Carta Pastoral con motivo de la Fiesta de la Inmaculada Concepción de María

+Monseñor Bosco M. Vivas Robelo, Obispo de León

 

1995

Hermanos y Hermanas: 

María Inmaculada ocupa siempre, y particularmente en el tiempo de adviento que nos prepara a la Navidad, un lugar de honor en el cariño y en la celebración de la Iglesia Católica. 

Este amor y veneración a la Madre del Señor, que también es madre nuestra, son algo esencial y necesario en la vida de todos y de cada uno de los cristianos ( Cfr. Mar. Cultus, Int.). 

Los católicos de Nicaragua, y especialmente quienes formamos esta Iglesia Diocesana en León y Chinandega, damos testimonio de que en María Santísima tenemos la causa de las alegría más pura y también la defensa más segura en los momentos de prueba y de dolor. 

Enfermedades, desempleo, hambre, convulsiones de la naturaleza, incomprensiones e injusticias no nos han doblegado, porque nuestra fe en Jesucristo y nuestra confianza en María nos han sostenido y nos han valido para salir adelante. 

Para animarles a perseverar en la fe y en esperanza, les escribo esta Carta que también lleva como objetivo fundamentar nuestra piedad en la sólida doctrina de la Iglesia y en sus enseñanzas. 

PRIMERA PARTE: LA MEDIACION MATERNAL DE MARIA. 

La Virgen María ha intervenido e interviene entre Dios y los hombre en orden a establecer la Nueva Alianza. Ha intervenido en la Encarnación del verbo aceptando en la Redención, consintiendo, al pie de la cruz, en la inmolación de la Víctima Divina y asociándose a su sacrificio; interviene ahora en el cielo donde vive gloriosa con su Hijo, rogándole perpetuamente a El por nosotros ( Cfr. Lc. 1,26-38; Jn. 19,25-27; L. G. 62; II Concilio Provincial Nic. 1125). 

Bien se puede afirmar con San Bernardo que "Dios ha querido que todo lo tuviéramos por María" y por eso "Puso en ella la plenitud de todo bien para que entendamos que toda gracia es por María que nos viene". 

1.- LA NUEVA EVA 

La Sagradas Escrituras nos enseñan que el pecado y la muerte entraron en el mundo por la desobediencia de Adán y que, junto a Adán, estaba Eva, que colaboró con él en la ruina de la humanidad. Y fue entonces que Dios dijo a la serpientes: "Pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya; ésta te aplastará la cabeza" ( cfr. Gn. 3,1-15). 

Este anuncio de victoria se realizó en Cristo. El venció al demonio y destruyó con su muerte el poder del pecado y de la misma muerte. Junto a Jesús nuevo Adán estuvo, por voluntad divina, la nueva Eva, María, asociada a El y en dependencia suya, colaborando en la salvación de toda la humanidad ( cfr. Gal. 4,4; Catecismo Católico 411).

2.- LA MADRE DEL REDENTOR 

María es verdadera Madre de Dios ya que es la Madre de Jesucristo nuestro Dios y Señor ( cfr. Jn. 1,1,14; Mt. 1,16). La Virgen María es también madre de todos los hombres y mujeres que formamos la humanidad. 

Al llevar María en su seno virginal al verbo Divino hecho hombre, nos llevó a nosotros que estamos unidos e injertados a Cristo como lo está el cuerpo a la cabeza o las ramas al árbol( cfr. Jn. 15,4-5; Rm. 12,4; 1 Cor. 12,12). 

Es un hecho que María al concebir por obra del Espíritu Santo y al dar a luz a Jesucristo según la carne, nos concibió y dio a luz espiritualmente a todos nosotros, a quienes Cristo hizo hermanos suyos por la gracia ( cfr. Rm. 8,29; Cat. Cat. 501 y 502). 

El Espíritu Santo, pues, fecundó el seno de la Virgen y la hizo producir el fruto Bendito: Jesús, en quien están contenidos todos los seres humanos. 

3.- LA MADRE CORREDENTORA 

Pero aún hay más: María, con el corazón traspasado por la espada del dolor ( cfr. Lc. 2,35), se unió a su Hijo cuando éste fue crucificado en el Calvario por nuestra redención; y fue en esos momentos que ella escuchó como Jesús la llamaba "Madre" de todos los que nacían a la vida por la ofrenda que El hacía al padre Celestial ( cfr. Jn. 19,26-27). 

