La evangelización del Chaco y la Concepción Inmaculada de la Virgen María 

+ Carmelo Juan Giaquinta, Arzobispo de Resistencia

 

08 de diciembre del año 2004.

Carta pastoral del Arzobispo de Resistencia, Carmelo Juan Giaquinta, en el 150º aniversario del Dogma de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María y en el 50° aniversario de su patronazgo sobre la Provincia del Chaco.

I. Un poco de historia

1. Hoy, solemnidad de la Concepción Inmaculada de la Santísima Virgen María, es una fecha muy querida para todos los cristianos. Y para los chaqueños en particular. Y ello por muchos motivos. 

Los orígenes de la fe cristiana en nuestra tierra se remontan a la fundación, en 1585, del primer pueblo llamado Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción de la Buena Esperanza del Río Bermejo.

Innumerables templos se levantaron luego bajo esta advocación, entre los que se destacan dos parroquias erigidas en 1937, antes de la creación de la Diócesis de Resistencia en 1939; a saber: Inmaculada Concepción de Barranqueras, e Inmaculada Concepción de Presidencia de la Plaza; y, más tarde, la Vicaría parroquial Inmaculada Concepción de Margarita Belén, erigida en 1971.

2. No podemos olvidar que hace 50 años la autoridad provincial, por Ley 90, del 30 de septiembre de 1954, decidió “designar como Patrona de la Provincia Presidente Perón con todos los honores y prerrogativas inherentes a su Patrocinio a la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María”. 

Igualmente que, a pedido de Mons. Enrique Rau, segundo obispo de Resistencia, el Papa Pío XII, el 05 de mayo de 1956, nombró “a la Bienaventurada Virgen María Inmaculada desde su concepción como patrona principal de toda la diócesis de Resistencia”, que entonces comprendía Chaco y Formosa, junto con San José Obrero.

3. Además, hoy recordamos el 150 aniversario de la Bula Ineffabilis Deus, con la cual el Papa Pío IX proclamó “que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles”.

II. La fe en el misterio de la Concepción Inmaculada

4. Sin embargo, las conmemoraciones no bastan para captar todo lo que la conciencia cristiana quiere significar con la fe en la Concepción Inmaculada de la Virgen María. Por ello conviene que, guiados por la Palabra de Dios, nos detengamos a considerarla un momento.

No se trata, por cierto, de la concepción virginal de Jesús en el seno de María, misterio que veneramos en la solemnidad de la Anunciación del Señor, el 25 de marzo. Tampoco tiene que ver directamente con el acto con el que los padres de María la engendraron, pues el acto marital es en sí mismo santo y no debe ser purificado de ninguna mancha.

La Concepción Inmaculada tiene que ver con un misterio muy hondo: la mancha (macula) que todos los hombres heredamos de nuestro primer padre Adán, fruto de su desobediencia a Dios, de la que fue preservada María “en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano”. 

De esta mancha nos habla el libro del Génesis en el capítulo 3, que se lee en la primera lectura de esta solemnidad, y sobre la cual reflexionó profundamente el apóstol San Pablo en la Carta a los Romanos, y que él llamó pecado: “Por un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque (en Adán) todos pecaron” (Rm 5,12).

5. Se trata de un pecado misterioso, que no es personal nuestro como el que cada uno de nosotros comete, sino pecado cometido por Adán y heredado por nosotros de él en cuanto cabeza y origen de la humanidad. Y por lo mismo con nefastas consecuencias para toda su descendencia. De allí, que lo llamemos “pecado original”. Desde aquel entonces ya no nacemos como hijos de un padre inocente, sino de un padre pecador. Algo semejante a la situación de los descendientes de un abuelo rico que hubiese cometido el despropósito de perder su fortuna jugando a la ruleta: la habría perdido para sí, y también para sus hijos y nietos. Desde Adán nacemos privados de la gloria con que Dios revistió al primer hombre cuando lo creó. Y, por lo mismo, intrínsecamente inclinados al mal, a pecar. San Pablo, que tuvo una experiencia muy fuerte del pecado, escribió: “Sé que nada bueno hay en mí. El deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo” (Rom 7,18).

