatría– uno de los tres pecados que antes de ser perdonado la
Iglesia exigía realizar la Penitencia pública.
Jesucristo en dicho encuentro con los fariseos se refiere al plan
creador de Dios, al matrimonio de cualquier hombre y mujer. No habla
directamente del sacramento cristiano. No hay, por tanto, ninguna
autoridad humana –ni religiosa ni civil– que pueda equiparar la
unión de dos personas del mismo sexo con el matrimonio, ni permitir
el divorcio, ni considerar lícito que un esposo sea infiel a su
esposa con otro hombre, o viceversa.
4. Este proyecto de Dios y de Jesucristo se encuentra, en la
actualidad, despreciado y, con frecuencia, atacado. La cultura
moderna va logrando hacer creer a muchos que el proyecto de Dios es
imposible y que iría contra la plena realización del hombre y contra
su libertad. Seguir el proyecto de Dios sería tanto como renunciar a
la felicidad y a la libertad.
La verdad es, exactamente, lo contrario. El proyecto de Dios está
hecho para que el hombre sea feliz en esta vida y se desarrolle en
plena armonía. Si os fijáis bien, es el ideal al que tiende todo
hombre y toda mujer que desean compartir la existencia. ¿No desean
todos los esposos y todas las esposas que el amor del día de la boda
dure toda la vida –incluso en la enfermedad y la vejez–, que no se
comparta con ninguna otra persona, que sea fecundo en hijos, que
esté lleno de paz y armonía?
Todos sabemos que la vida no es una balsa de aceite y que hay
dificultades para convivir y hacer frente a las diversas situaciones
de la vida. Sabemos que la vida matrimonial y familiar puede pasar
incluso por momentos críticos, por las dificultades de carácter, por
las limitaciones y pecados de los cónyuges, por las incomprensiones,
quizás por la infidelidad de uno de los esposos, y por tantas cosas.
Sin embargo, nuestra experiencia y la de otros matrimonios confirma
que todas estas situaciones difíciles se pueden superar –y se
superan de hecho– si los esposos se saben perdonar, si se esfuerzan
por aceptarse como son –incluidos los defectos–, si se reza en común,
si participan semanalmente en la misa del domingo, si se confiesan
con frecuencia, si recurren a la ayuda de la Virgen.
5. Queridos hermanos, especialmente queridos esposos y esposas: Nos
está tocando vivir un momento difícil pero apasionante. Ahora es el
momento de apreciar y comprobar que nuestra fe es maravillosa y
capaz de llenar de sentido nuestra vida, si la vivimos con gusto y
con coherencia. No tengáis miedo a ser cristianos. No tengáis miedo
a vivir como verdaderos esposos cristianos. No tengáis miedo a que
os tachen de retrógrados y atrasados. No creáis a quienes quieren
vender como paraísos lo que son espacios de desamor, de egoísmo, de
degradación moral y de profunda insatisfacción y tristeza. Si estáis
pasando un mal momento, pedid ayuda a vuestros sacerdotes, a vuestra
parroquia, a alguna persona buena y prudente, perdonaos cuantas
veces sean preciso y acudid al sacramento del perdón y la fuerza de
la Eucaristía.
Pidamos a la Sagrada Familia que nos ayude a ver en ella el modelo
de la nuestra y a encontrar en su protección la ayuda que
necesitamos para vivir ahora el matrimonio y la familia según el
proyecto de Dios y después de esta vida gozar de él para siempre en
el Cielo.
† Francisco Gil Hellín
Arzobispo de Burgos
|
|