"Las palabras dirigidas por Jesús a su madre, dice el Papa Juan Pablo II, abrieron el corazón de la madre de un modo nuevo y le revelan la nueva dimensión y el nuevo alcance del amor al que era llamada en el Espíritu Santo, en virtud del sacrificio en la cruz ( cfr. Hom. En Fátima, 13.5.82). 

Con el don de la Madre, Jesús coronó su obra: La maternidad de María es un regalo que Cristo hace a cada ser humano (cfr. Red. Mater 45). 

4.- LA MADRE DE LA IGLESIA 

La Misión maternal de María ya se había manifestado cuando en Cana de Galilea "sus discípulos creyeron en El" ( Jn. 2,11). Pero fue el día de pentecostés cuando so maternidad brilló fuertemente con la luz del Espíritu Santo, que llenó a la Iglesia reunida "con María, la Madre de Jesús " ( Hch. 1,14). 

A partir de aquellos momentos, María se constituyó en el "gran signo" de la Iglesia que lucha contra el poder del diablo y lo derrota ( cfr. Apc. 12,1ss). 

Y actualmente, desde el cielo, tiene puesta su mirada en cada uno de nosotros que somos hijos de sus dolores, hijos que fuimos rescatados por la Sangre de Jesucristo. 

SEGUNDA PARTE: LA VIDA MARIANA 

María no es ( y no puede serlo), un impedimento para que los cristianos nos unamos a Jesucristo. 

Veinte siglos de vida eclesial atestiguan que la Virgen María es toda relativa a Dios y que, cuando se le encuentra a ella, siempre nos conduce hacia Jesús. Pensemos en los pastores de Belén, en los magos, en el anciano simeón, en los servidores de Cana donde incluso ella dice claramente: "Hagan lo que Jesús les diga" (Jn. 2,5; cfr. También Lc. 2,16; Mat. 2,1-11; Lc. 2,27). 

1.- LA DEVOCION A LA VIRGEN MARIA 

La devoción a María consiste en apreciar y respetar su persona, reconocer su excelsa dignidad de Madre de Dios y de la Iglesia, invocarla con piedad filial, implorar su socorro perpetuo, tratar de imitar sus virtudes y en trabajar por extender su reinado de amor en el corazón de todos. 

La devoción a la Virgen nos hace ejercitar la humildad en nuestro camino hacia Cristo ya que, conscientes de nuestros pecados y de la altísima dignidad del Redentor, podrá faltarnos la confianza que nos es necesaria sobre todo en la oración. Es entonces cuando la "llena de gracia" suple con su pureza y santidad lo que a nosotros nos falta para presentarnos ante el Señor y alcanzar sus promesas. 

2.- LA CONSAGRACION A MARIA 

Por el Bautismo estamos consagrados a Dios. Es urgente que los cristianos nos esforcemos por tomar conciencia de esta fundamental consagración y la vivamos. Para lograr esto, nos es necesaria la gracia. Y ya he dicho: que por María es que nos vienen las gracias, ya que ella se nos dio el Autor de la gracia, Jesucristo. 

La manera más segura, más fácil ( lo que significa sin cruz), más santa y más corta de conseguir la gracia y conservarla, es mediante la entrega de todo nuestro ser, de nuestros bienes y de nuestros trabajos a la Virgen. 

A esta consagración San Luis de Montfort la llama "secreto", porque siendo algo valioso e importante en orden a la salvación pidiéndolo al Señor con oración humilde y confiada porque El dio: !todo el que pide, recibe" ( Lc.11,9-10; cfr. Mt. 11,25). 

3.- PRACTICA DE LA VERDADERA DEVOCION 

Las hay externas y las hay, y son las más importantes, interiores. Las prácticas exteriores utilísimas y hay que hacerlas con espíritu de fe y de amor a la Virgen. 

a) Prácticas exteriores: 

San Alfonso María de Ligorio, en su libro las Glorias de María, señala las siguientes: el rezo del Santo Rosario, llamado por su belleza y sencillez "el evangelio de los pobres"; el rezo del Ave María y especialmente le rezo de las tres avemarías al comenzar el día y antes de acostarse; llevar el Escapulario del Carmen que tiene preciosos privilegios espirituales y la Medalla Milagrosa; ayudar y sacrificarse en honor a la Virgen; ser caritativo y paciente con el prójimo por amor a Ella; mandar a celebrar Misas en su honor y participar en las celebraciones Eucarísticas piadosamente; ingresar en las agrupaciones católicas en las que se le rinde especial, veneración y venerar sus imágenes, etc. 

b) Prácticas interiores: 

San Luis de Montfort resume estas prácticas diciéndonos que consisten en hacer todo "por María, con María, en María y para María", y nos garantiza que, haciéndolo así, llegaremos a vivir una vida auténticamente "en Cristo". 