6. De allí, la necesidad que el hombre tiene de ser rescatado por Dios, como éste lo prometió ya en la primera hora, movido a misericordia por su criatura: “Pondré enemistad entre ti (la serpiente) y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te aplastará la cabeza” (Gen 3,15). Dios que creó bueno al hombre, incluso “muy bueno” (Gen 1,31), se propuso recrearlo y rescatarlo del pecado por medio de su Hijo Jesucristo, y ponerlo en una situación infinitamente superior a la anterior. Como razona el mismo Apóstol: “Si la falta de uno solo (Adán) provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramadas mucho más abundantemente sobre todos... Donde abundó el pecado (de Adán), sobreabundó la gracia (de Jesucristo)” (Rom 5,15.20). En el pregón pascual la Iglesia se extasía ante esta sobreabundancia de la misericordia divina y se atreve a proferir palabras de las que sólo es capaz el lenguaje del amor: “¡Oh dichoso pecado de Adán (sic!), que nos mereció tan grande redentor!”.

7. El pueblo cristiano, a través de su devoción y de la reflexión de sus doctores, entendió que era justo de toda justicia que el Hijo de Dios al venir al mundo “nacido de una mujer” (Ga 4,4) para purificarnos de la mancha del pecado original, preservase de la misma a la que habría de ser su Madre. Y ello desde el primer instante de su concepción. De allí, que hablemos de concepción “in-maculada” (sin macula o mancha) de la Santísima Virgen María. 

III. Resonancias del dogma de la Inmaculada Concepción 

8. Esta es la fe que se expresa en la alegría tan particular que el pueblo cristiano prueba en esta solemnidad. Y que a los cristianos chaqueños nos embarga de manera muy especial. Es también la fe que el pueblo sencillo profesa al pedir el Bautismo para sus hijos. Lo que Jesucristo nuestro Redentor obró en María en el instante de su concepción, el pueblo cristiano quiere que el Bautismo lo realice en sus hijos para que, liberados del pecado, vivan ya desde la tierra como hijos de Dios.

9. El dogma de la Concepción inmaculada nos refresca la fe en el dogma del pecado original. Si bien éste no fue una tragedia que destruyese la obra de Dios en el hombre, es un drama gravísimo que sigue afectando la relación entre la criatura y Dios Creador. Si olvidásemos el pecado original no habría una comprensión cristiana de la historia humana. No se entendería la encarnación de Jesucristo, ni su mandato misionero: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19). Tampoco se entendería la existencia de la Iglesia, ni el ministerio de sus ministros, ni toda la acción pastoral que desplegamos, ni el impulso para revisarla una y mil veces y hacerla más conforme al Evangelio de Cristo y realizarla en comunión. Sin admitir el pecado original no se podría formular una antropología auténticamente cristiana. Ni trazar una pedagogía de veras católica.

IV. La Intercesión de María por nosotros

10. En esta hora de la Provincia, llena de posibilidades y de dificultades, y al cumplirse 50 años de cuando la Inmaculada Concepción fue designada “Patrona de la Provincia”, encomiendo a ésta a la intercesión de tan bondadosa Madre. 

Igualmente, y sobre todo, encomiendo a su intercesión a la Iglesia arquidiocesana, a todo el Pueblo de Dios, con todas sus familias, Parroquias, Asociaciones y Movimientos, a todo el Presbiterio y a cada uno de sus miembros, a los Diáconos, al Seminario Interdiocesano La Encarnación, al Centro Vocacional Jesús Maestro, a la Escuela de Diaconado Permanente San Esteban, a todas las congregaciones religiosas masculinas y femeninas que dan testimonio de Cristo entre nosotros.

También le encomiendo mi pobre persona para que en el último tramo de mi ministerio episcopal no me falte sabiduría espiritual, fortaleza y fidelidad para llevar al Pueblo de Dios “al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo” (Ef 4,13). 

11. Me permito recomendar a todos los cristianos que, al pasar por la rotonda entre las Rutas 11 y 16, saluden a María Inmaculada con el saludo del Ángel rezando un Ave María.

Igualmente que, al pasar por el Triángulo, en 25 de Mayo y Ruta 11, saluden de la misma manera a la Virgen de Luján, la cual también nos recuerda su Inmaculada Concepción. Felicito a las autoridades que le han devuelto al lugar su original sencillez y belleza.

Recomiendo a todas las personas piadosas colaborar con las autoridades para que dichos espacios resplandezcan por la limpieza y el buen gusto. Y así sea grato entrar y salir de la ciudad capital.

12. Y tú, María Inmaculada, acuérdate siempre de todos nosotros ante tu amado Hijo Jesucristo. “¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!”

En Resistencia, el 08 de diciembre del año 2004.