POR MARIA: es decir, obedeciendo en todo a María y dejándose guiar por su espíritu. Para conseguir esto, hay que pensar en la Virgen, recurrir constantemente a Ella, renunciando al propio espíritu y diciéndole: "Madre, me renuncio a mi y me doy a ti", o bien "soy todo tuyo Madre y todo lo mío tuyo es". 

CON MARIA: es tratar, con tranquilidad y paz, de hacer nuestras acciones y trabajos, realizar el cumplimiento de nuestros deberes y de nuestras responsabilidades "en compañía de María". Y todo esto hacerlo procurando imitar a la Virgen en sus actitudes de fe, obediencia, servicio, humildad, amor etc. 

EN MARIA: es pensar que estamos no sólo en presencia de María que ciertamente nos ve, nos oye y nos acompaña desde el cielo, sino también pensar, porque también es cierto, que vivimos en su corazón y que amor nos rodea. 

Vivir "en María" es más una gracia de Dios, que el fruto de nuestro esfuerzo. En realidad es " vivir en Cristo" ya que por su entrañable amor a Jesús aunque viva María, es Cristo quien vive en Ella. 

PARA MARIA: no como fin último que siempre es Dios, sino como fin próximo. Esto nos impulsa a hacerlo todo para la gloria de María como el mejor camino para glorificar a Jesús. 

Vivir para María será también ser apóstoles suyos. Que llevando a María en el corazón y en los labios trabajemos por la salvación del prójimo y por la superación de toda estructura de pecado y por el respeto a la ley de Dios y de los derechos humanos. 

CONCLUSION: MARIA, REFUGIO DE LOS PECADORES 

La devoción a María es santa y, si es verdadera, conduce a la santidad. Ya he dicho que la virgen es el medio preferido por el Espíritu Santo para formar, a imagen de Cristo, a los cristianos. 

Sin embargo, debido a las malas inclinaciones y a las heridas que el pecado ha dejado en el ser humano (aún después de haber sido perdonados, por la Sangre de Cristo) se requiere de esfuerzo y de voluntad para poder vencer el mal. 

Bien dice San Juan que los cristianos no debemos pecar. 

No obstante si el pecado aprisiona el corazón de alguno, hay que recordar que "tenemos un Abogado ante el padre que es Jesucristo, el Justo" ( 1 Jn. 2,1). 

Todos los seres humanos, pues con la excepción de María inmaculada, debemos reconocer humildemente nuestra condición de pecadores (cfr. 1 Jn. 1,10). 

Y aquí es el caso de recordar una vez más que a Jesucristo lo encontramos con más seguridad en María. 

A Ella debe acudir quien ha tenido la desgracia de perder a Cristo con el pecado. El amor y el poder de María son sin límites y por eso, cualquiera, por muy pecador que sea; por muchos y muy grave que sean los pecados que cometió, puede y debe acudir a la Virgen y pedirle ayuda con las pocas fuerzas que la caída o el vicio le han dejado. Si un pecador piensa en María y la llama con humildad y deseo de liberarse, seguramente que también experimentará lo que la Iglesia predica y cree: que María es Madre de Misericordia, Esperanza nuestra Refugio de los pecadores. 

Termino esta Carta invitándoles a todos ustedes, amadísimos hermanos y hermanas de la Diócesis, a celebrar con entusiasmos y fe las fiesta de la Madre del cielo, lo hagamos con el corazón lleno de amor y con el propósito de trabajar para construir una Nicaragua mejor y de embellecer la Iglesia, creciendo todos en caridad y en espíritu misionero y evangelizador. 

Les bendigo a todos en los corazones de Jesús y María. 

Léase y publíquese en la forma acostumbrada. 

En nuestra sede episcopal en la cuidad de León a los seis días del mes diciembre de mil novecientos noventa cinco. 

+Monseñor Bosco M. Vivas Robelo, Obispo de León

Fuente: Conferencia Episcopal de Nicaragua